Gabriela Acher: una buena conversadora
Algo sobre mi madre (todo sería demasiado), de y por Gabriela Acher. Luces: Petete González. Música: Alejandro Pinnejas. En La Casona del Teatro, Corrientes 1975. Reservas: 4-953-5595. Viernes y sábados, a las 21; domingos, a las 19.30.
Nuestra opinión: buena
Si, al decir de John Lennon, "la vida es lo que nos pasa mientras estamos mirando a otro lado", Gabriela Acher tiene el don de registrar, simultáneamente, lo que le pasa a ella y lo que ocurre a su alrededor. Hace ya varios años que narra desde el escenario esas vicisitudes, con un gracejo muy personal y una singular agudeza de observación: Humor se escribe con Acher, Memorias de una princesa judía, El amor en los tiempos del colesterol... En ocasiones, ha dado forma de libro a esos mismos textos, basados sobre todo en dos temas principales: la maternidad y sus inevitables consecuencias (para ambas partes interesadas), y la lucha por la igualdad jurídica y laboral de los sexos.
Aquí se trata, como el título lo declara, del arte de ser hija de madre judía, para ser luego, a su vez, madre judía de un adolescente, y no perecer en el combate. Pero, por otra parte, afirma: "No hace falta siquiera ser judía para ser una madre judía". Porque la sobreprotección, el perfeccionismo y la constante trepidación al borde del patatús parecen ser rasgos comunes a todas las madres, en todo tiempo y lugar, sean de la confesión que fueren. "Mi hijo es perfecto, pero yo lo puedo mejorar. Si no, ¿para qué estoy?", sería el lema de esta mujer a quien un hijo le plantea ahora problemas muy similares a los que su madre afrontó con ella.
El humor de Acher (recordemos sus intervenciones en programas cómicos legendarios, como Telecataplum o La Tuerca) es, al mismo tiempo, fino y accesible, culto y popular sin vulgaridad. Saca partido de su apariencia (es una mujer muy hermosa), de una vigorosa presencia escénica (se mueve por el tablado como si estuviera en su casa –y en verdad lo está–), del aplomo adquirido en muchas horas de vuelo y de esa cualidad imponderable, indefinible, que se llama carisma o encanto personal. Seduce con la voz bien modulada y proyectada, una expresividad gestual muy efectiva y el gracejo de sus oportunos textos propios. Siempre es grato reencontrarse con un buen conversador, y Gabriela lo es en grado sumo.
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