Gabriela Acher cuenta cosas sobre su madre
Regresa al teatro con un texto propio
Hace frío en Buenos Aires y Gabriela Acher llega puntual a la entrevista con LA NACION. A pesar de la temperatura, no se inmuta cuando la propuesta de la fotógrafa es hacer una toma en la calle. La actriz deja a un lado bufanda, bolso y cartera y, casi de la nada, se pone a jugar con el poste de un farol, con una moto ajena, con la cámara. Se podría decir que el propósito de promocionar un espectáculo bien podría valer la pena un resfrío, pero Gabriela Acher no parece obligada a nada; lo que viene lo acepta con gusto.
Esa es la imagen que brinda la actriz sin ningún atisbo de sobreactuación. Es una tipa con buen humor. Y, de hecho, eso del humor es la excusa del encuentro. Acher subirá a escena esta noche con Algo sobre mi madre (todo sería demasiado) , el unipersonal que nació de su cuarto libro y en el que se mete con el tema de la maternidad, empezando por su propia mamá.
Por eso, llama la atención que tanta buena predisposición a pasarlo bien, a reírse, a tomarse las cosas con calma, al disfrute sea el resultado, precisamente, de un desesperado intento de contrarrestar el dramatismo con el que su madre se tomaba la vida. Esa característica materna le dio motivo a la actriz, durante toda la vida, para la búsqueda de la risa y, ahora, para este espectáculo.
"Mi madre tenía razones para tomarse la vida como lo hacía. Si su forma de educarnos a mi hermana y a mí fue muy represora, imaginate lo que ella misma sufrió de joven. Y, además, judía, una combinación perfecta de sobreprotección y crítica. Características que luego me di cuenta de que pueden perfectamente aplicarse a todas las madres, incluyéndome a mí", se ríe Acher.
Convencida de que el drama es la base del humor, donde siempre hay una víctima -en este caso ella/hija y luego, victimaria ("siempre se filtra algo") de su propio hijo-, la experiencia personal le dio letra para este espectáculo que nació libro, al igual que los tres anteriores.
De hecho, vuelve al teatro luego de siete años de éxito con El amor en los tiempos del colesterol . En la televisión actúo en ciclos emblemáticos como Telecataplúm, La tuerca, Hupumorpo, Mi cuñado y Comicolor , donde comenzó a escribir sus propios personajes que hoy son inolvidables: "Chochi, la dicharachera" o "Lorena del Valle", por ejemplo.
Cuando en 1992 dejó uno de sus grandes éxitos televisivos, Hagamos el humor , por estrés, cansancio, casi desesperación, Gabriela sintió la necesidad de no "dejar en banda" a sus espectadores que reclamaban al canal y a ella misma que continuara con lo que fue uno de los ciclos pioneros de humor de género, y se le ocurrió editar un libro con mucho del material que utilizó en esos programas, escritos por ella misma. Así surgió La guerra de los sexos está por acabar con todos , el primer libro que aún hoy se vende y que fue la base de Memorias de una princesa judía , espectáculo donde la dirigió Mercedes Morán. Pero también trabajó en Las mariposas son libres, Abajo Gassalla, El último de los amantes ardientes y la comedia musical Noche de estreno.
"Darme cuenta de que podía escribir y luego darles forma a mis espectáculos sobre la base de esa suerte de guión casi pensado para tal fin, fue una liberación. De verdad no soportaba más la televisión y sus infinitas horas de grabación. Estoy convencida de que la vida artística necesita reciclarse, circular. Si no vivís, ¿de qué vas a hablar?", se pregunta Acher.
Fórmulas
Y con su sistema de "escribo, edito, ensayo y actúo", la actriz encontró la fórmula ideal del trabajo placentero con tiempo para la vida, tiempo en el que se da el gusto de leer, ir al cine, realizar largas y fortificantes caminatas aeróbicas por los parques de Palermo, nadar, juntarse con amigos a bailar, a jugar, darse una vuelta cada tanto por Montevideo, donde tiene recuerdos y más amigos todavía.
Linda manera de vivir su vida tiene Acher y se le refleja en la mirada, en la sonrisa, y en los shows, en los que también se pone aguda, irónica, en los que se ríe despiadadamente de sí misma y eso le da permiso para reírse del otro.
-Cuando ponés a tu madre como primera responsable de tantas penurias ¿qué tan en serio hablás?
-Absolutamente en serio, mi madre era tremenda y yo siempre fui muy rebelde.
-Eso que puede sonar a rencor ¿se puede perdonar?
- Sí, cuando te convertís en madre; recién ahí entendés y perdonás y volvés a hacer lo mismo con tus propios hijos Aunque es cierto que sólo hasta cierta edad le podés achacar culpas a tus viejos, después ya te tenés que hacer cargo.
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