El actor y director, que llegó con Medida por medida, la culpa es tuya al Politeama, recuerda sus comienzos con el Clú del Claun y habla de la importancia evitar la solemnidad
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Gabriel Chamé Buendía es un payaso sin nariz roja, con una flexibilidad corporal evidente y tanta, tanta facilidad para ser gracioso. Chamé Buendia va camino a convertirse en un clásico, pero por ahora es un hit del teatro porteño, que lleva haciendo Shakespeare hace más de 30 años y llena salas de todos los circuitos. Ahora tiene en la cartelera porteña una comedia y una tragedia en clave clown: Medida por medida. La culpa es tuya, que después de una temporada en el CC25 con entradas agotadas reestrena en el Teatro Politeama. A unos metros, en el Metropolitan, retoma con la onceava temporada de Othelo (termina mal), luego de una gira por España.
Director, actor, clown, adaptador y docente, la historia de Chamé Buendia puede comenzar a contarse en su paso por La Compañía Argentina de Mimo, dirigida por Ángel Elizondo, o como miembro fundador y actor de El Clú del Claun, uno de los grupos que renovaron la estética teatral de Buenos Aires de la década de 1980, integrado también por Cristina Marti, Guillermo Angelelli, Batato Barea, Hernán Gené, Daniel Miranda. Juntos itineraron por Latinoamérica y España. En una de esas giras, Gabriel no volvió y entre las prácticas para hacerse su lugar en Europa consiguió su puesto en el Cirque du Soleil.
“Gabriel llega 12.08″, dice el mensaje que confirma la nota con LA NACION. Como si hiciera falta, tras bambalinas se sigue observando un sentido del ritmo en el que él parece tener todo calculado, desde ingresar puntualmente a las 12.08 a la sala de la calle Paraná hasta el momento de las fotos que, como un saltimbanqui, baja colgado por la baranda de la escalera en total complicidad con el fotógrafo que acaba de conocer hace cinco minutos. “La rítmica teatral está muy implicada y creo que esa es mi marca, esa es mi forma como artista que fue evolucionando. No es que hubo una ruptura. Siempre fue un camino hacia adelante y mis primeros días de mimo están conectados a hoy”, dirá.
-¿Cómo llegás a Shakespeare?
-Como a alguien a quien le gusta el teatro y a través de los maestros. En mi caso fue por Juan Carlos Gené, que cuando estábamos en el Clú del Claun y nos dirigió en La Historia del Teharto, me dijo: “Probá con Shakespeare y leéte Macbeth”. Ahí empecé una relación, porque me di cuenta de que Shakespeare tenía algo más que lo poético y filosófico, lo que me gustaba era la capacidad de acción. En él las acciones son claras y concisas que me permite fantasear formas de hacerlas. Shakespeare ve permanentemente las contradicciones del ser humano. No hay moralidad sino una observación de lo trágico humano, tanto con humor como con drama, y eso me fascina. La acción dramática y la no moral partidista, esta cosa de mostrar el mundo y verlo en sus contradicciones y en lo trágico de su realidad. Que todos somos víctimas de algo. Eso me parece impresionante.
-¿Cómo un clown y un payaso están en la búsqueda de Shakespeare?
-Estando en Europa, con lo duro que es migrar y empezar de nuevo, me di cuenta de que lo que tenía que hacer era ir al teatro y mirar. Me hubiese encantado estudiar más, pero económicamente no podía. Entonces seguía a Peter Brook, Ariane Mnouchkine, Pina Bausch, Robert Lepage, Robert Wilson y veía que todos hacían Shakespeare respetando el texto, pero a su manera. Supe que podía encontrar un lenguaje mío. El clown y el payaso se ponían por delante de Shakespeare y jugaba, lo rompía. Por eso traduzco yo las obras, no hay una convención de Shakespeare.
Las mujeres y Shakespeare
-En 1603 se estrenó Medida por medida y hay feminismo. ¿Cómo puede ser?
-Pero Shakespeare se la pasa buscando mujeres que ve en una situación injusta... La mujer siempre es heroína en Shakespeare, salvo Lady Macbeth, aunque siempre la pone en un tono de gran poder, de una visión diferente a la sociedad en la que está viviendo. En Medida por medida pone al personaje de Isabel como novicia porque es la única manera de la época de ser una mujer independiente, que pueda leer, escribir y pensar, tal vez con una doctrina que ella comparte, pero la mujer en ese momento debía ser casada, monja o prostituta, no había más posibilidades.
-Con Othelo van por la decimoprimera temporada. ¿Hay lugar para la improvisación?
-No es la misma compañía todo el tiempo, la transformación existe. Es teatro y tiene vida. Mi oficio está muy cerca del payaso y del clown; amo a Chaplin, a esa gente que tiene un rigor técnico muy alto. Trato de estar a la altura, y si no es a la altura, al tobillo, o seguirle las huellas. Me gusta la belleza de la rítmica. Me siento muy responsable de no aburrir al público.
-¿Es posible aburrirse con vos? ¡En tus obras no existe el público que tose!
-¡No le damos tiempo! Y, si tose, lo miramos y le preguntamos cómo anda la salud y ahí está el punto de la improvisación. Pienso mucho en el público. No soy su esclavo, pero pienso que, sin ellos, yo no puedo existir. Tengo una severidad también porque trabajé con compañías que, como el Cirque du Soleil, un personaje se repite a través de otros artistas que van pasando y se reemplazan, y hay que hacer lo mismo pero mejor.
-¿ Por qué quisiste ser clown?
-No quise, fue. Es más fuerte que vos, aparece y a lo mejor tenías una idea diferente. Yo me veía en el cine. Como adolescente, ya me veía como un Godard. Había visto a Chaplin, Keaton, Les Luthiers, Peter Sellers más que a Godard, y ganó Chaplin. Un día, sorprendentemente, me propusieron ir a un curso de mimo y me encontré como pez en el agua. Me preguntaba qué me está pasando. Empecé a actuar, la gente se reía y eso es muy fuerte.
-La gente se ríe o no se ríe. ¿Es un problema?
-Yo busco la simplicidad, aplicar una cosita... El payaso tiene que ver con eso, con el “¿Cómo están ustedes?”. Esas cosas quedan en el inconsciente colectivo. Es parte del lenguaje simple y popular.
-Pero la vida después del teatro sigue con los mismos problemas.
-No hay evasión sino nutrición del alma. Es un placer del espíritu y un momento de encuentro único. Resulta que la gente va a un lugar a sentarse en una butaca a ver a otro tipo actuar. Es algo muy mágico, este acto sagrado de conectarnos todos juntos, este rito tan antiguo.
-¿Cómo influye en el teatro la recepción según la época?
-No lo siento diferente. Lo que pasa con Medida por medida no es muy distinto a lo que me pasó con Escuela de payasos. En esa época era eso y en esta época es esto. ¡Siempre es un momento político efervescente en nuestro país!
Qué tiempos aquellos
El Clú del Claun fue una compañía de clown teatral fundada en 1985 y realizó siete espectáculos con los que giraron por Latinoamérica y España hasta que se separaron, en 1990. La estética y el desparpajo en escena los distinguió junto a Las Gambas al Ajillo, La Organización Negra y Los Melli. “El clown era justo para una época democrática y lo interesante era una ruptura con el pasado. Fuimos una generación antipolítica porque estábamos muy cansados de ese discurso. Por supuesto que apoyamos la democracia porque queríamos vivir. Fuimos una juventud bastante rebelde en ese aspecto, de ruptura pero muy positiva en el sentido de afecto”, cuenta Chamé, quien conserva una copia digitalizada de la obra Escuela de payasos, dirigida por Juan Carlos Gené y estrenada en 1986 en el Rojas. En el marco por los festejos de los 40 años del Centro Cultural, el lunes 28 de octubre habrá función proyectada desde el lugar de los hechos. “Es la mejor obra que hicimos”, asegura y adelanta que en la celebración estarían presentes Angeleri y Martí, mientras que Hernán y Miranda se mostrarán conectados a la distancia, mientras que Batato Barea (1961-1991) será recordado desde el nombre de la sala, siempre presente.
-¿Por qué te fuiste?
Estábamos de gira y ellos querían volver y yo decía que había que quedarse, cobramos en dólares. Nos tomamos un descanso que se convirtió en separación. Era muy fuerte tener al Clú del Claun y quedarme solo. A partir del grupo encontré un montón de artistas que me ayudaron.
-¿ Para qué volviste?
Fue fuerte volver en los 2000 y ver que los programas culturales hablaban de nosotros como algo increíble. ¡En ese momento no nos daban ni pelota! No existíamos para ellos. Nos decían “teatro joven”, que me parece muy feo como título. Se dio vuelta la tortilla y nos convertimos en un hito del pasado.
-Ahora estás iniciando un circuito en el Politeama, además del Metropolitan, que es un espacio con una grilla de obras del circuito independiente. ¿Son necesarios los límites entre alternativo y comercial?
-Tenemos un polo teatral fuera de lo común. El teatro comercial, después de la decadencia del teatro de revistas, empezó a reconstruirse con obras que se compraban en el exterior. El teatro comercial no es tonto y ve que el semillero está en todo lo que se genere como teatro y puede venir del circuito independiente o de la tele.
-¿Cómo se hace conocida una obra hoy?
-El boca a boca es importante. Es maravilloso que la gente se apasione y diga: “Pero cómo ¿no la viste?”. El teatro es esta capacidad de transmisión energética... Es bueno que la gente vaya al teatro.
Para agendar
Medida por medida. La culpa es tuya, de William Shakespeare. Traducida, adaptada y dirigida por Gabriel Chamé Buendia. Sala: Teatro Politeama (Paraná 353). Funciones: jueves a las 20, viernes y sábados a las 22.
Othelo (termina mal), de William Shakespeare, Traducida, adaptada y dirigida por Gabriel Chamé Buendia. Sala: Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343). Funciones: miércoles a las 22.15
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