Después de un largo impasse, el actor se sumó a cuatro series de tele y también se lo puede ver en el teatro; en esta entrevista repasa sus tiempos como niño prodigio de la tevé, reflexiona sobre las dificultades que atraviesan los chicos que quieren ser actores y asegura que la literatura fue su tabla de salvación
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“Desde enero venimos ensayando. No había opción porque los textos tienen una poética profunda. Trabajamos mucho para encontrarle la forma”. Con esa seriedad se tomó el actor Emiliano Kaczka su nuevo proyecto, la obra Solo brumas, de Tato Pavlovsky, que se estrenó a comienzos de junio y que se presenta todos los viernes en el Teatro Belisario. Dirigida por Gonzalo Urtizberea, enfoca en los diálogos y cruces de tres figuras que realizan un trabajo macabro. “La pieza pertenece a un género apasionante y complicado: el absurdo, que habla del sinsentido de la vida. En este caso, son personas en un no lugar intentando recuperar su dignidad”, explica Kaczka.
Se lo ve de buen humor a Kaczka, aliviado tras los nervios lógicos que implicaron este doble desafío: volver a hacer teatro después de 15 años y meterse de lleno en el espesor de una obra escrita por Pavlovsky. En un café de Belgrano, el chico que fue estrella de las series icónicas de ficción Pelito y Clave de sol, que se formó en los estudios de televisión, que conserva cierto aire juvenil con el cual se volvió célebre –de gran parecido con su hermano menor, Guido Kaczka–, que adora la literatura y publica cuentos en la web y que durante unos años le dio una pausa a la actuación para dedicarse a la abogacía, confiesa que sintió temor ante semejante reto, pero que fueron fundamentales sus compañeros de elenco para seguir adelante. “Me agarró vértigo. En algún momento en los ensayos tuve esa sensación de no poder hacerlo. Ahí me ayudaron mucho Victoria Aragón, Paula Cantone, Gonzalo Urtizberea y Guillermo Alfaro. Nos ensamblamos como equipo de trabajo”.
En realidad, este regreso a la actuación empezó a gestarse unos años atrás en plena pandemia, cuando vio la serie El método Kominsky, en la que Michael Douglas interpreta a un actor retirado que se gana la vida como profesor de interpretación, pero que decide volver a ejercer su antigua vocación. Ese fue el disparador para intentarlo nuevamente. Y así empezaron a surgir propuestas para participar en series de TV: primero lo convocaron para María Marta: el crimen del country, después estuvo en Los mufas y en El sabor del silencio y ahora espera el estreno de otra tira en la que formó parte del elenco.
“Desde chico, tuve mucha suerte al integrar programas exitosos”, analiza con una mirada retrospectiva sobre su propia historia como actor. “En este regreso, una cosa fue llevando a la otra: el público me recibió bien, el periodismo se interesó, se generó algo lindo. Yo no pensaba que iba a ser así, me sorprendió. Estoy disfrutando, tengo propuestas de trabajo. A los 52 años, es volver a cumplir un sueño”.
Allá lejos y hace tiempo
Su comienzo en la actuación se remonta a 1982. Fue un salto precoz a la popularidad en la era analógica, cuando no había cable ni Internet y la única oferta televisiva consistía en cinco canales de aire. La tele en color todavía competía con la de blanco y negro, ya en retirada, y había que ser un mago para sintonizar los canales moviendo la antena hogareña. En ese panorama, irrumpió Emiliano Kaczka: con solo 10 años, se incorporó a Pelito.
En rigor, la tira infantil fue un semillero de actores donde también asomaron Adrián Suar, Julián Weich, Gustavo Bermúdez, Pepe Monje y un boom televisivo por donde se lo mire para la generación que hoy ronda los 50 años y que en aquel entonces merendaba viendo el programa. Ahí Emiliano encarnaba a Jorge, el niño que gana la carrera barrial de atletismo en la apertura. Después se volvió aún más famoso como Rolo en la tira Clave de sol, escrita por Jorge Maestro y Sergio Vainman, que hablaba de la problemática adolescente de la época, junto a otra cantera de actores: Pablo Rago, Leo Sbaraglia, Cecilia Dopazo, Federico D’Elía y Viviana Saccone.
“En esa época, todo era muy novedoso. Salíamos de la dictadura, estábamos en plena efervescencia democrática. En un capítulo de Pelito bailábamos lentos cuando de repente aparecían los padres. Uno de los chicos exclamaba: ‘¡Llegaron los caducos!’. Era fuerte para la época. Me acuerdo de que una revista tituló: ‘Censura no, pero esto tampoco’ y se armó revuelo”.
–¿Cómo ves, en perspectiva, haber empezado de tan chico en la tele?
–Mi balance es positivo. Yo agradezco haber pertenecido a programas que fueron hitos en la tele, que la gente los sigue recordando. También había un vínculo con los chicos que no era tan sensible como el de hoy, había formas que a veces estaban poco cuidadas, pero que tenían que ver con la época.
–¿A qué te referís puntualmente?
–No había tanta contemplación con el hecho de que éramos chicos, como que era nuestra responsabilidad habernos metidos en un lugar de trabajo. Hoy se cuida mucho más eso, hasta piden un examen médico y psicológico, se contiene mucho más a los niños. Esa es una de las cosas que cambiaron.
–¿Viste Parchís: el documental? Ahí se habla directamente de explotación.
–Sí, el de Los Parchís fue un caso extremo. Lo vi. Hay un momento en el que el chico pelirrojo (Frank Díaz), ya de grande dice: cuando vos pasás por ahí, después no ves la vida igual. Yo me identifico con esas palabras. En esa cosa de ser observado y celebrado hay algo que no se vuelve a encontrar y que permanece en uno.
–¿Hiciste terapia?
–Hice terapia porque quise y necesité, pero no por un trauma de chico. Yo la pasé bien y disfruté. Solo digo que la experiencia tiene algo de rockstar. Es muy particular.
–¿Qué sugerencia le harías a un padre con un hijo pequeño que quiere ser actor?
–Si su hijo tiene el deseo, que lo acompañe, lógicamente. Que lo cuide y que le enseñe al chico que también va a tener que resignar cosas. Un padre tiene que ser muy claro en esos aspectos. Yo me perdí los viajes de egresados de primaria y secundaria. Uno piensa que es algo menor, pero cuando era pibe y vi el micro que partía, sentí que se me iba el alma al piso.
–¿Cómo era un día en tu vida?
–De chico, mi familia vivía en Moreno. Hice la primaria en la Escuela 38 a la mañana. Después me acompañaban mis padres a los estudios de Canal 13: el tren hasta la estación Once y de ahí la Línea 98 a Constitución. Grabábamos a la tarde durante seis horas, más no se podía por convenio. En el verano hacíamos temporada en Mar del Plata.
–¿Los sueldos que se pagaban en la tele en aquel momento eran importantes?
–No, para nada. Había un básico de convenio. Era el mínimo, que podía ser un sueldo más o menos bueno de hoy. No me salvé (se ríe).
–Era como en el fútbol de esa época, donde ni las estrellas hacían fortuna.
–Claro. El actor hizo plata recién en los años 90. En ese momento los canales se privatizaron, había mucha competencia y los sueldos pasaron a ser muy buenos. Yo me pude comprar mi departamento con las tiras que hice en esa década en Canal 9.
–¿Se volvieron a juntar con los chicos de Pelito y Clave de sol?
–Hace unos años nos reencontramos con el elenco de Clave de sol en la casa de Gloria Fichera y también en lo de Pablo Rago. Con los chicos de Pelito siempre decimos de juntarnos. Nos pasa un poco como con los compañeros de secundaria, están las ganas, pero después las circunstancias no se dan.
–Tu hermano Guido Kaczka también empezó a actuar de chico en los años 80. ¿Su éxito como conductor televisivo te favoreció?
–Yo creo que más allá de estos programas exitosos por los cuales la gente se acuerda de mí, el hecho de que él haya hecho una gran carrera sostuvo mi vigencia. Nos parecemos físicamente, nos identifican, pero lo único que hicimos juntos fue Clave de sol y un episodio de la serie El club de los baby sitters. Además, nos llevamos bien, charlamos, es una persona a quien escucho, tiene muchas miradas sobre el medio.
La otra pasión
Después de ser niño prodigio en sus inicios, Emiliano siguió muy vinculado a la tele: formó parte de los ciclos Regalo del cielo, Manuela, Alta comedia, El club de los baby sitters, Solo para parejas, La hermana mayor, Ricos y famosos, mientras estudiaba Derecho. Con el vendaval de la crisis de 2001 y la inestabilidad laboral, decidió acelerar su carrera para recibirse de abogado y dedicarse a esa profesión, aunque siguió un tiempo más conectado al medio, incluso en el teatro (Confesiones del pene) y en el cine (hizo de Jorge Cyterszpiler en la película italiana La mano de Dios).
Durante los años en que permaneció alejado de la pantalla, apareció la otra pasión que lo mantuvo ocupado espiritualmente: la escritura. Empezó a indagar en el taller de Sergio Olguín y luego asistió cinco años al grupo de Liliana Heker. “Ella me aceptó para que ingrese. Fue muy reconfortante escucharla, leerla, escribir y aprender con sus devoluciones, me dio otra mirada sobre lo artístico”. En el blog Vicio despuntado (viciodespuntado.blogspot.com) se pueden leer cuentos y relatos breves de Emiliano, y él atesora más material inédito: una novela que espera terminar algún día. Aborda la historia de un hombre que empieza a actuar desde pequeño.
–¿Se trata de un libro autobiográfico?
–Tomé como partida algunas situaciones que atravesé, pero no es sobre mi vida. En su momento, en los encuentros con Heker, leí tres capítulos y le gustó mucho. La verdad: llegué al capítulo 12, no visualicé el final y eso me detuvo. Quizá otro taller de literatura me pueda ayudar a terminarla.
–¿Ha sido importante la literatura?
–Siempre estoy leyendo, aunque soy un lector lento, me gusta profundizar. Los libros me ayudaron muchísimo y me hicieron visibilizar zonas propias. En la pandemia fue de gran ayuda, casi una tabla de salvación.
–¿Y cómo estás viviendo este regreso a la actuación?
–La estoy pasando bien. Me siento más grande y disfruto lo que me pasa. Además, tener esta oportunidad, después de tantos años y a esta edad, es especial.
Para agendar
Solo brumas, de Tato Pavlovsky. Funciones: viernes, a las 22, Teatro Belisario (Avenida Corrientes 1624).
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