El actor, que acaba de estrenar la pieza Regreso en Patagonia, junto a Fernando Dente y Nahuel Pennisi, desarrolla su carrera entre la Argentina, México y España; la sensación de desarraigo y el crecimiento personal lejos de su familia
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“Estoy muy contento de volver a la Argentina a hacer un musical”. Atípica trayectoria la de Franco Masini, quien, con menos de treinta años, ha podido desarrollar una carrera no solo en nuestro país, sino también en el exterior. Esta vez, su vuelta está motorizada por el estreno de Regreso en Patagonia en el teatro Metropolitan. El musical fue escrito por Alejandro G. Roemmers y Gastón Cerana, sostenido en una historia generada por Roemmers.
“El musical está basado en una suerte de secuela de El Principito, con lo cual todos los espectadores van a conocer el mensaje”, explica Franco Masini a LA NACION, entusiasmado con este material en el que se permite desarrollar varios lenguajes expresivos producto de ser un artista con formación multidisciplinaria. La secuela a la que refiere Masini es El regreso del joven príncipe, de Alejandro G. Roemmers, material sobre el cual se generó la adaptación escénica, cuya idea original es de Rodrigo Durini.
“Es un musical enorme, con 42 artistas en escena, orquesta en vivo, pantalla de trescientos metros, efectos de nieve, me parece que es un espectáculo que se puede disfrutar en familia”, sostiene el actor, quien comparte el protagónico de la pieza con Fernando Dente, referente del género, y el cantante Nahuel Pennisi. Junto a ellos, se destaca la presencia de Laura Esquivel, Roberto Peloni, Iñaki Aldao, Cande Molfese y Karina Hernández.
La pieza narra el viaje de un escritor abatido hacia la casa de un amigo en la Patagonia, trayecto que recorre en compañía de Príncipe, el personaje de Masini, un ser de características especiales. Ya instalados en la cabaña del sur argentino, una revelación se convertirá en una epifanía que modificará el sentido de sus existencias. Como una anagnórisis dramática en torno a los personajes y como una peripecia griega en relación al destino, el curso de los acontecimientos está atravesado por una profunda raíz filosófica sobre el sentido de la vida.
Regreso en Patagonia es una producción de Alberto Raimundo para Circus Entertainment, con música de Nazareno Andorno, dirección general de Sebastián Irigo y dirección artística de Manu Fabeiro. “Es una producción muy grande, con muchos artistas en escena que lo dejan todo, algo que el público siempre agradece”, reconoce el actor formado, entre otros maestros, con Raúl Serrano y Claudio Tolcachir. Además, en su búsqueda por la expresión musical, Masini ejecuta sax–o y guitarra.
–¿Habías leído El Principito antes de aceptar la propuesta?
–Sí, y me parece que la obra recupera los valores de esa historia. Es un musical que habla sobre la amistad, del conectar con las pequeñas cosas de la vida y de disfrutar cada momento. Hoy vivimos muy acelerados, pensando en lo que viene, sin disfrutar el presente. No está mal ir escribiendo el futuro, pero, siempre y cuando se disfrute el proceso.
–El presente es lo único tangible.
–Sobre eso va la obra.
–Más allá del valor del presente, has articulado tu carrera con pasos firmes y buenas decisiones en torno al futuro.
–En los últimos años se me fue abriendo un camino internacional que me resultó muy interesante. Siempre es un crecimiento poder ver cómo se trabaja en otros países y compartir con colegas esas experiencias.
El teatro musical, desde hace varias décadas, está sumamente arraigado a los gustos de los espectadores. A diferencia de tiempos donde se trataba de un lenguaje menos instalado y con la dificultad de los artistas de no encontrar academias multidisciplinarias, hoy la ficción musical en teatro es una de las patas insoslayables de la expresión escénica. Por una cuestión generacional, a sus 28 años, a Franco Masini le toca transitar un momento importante del género: “Como herramienta expresiva, el musical es un 360, con artistas que pueden actuar, cantar y bailar”.
Paleta de colores
Franco Masini está asociado a la ficción musical, ya sea teatral o televisiva, aunque algunas de las últimas producciones para las que fue convocado no están atravesadas por esta característica. Su nombre suena fuerte en México y España, entre otros mercados, gracias a un consecuente trabajo en las plataformas internacionales que incorporaron a sus catálogos títulos como Rebelde o, la aún inédita, Todas las veces que nos enamoramos, series de origen mexicano y español, respectivamente. “Me parece interesante la diversidad y el no quedarme quieto nunca. Tengo una curiosidad personal que me lleva a explorar permanentemente y eso lo aplico también al trabajo. No me interesa enfocarme en una sola cosa, ahora estoy haciendo un musical, pero vengo de rodar una serie que no tiene nada que ver con eso. No me gusta encasillarme en un lugar, sino ir viendo que tiene de especial el proyecto para el que me llaman”.
Su último trabajo en España fue el reciente rodaje de la serie Todas las veces que nos enamoramos, comedia romántica que se verá por la plataforma de Netflix y que lleva la firma de Carlos Montero, realizador que también creó las exitosas historias televisivas Elite y Física o química. La nueva producción fue rodada en históricos sets de Madrid donde se realizaron las icónicas historias Todo sobre mi madre y Tacones Lejanos de Pedro Almodóvar. “Todas las veces que nos enamoramos es un canto al amor que, a veces, puede doler”.
–¿Te ha dolido el amor?
–El amor puede doler, pero no siempre tiene que ver con una relación amorosa. El amor también puede doler en relación a un familiar o a un amigo. He tenido situaciones donde no la he pasado tan bien, pero el amor tiene todo eso. Uno va creciendo y los momentos cambian, uno puede tener más conexión con alguien y luego eso se apaga.
–¿Tenés pareja?
–Sí, desde hace dos años estoy en pareja.
–La relación, ¿nació en la Argentina o en el exterior?
–Nació acá, durante la pandemia.
–Algo bueno te dejó la pandemia.
–Empezamos a salir cuando justo me tuve que ir a México a rodar la serie Rebelde, pero, como explotó el Covid, volví. Podría decirte que la pandemia impidió el distanciamiento y permitió que nos pusiéramos de novios formalmente.
–De todos modos, cuando se pudo, no dejaste de viajar.
–Debido a las producciones de las plataformas, la profesión está cambiando y la vida se arma de acuerdo a los proyectos que van saliendo. Me divierte estar en un lugar tres meses y luego tener que cambiar.
–Tu pareja, ¿es una persona del medio artístico?
–No, se dedica al mundo de la moda.
–¿Cómo se conocieron?
–Ella es amiga de un amigo mío.
–Hace algunos años, estabas en pareja con Cande Tinelli. ¿Cómo la recordás?
–Bien, como a toda la gente con la que tuve un vínculo. Todos los vínculos te dejan algo.
–Si te llamaran para participar en Canta conmigo ahora, el programa de Marcelo Tinelli, ¿irías?
–No, porque no podría, estoy haciendo la obra de teatro.
Costo y beneficio
Si bien la construcción de una carrera internacional es una aspiración de todo artista, conlleva la inevitable sensación del desarraigo afectivo: “Se hace duro, ya que me encanta estar con mi familia y mantener los vínculos con todos mis afectos. Estando afuera hay cosas que se ganan, pero se extraña”.
Siempre se manejó con cierta adultez, aún cuando era casi un adolescente y su nombre ya comenzaba a sonar en el medio. Acaso por esa carrera que pivoteó en distintos lugares siendo muy joven, lo llevó a madurar aceleradamente: “Luego de cada viaje, volvés modificado, crecido, y no hablo sólo de lo laboral, sino también desde lo personal. No es fácil estar lejos, pero eso te lleva a madurar”.
–Existe una incomodidad imprescindible.
–No me interesa estar en un lugar cómodo, siento que la incomodidad a veces es necesaria y me da más fortaleza para poder afrontar aquello que duele más a pesar de estar haciendo lo que me gusta. De todos modos, soy un agradecido porque esta es una carrera muy difícil. Que me llamen para Rebelde o Riviera en México o rodar en España Todas las veces que nos enamoramos es maravilloso, me pone muy feliz, a pesar de relegar muchas cosas personales.
–Las decisiones siempre tienen un costo.
–Cuando me gusta algo, voy por todo. Soy muy perseverante y no me permito caer. Si me caigo, me levanto, no hay que bloquearse.
–Atreverse sería el éxito.
–El arriesgarse, el saltar sin saber donde se va a caer, son actitudes valiosas. El éxito no se piensa, lo que se disfruta es el proceso. Si alguien de afuera ve el trabajo de uno como un éxito, genial, pero no es el lugar donde me paro. Mi éxito es hacer lo que hago y ese es un gran disfrute.
–La zanahoria no sería el éxito, sino el desarrollo de una vocación.
–Si lo diste todo, el resultado no te importa.
–¿Tenés referentes artísticos?
–A mí me interesa ver teatro y cine, estar al tanto de cómo trabajan otros actores. Ver arte es motivador e inspirador. La pasión de los artistas es contagiosa.
En la búsqueda de abordar la profesión desde las más diversas aristas, Masini se entusiasma con concretar un emprendimiento que lleve ciento por ciento su ADN, trabajando en base a una idea propia, que se reserva develar: “Tengo ganas de concretar un proyecto de teatro más personal, estando en todo el proceso creativo desde su raíz”, argumenta. Esa idea que le ronda desde hace tiempo la tiene guardada bajo siete llaves, pero con la sensación de una concreción no tan lejana.
–Te desarrollás como actor de teatro y con una amplia carrera en torno a los anclajes audiovisuales, ¿te sentís más cómodo con algún lenguaje en particular?
–Me interesa la diversidad, me siento bien cuando un proyecto me genera un aprendizaje y es una herramienta más para lo próximo. Es como ir en zigzag, pero para el mismo objetivo final.
Duelos
Si bien sus historias de ficción están más vinculadas a los perfiles más amorosos de la vida, en su desarrollo personal ha transitado algún momento liminal que lo marcó: “He tenido dolores fuertes y hay que afrontarlos, es parte de la vida. Habrá dolores y alegrías siempre, no hay manera de escribirlo de otra forma en un papel”.
–¿A qué dolores puntualmente te referís?
–A la pérdida de algún familiar, dolores difíciles de afrontar, pero hay que quedarse con los recuerdos lindos vividos con esa persona. Por eso digo que es importante disfrutar cada momento, porque nunca sabés qué te puede pasar. También es cierto que no todos los dolores son iguales, algunos, luego de atravesarlos, sirven para crecer.
Tata, una tía abuela, que cumplía el rol de abuela, es la pérdida más compleja que le tocó afrontar. Un primer duelo que lo enfrentó con lo inevitable y trágico de la existencia.
–¿Imaginás radicarte en el exterior?
–Por ahora, pienso seguir viviendo en Argentina y viajar cuando el trabajo así lo imponga. Soy nómade, me adapto al proyecto que me toca hacer.
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