Francella hace a Mel Brooks
Pasado mañana se estrenará el primer montaje extranjero de la versión musical de El joven Frankenstein
Cuando vio por primera vez esa brillante parodia cinematográfica que Mel Brooks llamó El joven Frankenstein se descompuso de la risa. A partir de ahí, Guillermo Francella fue un fanático confeso de la película que protagonizaron Gene Wilder y Marty Feldman y que se filmó en blanco y negro en 1974. Cuando se enteró de que, finalmente, el mismo director estrenó una versión teatral, a fines de 2007, en Broadway, no dudó en ir a verla dos veces, junto con el productor Pablo Kompel. Sin pensarlo demasiado, se reunieron con los representantes de Mel Brooks y adquirieron los derechos. Ya tenían antecedentes notables: los 265.000 espectadores que vieron Los productores , el otro musical del guionista y director, que Francella hizo con Enrique Pinti, durante dos temporadas, con producción de Kompel y dirección general de Ricky Pashkus. Y lograron lo que Alejandro Romay ya había conseguido en 1971 con Hair : que la Argentina fuera el primer país extranjero en conseguir los derechos de un éxito de Broadway.
"No suele ocurrir. Casi siempre ellos quieren más horas de vuelo para un espectáculo como para dejar que se haga en otro país. Así fue con Los productores , por ejemplo. Pero tuvieron mucha confianza. Por eso tenemos una sensación grande de orgullo, sobre todo porque nos dieron una gran libertad como para poder adaptar cosas y hacer nuestra puesta local", explica Guillermo Francella, sobre la obra que se estrenará pasado mañana.
-¿Y Mel Brooks no tuvo interés en venir a verla?
-Nos hubiera encantado. Pero no vino a Los productores y nos dio un poco de pena y bronca cuando nos enteramos de que fue al estreno español. A lo mejor estamos muy lejos. Me hubiera gustado que viniera. El que confirmó su presencia es Thomas Meehan, coautor del libro.
-Pero ¿las entrevistas no fueron con él?
-No, con sus productores y representantes. A él no lo vimos nunca. Ellos dijeron que se sintieron felices porque plasmamos a rajatablas lo que concibieron.
- El montaje original impresiona un poco: muchos cambios escenográficos, efectos... ¿Al ser una versión libre será más barata?
-No. Es una producción enorme, un elefante. Hay escenografías dantescas maravillosamente amalgamadas por Alberto Negrín. Mis compañeros, que están más acostumbrados al musical, dicen que pocas veces se vio algo así. Salió lo que soñábamos. Es una obra muy graciosa, con canciones y coreografías dignas de elogio.
-¿Y qué cambiaron?
-La adaptación radica fundamentalmente en el texto, tarea de Enrique Pinti. Los norteamericanos se ríen de otras cosas. Compactamos algunos cuadros porque en Broadway nos pareció muy larga. Quien haya visto la película recuerda cada instante. Sabés que cuando se menciona a Frau Blücher, los caballos van a relinchar; o cuanto le toco la joroba a Igor y le digo que soy médico, me va a decir: «¿Qué joroba?». En Broadway el público se reía antes de que pasaran las cosas.
-¿Cuando viste al protagonista original, Roger Bart, dijiste «puedo hacer eso» o «eso lo puedo hacer mejor»?
-No me gustaron ni Igor ni el protagonista en Nueva York. Nunca olvidaré a Marty Feldman en la película y Pablo Sultani estará mucho mejor que esa loquita saltarina y sobreactuada de allá. En cuanto a Bart, canta muy lindo..., y yo no canto. Pero no me gustó. Nosotros le hemos dado una vuelta de rosca de mayor ternura a la relación entre mi personaje y el monstruo, que Omar Calicchio personifica magistralmente.
-Decís que no cantás. ¿Qué es lo que te atrajo del musical?
-Bueno... Ahora le perdí un poquito el miedo. Estoy más seguro de mí mismo sobre el escenario con una melodía. En Los productores tenía una disciplina más militar por querer entonar y afinar. Estaba tan preocupado que me pasé siete u ocho meses entrenando tres veces por semana con Clara Terán en canto.
-¿Sos muy exigente con vos mismo?
-Es que ésta no es mi área. Acá le pedí a Elizabeth de Chapeaurouge que me permitiera hacer algunos pasitos de baile. Por eso tomé dos meses de clases de tap. Nunca vivo nada de taquito. Me meto mucho en todo lo que encaro. Sobre todo en un mundo nuevo, no me gusta hacerlo de un modo irrespetuoso. Respeto mucho el talento que hay acá y quiero estar a las alturas de las circunstancias. Me empezó a gustar el género y me atrae mucho este tipo desquiciado que hago.
-Lo mismo que con Susana Giménez... Dos actores cuyo fuerte no es el canto y que son probados éxitos en la comedia musical.
-Exactamente. Me pasó lo mismo que a Susana, que hizo tres éxitos. Los productores fue un suceso sin precedente.
-¿Y vas a seguir en esto?
-Me gusta la disciplina que hay acá. Me atrae el orden. Soy muy meticuloso y trabajo con intensidad. Por mi personalidad se creen que lo mío es más relajado y es lo contrario. Soy muy obsesivo. En el musical, no hay mucha verosimilitud, es todo mucho más para afuera. Y con este equipo apuntamos a generar el vínculo, a hacerlo verdadero.
-Pero seguramente el Dr. Frankenstein tendrá algunos toques «afrancellados...». La gente busca tus guiños...
-Es verdad. Siempre habrá algo mío, componga lo que sea. Pero van a quedar maravillados con esta obra.
-¿No te mareás cuando ves colas de personas para verte?
-Siempre tuve equilibrio: familia, formación, educación. Nunca me olvido de dónde vengo. Hice hasta de extra.
Para agendar
El joven Frankenstein, de Mel Brooks y Thomas Meehan. Dir.: Ricky Pashkus.
Astral, Corrientes 1639 (4374-5707). Los miércoles y jueves, a las 20.30; los viernes, a las 21; los sábados, a las 19.30 y a las 23, y los domingos, a las 20. Entre 60 y 200 pesos.
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