Fragmentos Mansfield: pintura de una autora que envidió a Virginia Woolf, amó a Antón Chéjov y murió demasiado joven
En un espectáculo que incluye texto, música, canto y danza como excusa para revisitar la figura de una autora prodigiosa
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Autor: Sergio Catallani, Miguel Wahren y Milagros Almeida, inspirada en la vida y escritos de Katherine Mansfield. Dirección: Miguel Wahren. Intérprete: Milagros Almeida. Vestuario y objetos: Fernando Añón, Alejandro Bamonde y Milagros Almeida. Iluminación: Sergio Iriarte. Coreografía: Ana Gurbanov. Sala: Espacio Callejón (Humahuaca 3759). Funciones: lunes, 20.30. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: Muy buena.
En las primeras páginas de su libro Felicidad, que Katherine Mansfield publicó en 1918, dice: “Aunque Berta Young tenía 30 años, seguía teniendo momentos como ese, en los que quería correr en vez de andar, dar pasos de baile por la acera y fuera de ella, jugar a los bolos con un aro, lanzarlo al aire y volver a tomarlo, o quedarse quieta y reírse de nada, simplemente de nada”. Estas frases parecen haber inspirado a los autores Sergio Catallani, Miguel Wahren y Milagros Almeida, esta última también intérprete de este mágico espectáculo, dedicado a la escritora neozelandesa Katherine Mansfield, cuyo nombre verdadero fue Kathleen Beauchamp.
Fragmentos Mansfield, puede decirse, es una performance teatral, creada por un equipo que profesa una gran admiración por la escritora a la que Virginia Woolf le tenía envidia, créase o no. La autora de La señora Dalloway, la consideraba una competidora y decía que Mansfield era una escritora que robaba instantes ajenos. Lo cual invitaría a contestarle a Woolf ¿qué escritor no lo hace, sino con qué elementos construirían su prosa? Mansfield amaba a Antón Chéjov por sus climas bucólicos, sus cuadros casi impresionistas para retratar a sus personajes. En cambio, Mansfield era más “atrevida” con sus criaturas. En su observación intentaba desentrañar desde lo más osado, hasta lo más angelical de sus personajes.
Katherine Mansfield murió muy joven (había nacido en 1888, en Nueva Zelanda), a los 34 años, en Francia, de tuberculosis, la que despertó en su cuerpo, en 1917 y a partir de allí viajó y viajó en busca de una posible cura, sin obtenerla. Su vida fue intensa. Su última pareja fue John Middleton Murry, pero también supo mantener siempre a su lado a su secretaria, ayudante y amante Ida Baker. Quizás fue a ella a la que le dedicó su relato Leves amores, sobre una relación lésbica.
Fragmentos Mansfield es un espectáculo que incluye texto, música, canto, danza y todo está exquisitamente resuelto, hilvanado y no deja de sorprender al público a lo largo de sus 60 minutos. Esta entusiasta performance teatral incluye y enriquece con creativos y simples recursos teatrales gran parte de lo que mencionamos más arriba. Hasta los celos, quizás mutuos que Virginia Woolf sentía por Mansfield y ésta por su colega, aparecen ilustrados, de una manera enfática y curiosa: la actriz juega a los bolos en escena y uno de esos bolos a los que patea y todos se caen, lleva el nombre de la autora de Orlando.
Quizás para quién no leyó ningún cuento de Mansfield, o sus diarios, se quede un poco afuera del espectáculo, pero el sortilegio que contagia con su interpretación Milagros Almeida, incluye al que observa, aunque no quiera. Porque ella cuenta, detalla, se burla, ironiza sobre frases, breves relatos y para hacerlo se apoya en una puesta, que podría definirse como cubista, ya que el espacio escénico, si se lo lee como un gran lienzo, incluye portarretratos, extensos bancos, sillas, mantas, pequeños objetos, marcos de cuadros vacíos a los que luego la artista irá poblando con su figura, en una bulliciosa tournée teatral. En cada uno de esos marcos se posa la actriz para transmitirnos algo que no deja de sorprender, tal como lo hacía Mansfield en sus relatos que representaban una pintura de su tiempo.
A Katherine Mansfield se la puede incluir entre otros escritores como James Joyce, o E.M. Forster. Ella, que admiraba a Jane Austen, podía ser tan etérea, como levemente punzante o incisiva en sus relatos. Todos los matices de su burbujeante escritura, de esa escritura que parece mostrar o dejar en suspenso lo que a simple vista no logra descubrirse, parecen estar contenidos en esta performance teatral, en la que esta Katherine Mansfield de ficción, tan intrépidamente recreada por Milagros Almeida, nos traslada desde la fantasía de mostrar y hablar de un pequeño pueblo en miniatura hasta una bañera, o hacer aparecer una manzana en escena y hasta una receta de cocina. Lo cotidiano siempre desborda la imaginación y abre los prismas de nuestra fantasía, si sabemos detenernos a observarla, a escucharla ¿por qué, no?, tal cual como lo hacía Katherine Mansfield.
Milagros Almeida, quizás, físicamente sea muy parecida a lo que fue Mansfield: con un magnetismo que sabía atraparte como un imán, dicen, para invitar a descubrir otras zonas de nuestros pensamientos y observación, tanto de uno mismo como de los otros.
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