FIBA: un festival de verano decidido a ocupar la ciudad
Con un número de espectadores similar al del año pasado, culminó este encuentro, que cada vez hace más foco en la producción escénica local y los espacios públicos
Con una nueva versión de Maratón Abasto, el sábado a la noche cerró la 13a edición del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), que organiza el gobierno porteño. Fue, en comparación con la muestra multidisciplinaria que tuvo lugar el año pasado, un maratón un tanto más reducida en terminos de expansión por el mismo barrio, cantidad de días (de dos pasó a uno) y en lo que hizo a la propuesta curatorial en sí misma. A diferencia del año pasado, esta vez no contó con una larga lista de nombres de peso vinculados a la actividad tanto escénica como musical. Con acciones performáticas en los negocios, situaciones coreográficas, mesas de metegol desparramadas por la calle, números musicales en balcones, locales intervenidos en la estación Abasto del subte, clases de flamenco, talleres de creación de pulseras y la apertura a cargo de Juan Ingaramo, la calle Guardia Vieja tuvo mucho de kermés poblada de un numeroso público que se paseaba por ese barrio íntimamente vinculado a la producción escénica indie. Desde el año pasado el FIBA pasó de ser un encuentro bianual con una fuerte presencia de la programación internacional a desplegar un formato de festival de verano anual decidido a tomar las calles de la ciudad como parte de una política vinculada con posicionar turísticamente a la ciudad. La franja internacional de este festival, que dirige Federico Irazábal, creció con relación a la del año pasado (de 9, el menor volumen de obras extranjeras en la historia del FIBA).
Un tercio de estos montajes pertenecieron a directores o coreógrafos que ya habían presentado sus trabajos en Buenos Aires. Y también un tercio de estos montajes vinieron de Santiago de Chile, en donde se realiza el mayor encuentro escénico de la región. Como dato llamativo vale consignar que fue más numerosa la presencia de programadores y directores de festivales extranjeros que vinieron a ver obras locales que la de artistas internacionales que se presentaron.
Entre los 530 espectáculos y actividades que se desarrollaron en estos días en lo que hace a las obras llegadas de otros países volvieron a ocupar los escenarios obras de tonos biodramáticos, una propuesta inmersiva en un espacio público, obras coreográficas y de texto. En general, sea por cuestiones curatoriales o presupuestarias, la mayoría de ellas fueron piezas de pequeño formato.
A juzgar por los comentarios críticos de los especialistas que escribieron en LA NACION en estos días, La Giogia, de la compañía italiana de Pippo Delbono; Gala, del francés Jérôme Bel; Cuando pases sobre mi tumba, del uruguayo Sergio Blanco, y Give me a reason to live, de la escocesa Claire Cunningham, fueron los montajes más elogiados. Ninguno de ellos, con el correr de los días, se transformó en esa joyita oculta que no hay que perderse.
Tal vez ese lugar lo ocupó Fuck me, una creación de la bailarina y coreógrafa Marina Otero, obra coproducida por el FIBA, como lo fue Bombón Casa Teatro, que aportó dos perfos exquisitas a cargo de las hermanas Marull y otra de Nelson Valente. Fuck me es una demoledora propuesta tan radicalmente punk como sanadora y catártica que terminó todas las funciones con el público de pie llenando la platea y el pullman del Teatro Regio (se merece hacer una temporada en una sala pública de esas dimensiones).
El suyo puede oficiar como caso testigo de un festival en el cual –como ya sucedió el año pasado con las propuestas de Juan Coulasso o de Josefina Gorostiza– lo más potente pasa por la escena local. Tal vez ese corrimiento tenga que ver con razones presupuestarias, que imposibilitan traer grandes montajes internacionales. El año pasado, siempre según información oficial, el FIBA contó con 60 millones de pesos. El que acaba de terminar contó con el mismo presupuesto. Dicho de otro modo, con una inflación interanual superior al 50 por ciento, el festival que acaba de concluir contó con menos dineros públicos que hace un año.
También según cifras oficiales hubo más de 185.000 espectadores (5000 espectadores más que el año pasado). Maratón Abasto habría aportado más de 120.000. La cifra resulta un tanto exagerada si se la compara con los 140.000 del año pasado, teniendo en cuenta que aquella versión se extendió por dos días, en vez de uno. Los espectáculos de sala alcanzaron un porcentaje total de ocupación del 94 por ciento. Días antes muchos ya tenían el cartel de localidades agotadas, aunque, llegado el momento de la función, podía haber hueco. Por eso mismo muchos creadores, desde las redes, aconsejaban ir hasta las salas aprovechando las entradas disponibles a último momento.
El FIBA versión 2020 se inició con una inquietante propuesta cinematográfica/performática de Mariano Pensotti y el grupo Marea cargada de citas, de capas, de reflexiones espejadas y referencias metateatrales. Se llamó El público. Esa misma noche hubo fiesta en el Casco Histórico en modo disco ochentosa matizada por escasas intervenciones performáticas. Entre una acción y la otra esa noche pasaron por la sala y por la calle unas 35.000 personas. Terminó en el Abasto a la una de la mañana del domingo. La apertura, como el cierre, apunta a la generación de nuevos públicos. ¿Cuántos de ellos que participan de estas fiestas luego entrarán a un sala? No lo sabemos.
Como viene sucediendo desde 1997, cuando se hizo la primera edición del FIBA, el festival que actualmente dirige artísticamente Federico Irazábal generó algunos cuestionamientos por parte de la comunidad escénica. No está mal, es parte de su capital, de su historia, del sentido de pertenencia de la comunidad escénica. Queda como desafío que la pulsión de generar nuevos públicos no termine descuidando a su público cautivo, a su masa crítica.
Los números del acontecimiento
185.000
Es la cantidad de espectadores que pasaron por el festival, lo cual implica un crecimiento de 5000 espectadores en relación con el año pasado.
60 millones
Fue el presupuesto que dispuso el Ministerio de Cultura. Es la misma cifra que invirtió el año pasado. Contando la inflación interanual, implica una inversión inferior a la de 2019.
14
Fue la cantidad de obras internacionales. El año anterior habían llegado a la ciudad nueve montajes, el número más bajo en la historia del festival.
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