FIBA. Señal de alarma: desde Italia, una advertencia sobre la manipulación
Un perturbador trabajo interactivo que deja al público movilizado
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(Italia) Autores: Elio Germano, Chiara Lagani. Intérprete: Elio Germano. Dirección: Elio Germano, Omar Rashid. Sala: Centro Experimental del Teatro Colón. Duración: 70 minutos. NUESTRA OPINIÓN: Buena.
Los creadores italianos de Señal de alarma optaron por divulgar su trabajo a través de la realidad virtual. Por eso en el espacio del Centro Experimental del Teatro Colón las sillas que ocupan los espectadores están dispuestas de una manera particular. Separadas por una distancia de aproximadamente un metro el público ingresa a la sala, conducido por un asistente, hasta su butaca. Allí se le entrega un equipo tecnológico que debe colocarse sobre su cabeza hasta la altura de los ojos y, a la vez, un par de auriculares para seguir la acción del espectáculo.
Lo que se ve es la filmación de una función de la pieza Mi batalla, realizada en un pequeño teatro y que posee una activa participación de los espectadores. El actor Elio Germano interpreta un monólogo generando una fuerte empatía con la platea. El texto comienza analizando algunos aspectos de la vida cotidiana de cualquier individuo que utiliza las redes sociales como elemento de comunicación e información. El protagonista trata de demostrar de qué manera eso va haciéndole perder algo de su verdadera identidad a las personas y va por más. “¿Qué pasaría si dejamos de lado el estilo de vida que llevamos y todos nos vamos a vivir a una isla?”, propone luego. Para ello deberíamos darnos un nivel de organización que posibilite, a esa pequeña comunidad que armamos, desarrollarse dentro de unos marcos democráticos posibles.
Y aquí Elio Germano comienza a explicar cuáles fueron las desventuras por las que ha venido atravesando la sociedad italiana a lo largo de los últimos tiempos. En muchos casos, no son disímiles a las de otras poblaciones del mundo. El monologuista, que a través de sus reflexiones va encontrando la adhesión de los espectadores, quienes se manifiestan con aplausos o breves comentarios que aprueban sus diversas opiniones, termina transformándose en un gran manipulador. Al cabo de algo más de una hora de función terminará demostrando que la única posibilidad para salir del caos político en el que se vive, será adherir a una fuerza política enraizada en la más extrema derecha.
Ahí la experiencia se torna sumamente inquietante. La sensación que se experimenta es de una profunda soledad, más allá del rechazo ideológico que muchos puedan sentir y hasta puede aparecer la necesidad de escapar de esa sala para poder reflexionar acerca de lo que acaba de verse, escucharse, con un profundo sentimiento de repudio.
Elio Germano es un magnífico intérprete que no solo despliega su monólogo con una capacidad histriónica notable, sino que, además, va atrapando al público con sus palabras mientras pone ejemplos acerca de como deberíamos buscar una forma de vida mejor. En muchos tramos utiliza un humor muy corrosivo y en otros, de una ingenuidad casi clownesca.
En tanto espectador quien sigue el espectáculo de manera virtual, con su cabeza atrapada por ese equipo tecnológico a través del cual observa los acontecimientos que se exponen, comienza a sentir una profunda incomodidad y hasta algo de asfixia. Las preguntas que aparece son, ¿a dónde me lleva este hombre? ¿qué pensamientos quiere imponerme? Si todo comenzó como un juego que se iba tornando divertido porque estoy asistiendo a una propuesta, casi antiteatral, que termina demostrándome que ciertos valores del nazismo están activos y pueden atraparme hoy.
Más allá de las diversas sensaciones que puedan experimentarse a lo largo del trabajo, Señal de alarma no es más que un proyecto que intenta advertir a los ciudadanos sobre la existencia de unas personas que, utilizando unos discursos con los que en principio uno podría sentir cierta adhesión, ellos pueden conducirnos hacia un mundo que quebraría con todo orden democrático y hasta al que podríamos acercarnos confiando en que nos aportará una estructura de vida más solidaria. Si –detenidamente y sin fanatismos–, analizamos algunos momentos de la historia universal, descubriremos que solo nos están proponiendo involucrarnos con el dolor y en la destrucción.
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