FIBA: la apertura del festival habló de amor ante burbujas de espectadores en 25 autos
Comizi d´amore, el documental de Pasolini, tuvo su versión teatral
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Si hace apenas un año se anunciaba que en un futuro no muy lejano, el Festival que reúne a las artes escénicas, esas que son capaces de combinar el espacio y el tiempo de forma sincrónica con la platea y la escena, sería en su gran mayoría de forma virtual se diría que no, que no puede ser. Que ese futuro distópico, de llegar, tardaría unas décadas. Así las cosas, extrañas, impredecibles, el Festival Internacional de Buenos Aires de este 2021 -que tiene solo una certeza: no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy- arrancó en la noche de ayer con un espectáculo para unos pocos próximos y unos infinitos distantes. ¿Ya es trillado hablar de la virtualidad? ¿Ya se naturalizó la distancia física? ¿Ya no duele ni hace ruido que el teatro sea a través de una pantalla?
De la mano de la palabra “híbrido”, pronunciada hace unos pocos meses por el Complejo Teatral de Buenos Aires que muy certeramente encontró la manera de denominar lo imposible, las artes escénicas se fusionaron aún más con las pantallas. Y entonces lo que sucede en un sitio puede ser visto desde todos. Por eso, Comizi d’amore, abrió anoche el FIBA de dos maneras: a la vieja usanza -¿es antiguo hablar de la necesidad física y presente para referirse a las artes escénicas o es un debate superado?-, esa que reclama una platea atenta y activa pero que en tiempos de Covid necesitaba una nueva modalidad. Por eso, el escenógrafo italiano Emanuele Sinisi diseñó un dispositivo, PandemicTheatre, que tuvo su prueba de fuego en Mandarine Cultural Tent (dentro del Complejo Punta Carrasco) anoche: solo unos 25 autos conformando un círculo y ocupados por espectadores que entre sí son burbuja (otra palabra que perdió su simpatía para volverse sanitaria), y que son los encargados de iluminar la escena en algunos momentos. Los privilegiados del aquí y ahora son pocos; inversamente proporcional a los que son los espectadores remotos que se pueden conectar a través de la plataforma Vivamos Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. De todos modos, no fueron más de cien las computadoras conectadas en vivo. Dato curioso. ¿Será que a un año de falta de teatros lo virtual no le llega ni a los talones y empieza a dar muestras de agotamiento o simplemente es falta costumbre?
Comizi d´amore trae al presente al director de cine, escritor y poeta italiano Pier Paolo Pasolini, que en unos pocos días cumpliría sus 99 años si no fuese por la despiadada y temprana muerte que encontró a sus 53 en circunstancias todavía poco claras. La compañía italiana Kepler-452, fundada en 2015 en Bologna, se inspiró en el documental homónimo de Pasolini estrenado en el Festival de Locarno en 1964. A Pasolini ya lo desvelaba la idea del amor no justamente en términos muy hollywoodianos y románticos sino más bien todo lo contrario; por eso su documental buscaba que los italianos hablen del sexo y llegar así a una encuesta lo más verdadera posible sobre el amor. Faltarían unos pocos años para que sea prácticamente censurado en su tierra y que abdique su rol de cineasta con un manifiesto y su última película, extremadamente dura, como fue Saló o los 120 días de Sodoma. Ironías del destino, ¿lo habrá previsto Sinisi?, Pasolini retorna al extraño tiempo presente en un estacionamiento visto y reflejado por autos; el último lugar que lo vio vivo cuando murió atropellado por un auto en un estacionamiento.
Kepler-452 se ocupó de trasponer este lenguaje cinematográfico al híbridamente teatral en coproducción con el Ciclo ITALIA XXI presentado por el Teatro Coliseo y el Istituto Italiano di Cultura. En sus redes sociales, sorprendidos y emocionados de que el FIBA de todos modos se lleve a cabo, los integrantes de esta compañía, Paola Aiello, Enrico Baraldi, Nicola Borghesi , escribían desde Italia: “Lo primero que hicimos fue elegir de qué hablaríamos. La respuesta es fácil: de amor. Con gente tan lejana que nunca veremos en vivo, solo podemos entendernos hablando de amor. Lo segundo fue buscar a alguien que pudiera ser parte de nuestro equipo en Buenos Aires, dos Kepler adicionales”. Y así se explica entonces la unión con los artistas escénicos locales Martín de Goycoechea, también forma parte del elenco, y Gonzalo Facundo López. Luego fue el turno del casting: todos no profesionales. Felipe de Goycoechea Quinn, Jimena Carol, Olga Elba Cruci y Stefy Fernandez Requeijo que, como suele suceder en los espectáculos de esta compañía, hablan de sus propias biografías. Una especie de biodrama, autoficción. Y entonces las preguntas del documental pasoliano se reformulan en esta ocasión para narrar historias personales ficcionadas. Uno a uno narrará sus primeras experiencias sexuales, sus desencuentros, sus amores. Sus frustraciones. Mientras, Martín de Goycoechea funciona como presentador disparando preguntas que los pocos espectadores desde sus autos pueden ir respondiendo afirmativamente encendiendo las luces y con la oscuridad para indicar un no. ¿Han estado enamorados? ¿Saben qué es el sadismo? ¿Y el masoquismo?
Por momentos, el hilo se pierde un poco y los nervios del elenco se vuelven protagonistas en una escena despojada, que no contiene ni resguarda. Un lugar grande, al aire libre, sin escenografía. Es cierto, el entorno es natural, como sus historias. Lo más verdaderas posibles y la pregunta “¿de qué sirve el teatro si no podemos entrar en escena?” suena contundente, pero en otros momentos cuando el presentador grita a los cuatro vientos que son solo una pobre obra pandémica se instala un duro vacío existencial.
¿Qué pensaría Pasolini sobre estos tiempos marcados por palabras como aislamiento, distancia social, tapabocas, virtualidad, tan feroces, desoladoras y gélidas para los encuentros de los cuerpos?
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