FIBA: Fernando Rubio frente a la violencia de género
Desde hace cuatro años el director y performer argentino Fernando Rubio vive en Río de Janeiro. Desde allí proyecta su trabajo hacia distintas ciudades del mundo. Sus investigaciones dramáticas que resignifican el espacio escénico y, sobre todo, la relación con los espectadores circulan anualmente por las más diversas ciudades europeas.
El creador de experiencias como Pueden dejar lo que quieran, Todo lo que está a mi lado o El tiempo entre nosotros, regresó a Buenos Aires para montar en El Cultural San Martín su último proyecto, Yo no muero, ya no más, que se podrá ver en el marco del FIBA el sábado y el domingo a las 19.
El espectáculo comenzó a gestarse en 2016. La dirección de la Comedia Nacional de Uruguay le encomendó a Rubio dar forma a un trabajo que reflexionara sobre el tema violencia de género. La intención era trabajar sobre una cuestión que está muy presente en el cotidiano de la sociedad y a la vez imprimir otro carácter a la programación del elenco oficial, acostumbrado a trabajar sobre textos clásicos y contemporáneos dentro de una sala.
El espectáculo se estrenó ese año en Montevideo, en la explanada del teatro Solís y luego se presentó en diferentes localidades uruguayas donde los espectadores no están muy acostumbrados a participar de actividades artísticas. En 2018 formó parte del Festival Cena Brasil en Río de Janeiro y ahora llega a Buenos Aires. Está interpretado por Gabo Correa, Andrea Nussembaum, Jorge Prado, Silvina Sabater, Pablo Gasloli, Sofia Palomino y Nayla Pose
"Concebir esta experiencia –cuenta Fernando Rubio- no fue fácil, sobre todo en términos emocionales. Empecé a revisar profunda y honestamente este tema desde mi experiencia como hombre, no solo revisando las cosas que he vivido, que tengo dentro de mi propia historia, sino viendo qué podía absorber de las historias de otros. Hay algo necesario en esta época que me obliga a detenerme en mi lugar como hombre. Eso excede a ciertas cuestiones estéticas relacionadas con los materiales que utilizo en la obra. Analizo quién soy yo contando esto, reflexionando sobre un espacio crítico no solo como artista sino también como persona, como algo indivisible".
El director no aporta muchas pistas respecto de los sucesos en los que reparó para construir un texto que lo obligó a realizar diversos estudios e investigaciones y, sobre todo, a reparar en relatos de diferentes personas. Según comenta, la propuesta se revitaliza en cada lugar en el que se representa. "Cada contexto tiene lamentablemente su propias tragedias – dice-, como las que sucedían en Brasil el año pasado mientras estábamos ensayando la obra o las que acontecieron en Montevideo. Las que suceden acá empezarán a afectar algunas zonas de la pieza. Si bien su estructura no cambia hay zonas de revisión, fragmentos del texto que parecen permanentemente en movimiento".
El patio que lleva al ingreso a El Cultural San Martín está intervenido. En el centro se ha construido un cubo de paredes traslúcidas. En su interior el piso es de tierra. Allí adentro se sucederán unos acontecimientos que el espectador seguirá desde afuera.
"En primer lugar apareció la idea de un espacio escénico que permitiera investigar sobre las paredes – explica el director-. Muchas veces a través de ellas podemos escuchar cosas pero nunca verlas. En ese proceso de abrir las paredes de un cuarto aparecía la posibilidad de enmudecer dentro pero poder ver qué es lo que allí está sucediendo permanentemente. La idea de un cuarto enrarecido con piso de tierra. El cubo es la habitación pero a la vez un símbolo de protección". En la obra se va desarrollando también la idea de que se hace necesario construir un espacio donde aparezca la posibilidad de una transformación, un lugar protegido, que nos pertenezca a todos y que nadie pueda desarmar, deshabilitar.
Un texto asoma al final, "Yo no muero más". Una mujer narra que estaba escrito en una de las paredes de un edifico abandonado. Esa frase conduce el desarrollo de toda la textualidad del material y de todas las acciones. "Acciones que tienen lugar de diferentes maneras - comenta Rubio- y con una estética muy singular. Me parece que esa enunciación encierra un deseo y un pedido de auxilio al mismo tiempo. Hay un dolor ahí. Hay una reivindicación pero a la vez asoma esa cosa casi absurda, las mujeres tienen que salir a manifestar, luchar por la vida. Se ha naturalizado una violencia que no se puede tolerar más, que es urgente no tolerar más. La obra intenta provocar eso y hacerse cargo de esa urgencia".
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