FIBA 2022: Darwin inconsolabile, batalla filosófica para dormir espectadores
A pesar de los buenos trabajos interpretativos, la obra de Lucía Calamaro naufraga en divagues y se pierde el propósito primigenio
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★★ Texto y dirección: Lucía Calamaro. Intérpretes: Riccardo Goretti, Gioia Salvatori, Simona Senzacqua, Maria Grazia Sughi. Asesoría de dirección: Paola Atzeni. Diseño de iluminación: Stefano Damasco. Producción: Sardegna Teatro, CSS, Teatro Stabile di Innovazione del Friuli Venezia Giulia, Teatro di Roma. Teatro: Regio, Córdoba 6056. Funciones: hoy y mañana, a las 18. Duración: 90 minutos. En italiano, con subtítulos.
Escenario casi vacío, con pocos elementos: una cama ortopédica, changuitos de supermercado cargados de mercadería y no mucho más. Y eso no es porque los intérpretes vayan a aprovechar al máximo la enorme superficie del escenario del Regio, por el contrario... deambularán prácticamente por el centro, en un radio limitado donde la palabra será la pretendida protagonista y la acción será la gran ausente. El disparador argumental de Darwin inconsolabile es la figura de una madre octagenaria que finge el camino a su final y también su propia muerte. Tal como lo practican varios animales del planeta como los opossum (comadrejas o zarigüeyas, según el país), algunas serpientes, aves e insectos: la tanatosis. A partir del anuncio de la mujer a sus hijos sobre su corazón que carretea y va camino a un desenlace obligado, ellos se reúnen preocupados. Y aquí se dispara más que una obra teatral un debate filosófico, antropológico y ambientalista escrito por la prestigiosa directora y dramaturga italiana Lucía Calamaro. El asunto es que toda esa verba, toda esa carga de teorías sirven apenas para dibujar un poco las personalidades de estos tres hermanos que, de algún modo, se descubren por este hecho puntual.
Precisamente, esa idea de representación de la muerte no es más que la mismísima representación de la representación. Es decir, un disparador teatral fantástico, pero que se pierde por los múltiples caminos que la dramaturgia abre. Sólo a través de la “muerta” impostora, estos cuatro seres se unen, interactúan e intercambian teorías ambientalistas, filosóficas o literarias que van por sus propias sendas. Por momentos ni se escuchan. Y así desfilan nombres como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Chico Mendes, Timothy Morton o Donna Haraway que abren múltiples posibilidades de reflexiones y divagues. La batalla intelectual entre esos hermanos impide una acción real sobre el escenario.
La obra tiene momentos de mucho humor, sí, pero se extiende innecesariamente en discursivas sin salida que irremediablemente conducen al tedio. Sería peor si no estuvieran en escena estos cuatro intérpretes talentosos (Riccardo Goretti, Gioia Salvatori, Simona Senzacqua, Maria Grazia Sughi). La puesta en escena de Calamaro es casi un ejercicio teatral sin montaje. Hay chispazos sumamente interesantes como la confrontación metafórica entre el ambientalismo con fundamento, el ecologismo político y las teorías disparatadas; o la contundente comparación entre el comportamiento de los humanos y el de los elefantes. Pero las causas y consecuencias de las relaciones humanas e interfamiliares, que tal vez sea el foco de la cuestión, quedan envueltas en una bruma de pretensiones intelectuales.
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