Festival de Avignon: denuncias y polémicas en la apertura del encuentro teatral más glamoroso de Europa
Durante la apertura del prestigioso cónclave, la propuesta de la española Angélica Liddell, quien estuvo en Buenos Aires en 2011, despertó el malestar de la crítica teatral francesa por su actitud en escena
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Antes de pasar a la polémica, vale la pena recrear el entorno en donde se produjo: el sábado a la noche se realizó la apertura del Festival de Avignon. Fundado en 1947 por Jean Vilar, el encuentro que tiene lugar en la bella ciudad del sur francés se ha transformado en uno de los festivales más importantes del mundo. Su actual director artístico es el portugués Thiago Rodrígues, actor y director que estuvo el año pasado en el marco del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) y que es el primer extranjero en diseñar la programación de este festival en que se presentarán trabajos de los argentinos Lola Arias, Mariano Pensotti y Tiziano Cruz. Vilar presentó la 78° edición en los siguientes términos: “Este encuentro es un momento vital de descubrimiento de lo desconocido, de despertar de los sentidos, de amor a la diferencia, de debate sobre los desafíos de nuestro tiempo (...). Amamos las artes escénicas y compartimos ese amor con nuestro público. Y ese amor combativo debe ser celebrado”.
Para la apertura del festival, a la cual asiste lo más granado de la elite europea, programó en el monumental Patio de Honor del Palacio de los Papas un espectáculo de la española Angélica Liddell. El estreno mundial de Dämon generó en el mismo momento y al día siguiente una amplia repercusión. Hubo denuncias, intercambios de opiniones y una especie de grieta entre la artista y la crítica francesa. Aquello que adelantaba el curador portugués sobre un encuentro vital para el descubrimiento de lo desconocido tomó otras densidades, otras entidades.
Para la obra, Liddell se inspiró en el cineasta sueco Ingmar Bergman, que escribió el guion de su funeral como si se tratase de su última obra maestra. En escena, la intérprete española “invita a contemplar nuestras fantasías enterradas y nuestros terrores no contados”, anticipaba el programa. Según las crónicas en los medios, en el montaje convive un intérprete vestido de Papa con música electrónica, sombras sobre muros góticos con referencias históricas y los propios fantasmas de la creadora. Pero en un momento, la creadora arremetió contra los periodistas especializados que la critican. En la escena llamada Humillación, recitó extractos de las críticas que los profesionales, la mayoría de prensa gráfica, escribieron sobre ella. Para dejar en claro lo dicho, menciona a los diarios y a los nombres de los críticos de medios como Le Figaro, Le Monde o Libération. Encarando a las 2000 personas que la observaban, preguntó si alguno de ellos estaba presente. finalmente, se levantó su pollera y le mostró el trasero al público.
Querellas
Los ecos no se hicieron esperar. Al otro día, Stéphane Capron, periodista francés, querelló a la artista por “injurias públicas”. Según un cable de AFP, le reprocha a la directora haber citado fragmentos de sus antiguos artículos publicados en Sceneweb hace una década. El periodista asegura que otros colegas ridiculizados no fueron insultados, y pidió “que las injurias sean retiradas del espectáculo hasta el final del Festival de Avignon”. El diario El Mundo, de España, agrega que el crítico François Capron, de France Inter, y a quien Liddell llama “cabrón” (por el juego de palabras con su apellido), también presentó una demanda contra la española. Según la crítica de Le Monde, Joëlle Gayot, el momento en el que la creadora muestra sus nalgas al público, es su respuesta grosera a quienes las artista considera que no están a su altura. “¿Por qué seguir escribiendo sobre alguien que te lincha en vivo?”, se pregunta.
El director del festival declaró a la agencia AFP que “las palabras expresadas en el escenario como parte de un proyecto artístico no pueden considerarse como una posición del festival”. De paso, recordó que Avignon “defiende la libertad de creación, la libertad de expresión y la libertad de prensa” y que su posición es “no interferir en la integridad de las obras presentadas”.
Como era de imaginar, también habló la creadora española. Durante una conferencia de prensa realizada al día siguiente explicó que su “odio hacia los críticos”, que según ella “comparte” con el cineasta sueco Ingmar Bergman, fue la fuente de inspiración de este montaje que tiene previsto otras funciones en grandes escenarios europeos. “Mi obra es una bofetada a los críticos y, de hecho, me gustaría poder dar físicamente esta bofetada a todas esas personas que, impunemente y de manera banal, me han hecho daño -declaró-. No puedo hacer eso físicamente (...); pero tampoco sería posible porque la gente presentaría una denuncia contra mí y terminaría en la cárcel”.
La escena que generó el debate tiene cierta semejanza a cuando el Grupo Krapp, en la jornada de cierre del FIBA de hace años, en un pasaje de Réquiem leyó fragmentos de críticas y comentarios aparecidos en medios periodísticos. Pero, más allá de dichos e ironías internas que circularon en el momento, aquello no pasó a mayores. En 2011, la creadora española trajo al porteño Teatro San Martín la obra Yo no soy bonita. Se la presentó en estos términos: “Es una obra en la que Liddell ofrece su cuerpo como materia y como agente para cuestionar y desmitificar los roles que les toca representar a las mujeres en una sociedad violenta”.
Días antes de su estreno, la polémica creadora decía a LA NACION: “La violencia de la que hablo está fundamentalmente en mi infancia, pero considero que los métodos que utilizo para hablar de ella no son violentos. La violencia está en mi memoria y el resto son elementos estéticos. Esa sangre real que brota de mi cuerpo de función en función es simplemente una materia expresiva más, como puedo utilizar la tierra o lo que sea (...). Lo único que intento es que la gente sea capaz de ejercitar la compasión, la piedad y que pueda comprender mejor al mundo”.
Elogiada como criticada por el público como por los medios, hay algo que cierto: los trabajos Angélica Liddell no pasan inadvertidos.
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