Fernando Rubio, un creador y dos desafíos: vivir en Río de Janeiro y hacer teatro íntimo en tiempos de distanciamiento
Desde hace seis años el director y performer argentino Fernando Rubio vive en Río de Janeiro, una ciudad colapsada en la que día a día aumenta su número de contagiados y de muertos por Covid-19 mientras crece el conflicto político producto de las polémicas medidas que adopta el presidente brasileño Jair Bolsonaro. A lo largo de la extensa trayectoria de este creador sus investigaciones vienen resignificando al espacio escénico y, sobre todo, la relación con los espectadores llevándola al límite del acercamiento, como compartir una cama con una actriz por unos minutos.
Desde hace tiempo el creador de obras como Pueden dejar lo que quieran, Todo lo que está a mi lado, El tiempo entre nosotros o Yo no muero, ya no más se vienen presentando en festivales internacionales y museos del mundo. Claro que desde el 13 de marzo su micromundo es su casa en Río de Janeiro. "Estoy acá por mi hijo, de no ser así ya me hubiera ido. Es que no me gusta vivir en un país militarizado, todo se pone muy preocupante -explica en diálogo con LA NACION- Igual aclaro que la cuarentena en Río no no es como en Buenos Aires porque hay una zona de libre albedrío muy difusa. Y este escenario sanitario colapsado sucede en medio de una política cultural que viene en caída libre desde el gobierno anterior, lo cual generó que todo el sector cultural se haya posicionado muy fuertemente tanto contra el anterior gobierno como el de Bolsonaro. En el contexto actual la Ministra de Cultura de Brasil está ausente, no representa al colectivo mientras vamos hacia el cierre de la actividad escénica de la ciudad. En mi caso, aún siendo muy crítico con la política cultural de mi país, nunca viví algo así. En Brasil está en peligro la posibilidad de seguir haciendo cosas, está en peligro la libertad de expresión. Si le sumás al coronavirus el efecto es verdaderamente explosivo".
Rubio llegó a Brasil en 2014, "ya con un país en crisis", comenta y agrega: "Y todo fue empeorando en este tiempo. En Río la comunidad teatral está muy pendiente de la lógica televisiva, en contraposición a lo que sucede en San Pablo, cuyas búsquedas están ligadas a lo contemporáneo, a lo experimental; pero sea en un lugar como en el otro no hay ayuda estatal y disminuyeron las ayudas vía mecenazgo. El panorama es caótico. En Río hay dos o tres salas alternativas que podrían tener algún parecido a las salas porteñas que van en camino a perderse. Todo es muy desolador".
Ante este escenario desfavorable podría haber otro ligado a su propia búsqueda artística. Las propuestas de Fernando Rubio están vinculadas con el contacto íntimo del público con el perfomer en experiencias que tienen lugar por fuera de la típica arquitectura teatral. Esas experiencias son las que vienen girando por los escenarios de los grandes festivales internacionales. Se podría imaginar que está frente al peor escenario en tiempos de distanciamiento social, tapabocas y manos con olor a alcohol. Sin embargo, él considera que está frente al mejor escenario.
"Esta situación potencia mi búsqueda, mi obsesión por la otredad, por cómo acercarse a las personas, por la reflexión sobre los espacios que ocupamos, sobre quiénes somos en relación a quienes conocemos. En mi caso eso se confirma más que nunca mi búsqueda más allá de que en este momento tenga infinidad de preguntas. Desde 1998 vengo indagando ese camino que ahora, reconozco, se puso en crisis. Pero hay un montón de artistas que desde hace 50 años vienen montando experiencias escénicas por fuera de un teatro. El mismo teatro isabelino se hizo en carretas. O sea, para los que incluimos al público en nuestras narrativas eso siempre fue una preocupación latente y en este momento es ver de qué manea evoluciona ese vínculo en estos tiempos de distanciamiento social. No todo es un abismo. O la sensación del abismo es lo que nos va a permitir seguir construyendo".
Todo lo que está a mi lado es un proyecto performático que estrenó hace 8 años y que ya lleva un recorrido por 30 parajes del mundo. Esa propuesta fue galardonada con seis premios en el prestigioso Lift Festival londinense y en el Festival TAC de Valladolid. El procedimiento, si se quiere, es simple: son de siete a diez camas en las que, en cada una, hay una actriz que dice un mismo texto a un único espectador que decide acostarse a su lado. El texto remite a una experiencia de Fernando Rubio cuando era niño. "En la introducción se habla del primer momento en el que esa persona se quedó sola. Y viene un silencio largo para que ese otro se escuche y detone pensamientos, emociones debajo de la sábana blanca junto a la actriz", apuntaba el año pasado antes de que la experiencia se montara en el Festival de Otoño de Madrid.
El recorrido de Todo lo que está a mi lado empezó en Punta Arenas, sur de Chile, y de ahí pasó a Uruguay y a Holanda. Esa vez las camas estuvieron ubicadas en un lago y se accedía a ellas en botes. En Santiago de Chile se presentó en una vieja estación de tren. En Santa Clara de Cuba, no había dinero para los colchones y se hizo sin ellos. En Nueva York lo montaron en el puente de la calle 45, que fue el lugar de batalla de la comunidad gay en los ochenta. En Atenas se montó en una galería de libros usados abandona. En Londres, en un pasillo que une dos edificios futuristas del poder económico y frente al Támesis. En Italia, las siete camas se ubicaron frente a unas ruinas romanas. En San Martín de los Andes, en un bosque que fue cementerio mapuche. Para la puesta en Singapur juntó a actrices que habían intervenido en otras puestas. Este año la acción performática iba a continuar sumando millas, pero ya sabemos que el imaginario global esta definido por otras métricas.
Desde el otro lado de la línea ahora dice: "Yo venía con el deseo de juntar a las actrices de los 30 elencos. La obligada virtualidad me permitió pensar en una plataforma en la cual convivan las 30 experiencias juntas. Ya hice hace poco una experiencia de prueba para un festival peruano con María Abadi, que había formado parte del elenco cuando presentamos Todo lo que está a mi lado en la plazoleta del Teatro Colón; y fue precioso porque todo se resignificó. No es la reproducción de algo que hice, es poner el cuerpo. Me queda claro que la obra en vivo es otra experiencia pero pienso a esta nueva versión como desprendimiento o una evolución hacia otra forma de continuar su recorrido. Lo que me queda claro es que no podemos detenernos".
Así es como desde mediados del mes próximo desde su página se tendrá acceso a muchas fotos de mujeres con la cabeza apoyada en la almohada. El espectador elegirá la actriz a partir del criterio de búsqueda (idioma, zona horaria, interés específico por una actriz, por la sonoridad de un idioma que se desconoce, o por simple capricho) hará su reserva y recibirá un instructivo que pide, entre otros puntos, ir hacia una cama o a algún lugar en donde pueda acostarse en soledad para escuchar ese texto que ya ha sonado en tantos otros idiomas. Luego podrá dejar sus impresiones que se sumarán a las impresiones de cuando esta acción perfomática estaba regida por el contacto íntimo en medio de paisajes urbanos o naturales frente a la mirada de otros. Así es como desde una ciudad con las camas hospitalarias colapsadas Todo lo que está a mi lado seguirá su ruta en territorios de lo virtual.
En septiembre Fernando Rubio debería estar presentando un montaje en Italia. "Pero me pregunto, ¿me dejarán salir de Brasil o me dejarán entrar a Italia viniendo de Brasil. Ahora mismo estoy ensayando otro propuesta para Ecuador, justo Ecuador... No sabremos qué pasará. Estamos ante una situación de enorme vulnerabilidad. Yo tengo otros resortes económicos para mantenerme (mis tutorías, mi colaboración con la Unsam, mis clases en la IUNA) pero mi soporte principal siempre fueron los festivales internacionales. Todo eso se cayó. Las ayudas del Gobierno siempre son bien recibidas, pero no son sustanciales para vivir seas director, performer, productor o escenógrafo", cuenta el creador que, ante la pandemia, su primera reacción fue el temor, la parálisis, pero aún al enfrentarse a la sensación de abismo entendió que no podía detenerse.
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