Felicitas Kamien presenta diferentes facetas de un personaje único
Tres actrices interpretan a Vassa Zheleznova, de Máximo Gorki
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Todo el mundo del teatro se ha reciclado a partir de las limitaciones y las nuevas exigencias provocadas por la pandemia. En el caso de Felicitas Kamien, la crisis abrió una oportunidad, la de explorar un lenguaje novedoso para ella. Autora y directora de obras con muy buena repercusión en el circuito alternativo como El cisne y Alfa, Kamien fue convocada por Eva Halac para dirigir en el Teatro Regio Vassa Zheleznova, obra de Máximo Gorki, uno de los nombres claves del realismo socialista. Pero llegó el coronavirus, el plan quedó congelado por unos cuantos meses y apareció la posibilidad de reciclar el proyecto con un formato alternativo mientras duren las restricciones en teatros públicos. La idea original de la puesta quedó para más adelante, pero ya está disponible en la web oficial del Complejo Teatral Buenos Aires (CTBA) y en Vivamoscultura.com.ar, un trabajo audiovisual concebido con otra lógica, destinada en principio a responder un interrogante -¿Cómo es Vassa Zheleznova?- y apoyada en los ensayos que la directora llevó a cabo con tres muy buenas actrices que abordan al mismo personaje: Stella Galazzi, Marta Haller y Maiamar Abrodos componen, cada una con su impronta personal, a una mujer orgullosa pero también agobiada que pretende conservar su poder en un entorno muy complicado. Enfrentada con un círculo familiar al que considera lisa y llanamente “una caterva de inútiles”, Vassa pelea por mantener un control general que, se respira, empieza a escapársele de la manos.
La experiencia es interesante por varias razones: permite entender cabalmente cómo cada una de las actrices protagónicas tiñe con su estilo particular al personaje, revela algunas de las estrategias de una directora muy comprometida con su trabajo -una intimidad a la que el público normalmente no tiene acceso- y permite el lucimiento de Pigu Gómez, encargado de la dirección audiovisual, con la colaboración de Néstor Mazzini en la edición. Es, en definitiva, un avance atrapante que provoca el deseo de una obra futura.
Anabella Bacigalupo, Victoria Cipriota, Julián Cabrera y Javier Pedersoli completan el elenco convocado por Kamien para trabajar en este proyecto que se transformó en el primer mojón de un camino al que le queda mucho recorrido pendiente. Ver Buscando a Vassa sirve como prueba sumaria de que todavía queda mucha tela para cortar. Como se suele decir, esto recién empieza...
“La verdad es que cuando recibí la convocatoria me sorprendió. Fue mi primera reacción porque nunca había dirigido en una sala del CTBA, con tiempos y recursos diferentes a los que suelo tener en el teatro independiente -explica Kamien-. Era un aterrizaje en un planeta nuevo que me inquietaba bastante. No sabía si podía y tampoco si quería. Finalmente me animé, y ahora estoy feliz con el resultado. La obra es muy particular porque tiene dos versiones: una que Gorki publicó en 1910 y otra que publicó en 1935, después de la revolución del ’17, con la misma protagonista pero unos cuantos cambios en la historia y en el resto de los personajes. Yo armé, con Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob, una versión nueva, utilizando elementos de las dos. El material me interesó mucho porque se trata de entramado familiar que empieza a deshilacharse, algo que yo vengo trabajando hace rato en mis obras”.
-¿Qué tomaste en cuenta para armar el elenco, especialmente en los casos de las tres actrices que asumen el rol de Vassa?
-En realidad encontré rápido el elenco que quería, salvo la protagonista... Vassa es una bestia de mujer, un personaje muy contundente, muy singular. Y es el centro de la obra. No era fácil encontrar a la actriz adecuada. Cuando estaba en medio de ese proceso, tratando de dar con la actriz indicada para el papel, nos hicieron la propuesta de producir un audiovisual que tenga relación con la obra y otra vez entré en pánico (risas). Nunca había hecho algo así y no me sentía segura. Pero me animé y ahí sí me puse a buscar a la protagonista con más decisión. Y de pronto se nos ocurrió la idea de elaborar un registro de las distintas maneras en la que tres actrices muy diferentes abordan, investigan y representan a un mismo personaje en una misma escena. Me gustó tanto lo que logramos que pienso usarlo cuando podamos hacer la obra en el Regio. Nunca había pensado en montar un proyecto de esta envergadura en términos audiovisuales, no es el terreno por que yo me suelo mover. Pero estoy agradecida por la propuesta porque terminé aprendiendo muchísimo.
-¿Qué clase de mujer es Vassa?
-Una mujer muy fuerte, muy orgullosa y muy trabajadora. Llena de energía, pero que sufre una situación dolorosa porque quiere proteger y controlar a sus hijos y eso empieza a tambalear. Es una matrona controladora en medio de una crisis emocional muy poderosa, una bomba a punto de explotar.
-Estás acostumbrada a dirigir actores y actrices pero acá el desafío era muy distinto al que plantea una obra de teatro convencional. ¿Cómo lo fuiste resolviendo?
-El trabajo de Pigu Gomez fue fundamental. Fue mi socio en todo el proceso. Yo le pedí especialmente que no hagamos algo que parezca teatro filmado, quería deliberadamente alejarme de eso. Y juntos fuimos amasando la idea. Pigu hizo un trabajo de interpretación de lo que yo necesitaba generoso y muy acertado. Trabajamos sin guion y al principio yo estaba un poco desconcertada, pero muy rápido entendimos que lo que estábamos produciendo iba como piña. Yo hice producción audiovisual mucho tiempo, tengo set de cine encima, pero no en el rol de directora. Más allá de eso, creo que cuando en los ensayos empezó a pasar algo poderoso con la improvisación de los actores me sentí mucho más segura. Dije “bueno, por fin llegué a casa, voy a hacer pie acá y después iremos acomodando el trabajo de cámara”. Y lo que pasó es que la cámara se acomodó a nuestras necesidades, a lo que nos pedía la actuación, que es algo que no pasa mucho en el cine, por ejemplo.
-Hace poco fuiste una de las protagonistas de la obra Palmeras. ¿Te sentís igual de cómoda como actriz y como directora?
-Me voy moviendo en relación a las oportunidades que aparecen. A mí me gusta la actuación. Dirijo para estar en contacto con la actuación, esa es mi zona de confort. Y dirijo más actores que piezas, por decirlo de un modo directo. La de Palmeras fue una gran experiencia, pero no la veo tan separada de lo que hago cuando dirijo. Son dos caras de una misma moneda. Sí trato de ir encontrando dónde me voy parando en cada proyecto, busco cómo colocarme mejor con mis compañeros de acuerdo al rol que me toca. En algún momento me preocupó que un espacio le gane al otro, pero ya lo vivo mucho más relajada. Estoy más blanda con eso.
-¿Y cómo vivís esta época de distanciamiento obligado y nuevas reglas para la vida cotidiana y para el teatro?
-Estoy muy sorprendida con la relación que vengo teniendo con la incertidumbre. Lo cierto es que no sé qué voy a hacer en marzo: si voy a dar clases presenciales o virtuales, si voy a empezar un proyecto como actriz que anda dando vueltas, si voy a hacer más funciones de Alfa, si voy a poder estrenar pronto la versión “presencial” de Vassa Zheleznova en el Regio... La idea de reinventar mi actividad artística, de buscarle la vuelta a la virtualidad para trabajar con alumnos, como actriz o como directora me da un poco de pavor. El único ejercicio posible es el de aguantarme la conciencia de no saber cómo será el futuro.
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