El actor, que irrumpió en el under de los años 80 y que se transformó en una celebridad en la televisión, recorre su historia, habla de su hijo músico y explica por qué ahora presenta su mejor espectáculo después de alejarse del medio
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Ni el frío ni la llovizna amedrentan al público de Favio Posca que asiste en masa al Paseo La Plaza un sábado a la noche. Allí el actor se maneja como pez en el agua: desde hace 30 años ese espacio es su segunda casa. Con su verba filosa y el temperamento arrollador presenta Transensual, un espectáculo que no da respiro, con una ametralladora de irreverencia y humor. Desde el minuto uno aparece el código compartido con los espectadores: solo hay que dejarse llevar por esa catarata de personajes rabiosos que juegan siempre al límite. Después de Angelito y de Pitito, el último que entra en escena es El Perro, un clásico de sus espectáculos, recibido como si se tratara de una estrella de rock.
Unos días después, en la templanza de un bar de Colegiales, el clima es completamente diferente. La adrenalina de las criaturas de Posca cede lugar a las reflexiones de su creador. Se lo ve relajado, de muy buen humor, compartiendo ideas sobre su presente. Sostiene sin vueltas que Transensual es su mejor espectáculo, que logró una síntesis como artista y como persona, y que la fusión le permitió explorar un show más puro. Él lo explica de esta forma: “Antes linkeaba a la performance desde un lugar más salvaje, distanciado del amor. Me costaba acercarme al abrazo, a la gente. A medida que lo fui trabajando, abrí puertas para descubrir quién soy y eso también me potenció como artista. La vulnerabilidad del amor es alucinante, antes creía que era debilidad”.
El cambio tuvo una raíz nítida: el actor que formó parte del under teatral, que hizo sus primeras armas televisivas en De la cabeza –en América TV, la precuela de Cha cha cha– y Del Tomate –en Canal 9, con varios actores que venían del Parakultural–, que fue la gran bestia pop de Nico, el programa en horario prime time de Nicolás Repetto por Telefé, que combinó ficción en tele y en cine, teatro para niños y que condujo programas en radio, entró en una fuerte crisis personal en 2020 que lo llevó a abandonar la actuación. “Me pasó algo muy loco. Después de décadas, un día sentí que había perdido las ganas. Empecé un camino de introspección, no de depresión, pero no quería volver. Es más: tenía decidido no pisar más escenarios. Me ofrecían obras, leía guiones, nada me entusiasmaba y no quería apurarme a volver si no lo sentía. Tenía un vacío total”.
Cuando se le pregunta si llegó a pelearse con sus propias criaturas en medio de la crisis, el actor no duda: “No me peleé, pero hubo una desconexión total. No las sentía, lo vivía como una separación. En un momento, hice esta reflexión: ¿Qué pensarán ellas? Quizás quieren volver, pero yo no”. El camino de regreso arrancó de la manera más insospechada. Según cuenta, el comentario de una chica que se acercó a saludarlo fue el detonante: “Me dijo que no pierda la chispa; ella fue como un ángel, su frase me empezó a despertar del hechizo, porque justamente había perdido el deseo”.
A partir de ahí, muy despacio, Favio reconectó con sus pasiones: primero lo hizo con la música, volviendo a componer, y después, sí, con la actuación y con los textos. “Rearmé mi vida de a poco, fue un largo proceso”, explica sobre este impasse que le demandó cuatro años. “Por eso, este espectáculo es como nacer de nuevo. Hoy, siento que volví a cero después de más de 30 años a full y sin detenerme haciendo mil cosas”.
De los sótanos a las luces del centro
A los 57 años, Favio Posca tiene una larga historia como trotamundos. Este marplatense criado en la ciudad cordobesa de La Falda regresó de adolescente a su pago natal, que fue la plataforma para lanzar su carrera como actor. Casi en las antípodas de lo que proyectan sus criaturas, se formó rigurosamente en varias disciplinas para llevar adelante su trayectoria: estudió pantomima, acrobacia, actuación, danza. “Siempre fui muy obsesivo con el estudio, me anoté en todos los cursos posibles. Me formé para hacer lo que quiero con el cuerpo y con la voz. Fue clave para conocer mi motor, saber cómo manejarlo y cuál es su potencial”.
En paralelo, desembarcó en Capital, donde se transformó en una figura destacada de la efervescente escena teatral de fines de los años 80 y comienzos de los 90. Llegó a conocer desde adentro aquella visceral movida en el Parakultural, en el Centro Cultural Rojas, en Paladium.
–¿Tuviste maestros?
–No. Admiro a algunos actores, pero no en todas las películas que filmaron. Estudié métodos de actuación, hice clásicos en el Teatro San Martín, investigué a los grandes, pero siempre fui muy outsider.
–¿Cuál fue tu primer unipersonal?
–Yo llegué a Buenos Aires en 1987 y en el verano de ese año hice mi primer espectáculo en Mar del Plata. Duraba 40 minutos y se produjo tal batacazo que me nominaron a premios. La gente preguntaba: ¿quién es este freak? Yo no entendía nada. Ahí arrancó todo, con mis personajes y siempre con la música como pilar.
–¿Subyace algo del under en tu nuevo espectáculo?
–Yo siempre voy a ser el mismo salvaje, por más que esté en el mainstream. Lo que pasa es que ahora soy un salvaje con mucha tecnología, buenas luces y sonido. Podría volver a un sótano tranquilamente, sería un flash y me encontraría bien. Yo atesoro la explosión creativa que existió en ese momento, la tracción a sangre, las propuestas.
–¿En qué momento se produjo tu salto a la popularidad?
–Yo ya había hecho programas televisivos, como De la cabeza y Del tomate, pero todo explotó cuando me incorporé al programa de Nico Repetto. Imaginate: él hacía 30 puntos de rating al mediodía por Telefe. Me dio la gran oportunidad con mis personajes, que eran totalmente anti televisivos…
–¿Le pusiste límites a tus criaturas en la tele?
–El límite era la coherencia de estar en la pantalla. No perdía la esencia, pero no era lo mismo que en el teatro. Me acuerdo que grababa para la tele a las 9 de la mañana: mi intervención no podía superar los tres minutos. Pablito Codevilla, que era el productor, me decía: “Favito, tenemos que grabar de nuevo. Te excediste, hiciste dos segundos de más”. Yo inventaba historias increíbles, pero las hacía visibles para la tele. Siempre fui muy ubicado, hubiera sido un loco si hacía lo mismo que en el teatro.
–¿Y por qué duraste tan poco en el programa de Susana Giménez?
–Con Susana yo le daba vida a Pitito, un tipo entrañable, pero en el canal lo cortaron a los cuatro programas. Preferí renunciar al contrato cuando lo sacaron del aire, aunque me ofrecían hacer otros personajes. Se fue Pitito y me fui yo. Duró poquísimo, pero increíblemente en España cosechó muchos fans.
–También hiciste durante años ficción en Polka. ¿Extrañás ese momento?
–No extraño, pero cuando recuerdo lo hermoso que fue, sonrío. Me encanta haber vivido la época de oro de ficción de Polka, haber logrado que la gente conecte con mis creaciones. No extraño en el sentido de que siempre me adapto a lo nuevo, vivo el presente y voy para adelante. Es más: volvería a hacer ficción, pero no cualquier ficción. Si no me interesa, prefiero decir que no.
–¿Sos muy selectivo a la hora de elegir propuestas?
–Sí, porque cuando uno se equivoca con la elección, no te devuelve nada. Me pasó un par de veces de hacer tele y arrepentirme. No era culpa de nadie, era que yo no me sentía cómodo. El tema de la plata siempre fue secundario, aunque vivo de la actuación.
–¿Cómo funcionó el teatro frente a tus trabajos en el cine, la tele y la radio?
–El teatro es mi casa, es donde más exploto, donde más me conocen, donde estoy en vivo. De todas formas, me gusta todo lo otro. Durante 10 años hice radio en la FM Rock & Pop y llevé artistas tremendos que en ese momento ni se conocían: Miranda!, Victoria Mil, Francisco Bochatón, Carca. La radio también es mi casa, pero me expreso mejor en teatro. Ahí entro en trance, vivo el presente mil por mil.
Melómano y comprador compulsivo
Entre el teatro y el rock Posca habla de su otra gran pasión: la música. Puede estar un largo rato rememorando los viejos tiempos en que viajaba por el país viendo festivales de rock o también es capaz de detenerse a analizar al más ignoto grupo alemán de electrónica. Comprador compulsivo de vinilos, explica que estudió canto, que toca la batería y la guitarra y que, sobre todo, le gusta componer. Parecería que la música está en sus genes: detalla que su madre es pianista aficionada y que a los 94 años le sigue mandando grabaciones suyas tocando el teclado desde Mar del Plata. También dice que su hijo, Rocco Posca, de 25 años, continúa con el linaje artístico: con tres discos editados y una destacada participación en la exitosa película La sociedad de la nieve, sobre la tragedia de los Andes, donde interpreta a uno de los 16 sobrevivientes, se perfila en el medio con nombre propio.
–¿Le das consejos a tu hijo?
–Tenemos una relación hermosa. Roquito es lo más. Hace música desde hace un montón y de la mano de la actuación lo reconocen mucho. Vive en Traslasierra, en el medio del monte, y toca por todo el mundo. Siempre me hace escuchar sus canciones y le hago comentarios, pero me cuido porque opino desde un lugar propio y por ahí estoy equivocado.
–Y en un sentido complementario, ¿Rocco te alimenta de novedades musicales?
–Totalmente. Él eleva las canciones de mis shows, porque me ayuda desde hace algunos años. En este espectáculo hizo coros y guitarras en tres temas.
–Tu otra hija vive en Alemania. ¿Se hace difícil estar a tanta distancia?
–Manuela es psicóloga y trabaja en salud mental. Se casó con un chef danés y juntos se radicaron en Berlín. Obvio que los extraño un montón, pero uno tiene que darse cuenta que si tus hijos son felices, el nido vacío no existe. Nido vacío es cuando no querés que hagan la suya para tenerlos cerca. Igual a veces pongo un vinilo y lo saco al toque, porque me da nostalgia. Tengo que poner punk-rock para aturdirme (se ríe).
Por último, el actor anuncia que Transensual agotó las localidades para las funciones que quedan de septiembre, y que en octubre ya pusieron nuevas entradas en venta. “Hoy, mi mentalidad no es estar tres años en cartel como antes. Ahora es un paso a paso, sin perder la chispa. Estoy dejándome sentir, en el momento en que quiera parar, pararé. Por ahora seguimos adelante porque es un show muy gozoso, como si empezara una nueva carrera”.
Para agendar
Transensual. En el Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660). Funciones: viernes y sábados, a las 21.45
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