Fátima 100%: una propuesta que revalida el talento de su protagonista, pero que se empantana en la “grieta”
En el espectáculo, que es el gran éxito del verano marplatense, se destacan las presencias del periodista Marcelo Polino y del experto en stand up Julián La Bruna, quienes generan momentos hilarantes
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Fátima 100%. Dirección: Fátima Florez. Libro: Fátima Florez y Sergio Marco. Protagonistas: Fátima Florez, Marcelo Polino y Julián La Bruna. Coreografía: Fátima Florez. Producción: Guillermo Marín. Sala: Roxy (San Luis 1750, Mar del Plata). Funciones: martes y miércoles 21.30, jueves a sábados 21.00 y 23.30, domingos 21.30. Duración: 100 minutos. Nuestra opinión: buena.
Que Fátima Florez es una virtuosa está fuera de toda discusión. Tanto, como su llegada al público, a esta altura del partido, una platea de verdaderos fanáticos que logran agotar las entradas de su espectáculo en cada una de las funciones y que le festejan cada salida a escena.
Si bien en Fátima 100% -tal el nombre de la propuesta- la imitadora apela a todo su histrionismo y “transpira la camiseta” a lo largo de casi dos horas, hay algo del orden de la conformación del show que no termina de redondearse, como esas recetas con sabrosos ingredientes, pero no del todo sazonados.
En primer lugar, el espectáculo carece de un ordenamiento conceptual, convirtiéndose en una sucesión de números que hasta podrían cambiar su orden de manera aleatoria. Está claro que se trata de una idea conformada por cuadros independientes -al estilo de un music hall o del teatro de revista-, pero también en estos géneros se produce un in crescendo del impacto tanto en el rango de los contenidos como del campo visual.
Fátima Florez abre el show irrumpiendo en escena colgada desde las alturas, artilugio que no repetirá y que, incluso, resultará más atractivo que el mismísimo cuadro final, que se supone que debe tener la mayor grandilocuencia.
En esa primera escena, la artista estrena su caracterización de la referente del pop Taylor Swift, quizás un desacierto, ya que un gran porcentaje del público pertenece a un grupo etario que desconoce a esta cantante. Ni siquiera hay una introducción para anunciar la identidad del personaje. Una imitación de alguien que puede resultar ignoto -a pesar de la trascendencia del mismo- pierde gran parte de su valía.
El otro estreno de la artista es la caracterización de su novio, el presidente Javier Milei. Minuciosa, Florez hasta apela a lentes de contacto del color de ojos del imitado. Este tramo del espectáculo permite cierta “bajada de línea” en torno a la defensa de algunas de las ideas libertarias del mandatario, con los infaltables “no hay plata” y “viva la libertad, carajo”.
Minutos después, cuando ingresa a escena la muy lograda imitación de Cristina Fernández de Kirchner –un “caballito de batalla” de la artista- también se esgrime una postura ideológica, pero con una mirada crítica hacia el personaje en cuestión y jugando con el argumento de una “libertad condicional” a partir del ideario de la casa de Gran hermano. Innecesariamente, Fátima Florez toma partido. Tratándose de la pareja del Presidente de la Nación, hubiera sido más prudente de su parte no empantanarse en la “grieta” y tomar distancia de estas cuestiones.
Lo mejor se da cuando sorprende con sus imitaciones sin ningún tipo de caracterización. La perfección para reproducir las voces y el mero cambio de postura corporal permiten “ver” al personaje real. Así sucede con Yanina Latorre, Silvia Süller, Marixa Balli y Carmen Barbieri, quienes son personificadas a “cara lavada”. Dada la popularidad de estas criaturas, el momento es muy festejado.
También es muy interesante ver a Florez modificar su vestuario frente al público y en cuestión de segundos, artilugio al que apela cuando se transforma en Mirtha Legrand y en Susana Giménez, personaje que es aprovechado para repartir premios en la platea. Tanto este recurso como las publicidades que aparecen en pantalla durante el desarrollo del espectáculo son innecesarios, le restan elegancia y sutileza al show y le confieren atmósfera de kermese.
También Florez se pone en la piel de su admirado Michael Jackson, Tina Turner, Marilyn Monroe y Liza Minnelli -todos reconocidos en un primer vistazo- a través de escenas exquisitas y visualmente bellas.
La artista pone todo de sí en cada intervención, rompiendo -ya desde hace más de una década- con la tradición patriarcal a la hora de hacer humor. Sin generar ningún tipo de comparación, toma la posta de Niní Marshall, Gabriela Acher, Juana Molina o Edda Díaz, algunas de las pocas referentes femeninas del humor en nuestro país; aunque podría decirse que Fátima Florez marcó un insoslayable precedente de género en el mundo de la imitación. Un gran valor de su parte.
El periodista Marcelo Polino y Julián La Bruna, experto en stand up, monologan con mucha gracia. Polino desanda su historia de vida, se mofa de sus propias “desgracias” y hasta se atreve a confesar sus cirugías estéticas con enorme simpatía. Julián La Bruna maneja la escena como los dioses y es toda una revelación a la hora de robarles sonrisas a los espectadores con temáticas muy cercanas como, por ejemplo, la dinámica de las vacaciones.
La orquesta en vivo, por su parte, suena ajustada, sin estridencias. El cuerpo de baile -coreografiado por Florez- acompaña varios cuadros y el vestuario se ajusta a la diversidad y colorido del show.
El punto débil de Fátima 100% es la ausencia de un director y un puestista de escena. Si bien Fátima Florez se esgrime tal responsabilidad -lo mismo sucede con la coreografía-, lo cierto es que, dado todo lo que le exige la escena -con cambios de vestuario en pocos segundos y una continua sucesión de personajes- hubiera resultado más provechoso que contara con la mirada de un profesional que pudiera transitar el espectáculo tomando distancia del campo escénico. Por ejemplo, las “fugas” que realiza la imitadora no se ven limpias y dejan traslucir el backstage.
También se podrían haber potenciado los guiones con ideas más interesantes para desarrollar de parte de la intérprete. Los más de doscientos metros de pantalla y una muy buena iluminación enmarcan prolijamente al espectáculo generando situaciones de atmósfera atractiva.
Fátima Florez merecería tener detrás suyo a un riguroso equipo creativo y artístico interdisciplinario, esto estilizaría y le conferiría elegancia a su show, y potenciaría su valioso trabajo.
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