Eva Halac: "La libertad no se debe asociar con el que quema un barbijo"
Es una las creadoras más inquietas que ha dado el teatro porteño en las últimas décadas. Comenzó siendo una destacada titiritera que se animó a irrumpir en la escena descontracturada independiente de los años 80 con sus muñecos y que, poco a poco, logró ocupar un espacio muy importante dentro del campo dramatúrgico y también de la dirección. Desde la década del 90 las salas alternativas, comerciales u oficiales reciben sus proyectos con gran interés. Eva Halac es una mujer apasionada, reflexiva, fuerte investigadora a la hora de plantarse en un espacio escénico.
Dos proyectos le permitieron tener una fuerte actividad en los últimos meses. Ella tenía previsto estrenar en esta temporada, en el Complejo Teatral de Buenos Aires, Esto no está pasando –versión de Las manos sucias, de Jean Paul Sartre–, una pieza que le genera mucho interés desde que tenía 20 años y que iba a llevar a escena en el teatro Regio, sala de la cual es curadora. La pandemia imposibilitó llegar a buen puerto con la experiencia. Aunque ante la nueva modalidad de producción que diseñó el Complejo el trabajo tendrá una versión audiovisual, de veinte minutos, que se podrá ver durante noviembre.
A ello se sumó, dentro del mismo ámbito, la posibilidad de trabajar con el Grupo de Titiriteros del San Martín una versión de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, que se denominará Alicia en el teatro de las maravillas y que se dará a conocer, seguramente, a fines de octubre.
"Un grupo de actores ingresa a su primer ensayo con los textos en la mano – comenta la autora y directora respecto de su versión- y una de las actrices se queda dormida, se convierte en marioneta e ingresa en un planeta de códigos muy diferentes. En paralelo sigue la acción en la que veremos al director con sus actores desplegando reflexiones e interrogantes sobre la historia. Alicia simultáneamente logra convivir en los dos mundos de manera tal que cuando aparece emerge el mundo de marionetas, los actores quedan un poco reducidos a su entorno también. Es un trabajo que involucra tanto al teatro como al cine".
–¿Y a las marionetas?
–Las marionetas, en definitiva, son sujetos que llevan en sí la actuación de un humano. Las fronteras entre las distintas disciplinas me parece que ya han quedado un poco obsoletas. Sucede también con la frontera entre el teatro y el cine. Yo viví experimentando esos cruces. Pero desde hace mucho, incluso a la escenografía la concibo como parte de un espacio en constante reinvención. Trabajé mucho haciendo intervenciones urbanas, por ejemplo, donde el espectáculo se desarrollaba en miles de espacios diferentes y la verdad es que hace mucho tiempo que para mí el teatro es ese apropiarse, en el momento, no solo del espacio, sino de lo inesperado. Lo apasionante del vivo es esa aparición de lo inesperado. Ahí se hace presente el artista. Y eso involucra un cruce de materiales que provienen de universos diferentes. Me parece que el teatro es un poco eso. Empezar a crear es un placer porque justamente invento un planeta con un código propio que genera, a su vez, un constante lenguaje que se va derramando y que envuelve a los integrantes del equipo artístico en un devenir constante, devuelve un ángulo del camino distinto al imaginado previamente. Cuando cambiás el foco de visión se modifica la dinámica de la actuación, lo que llamamos escenografía, iluminación y la puesta en escena.
–Después de Alicia te vas a involucrar en un proyecto muy diferente, una obra de Sartre escrita a fines de la década del 40.
–Un texto que siempre me inquietó y que muestra al protagonista (Hugo) como un ser muy cándido. Ingresa en una organización con intenciones de buscar una trasformación social. La obra transcurre en el período de la Segunda Guerra, cuando aparece cierta necesidad del intelectual de ser parte de la acción y hay una gran ingenuidad en relación a lo que significa la política que es un sistema de alianzas donde todo idealismo se hace pedazos. Sartre tiene en otras obras, incluso, paradigmas que son más que políticos. Esta no es una obra política, tiene un gran contenido metafísico. Hay una gran observación de esa realidad como parte de una materia viscosa que no llega a ser del todo tangible. El elenco está conformado por Osmar Núñez, Michel Noher, Flor Torrente, Victoria Almeida, Nelson Rueda, Guillermo Aragonés y Juan Pablo Galimberti.
-Una pieza en la que se ponen en duda ciertos discursos sobre la realidad…
-Incluso se llega a dudar de la existencia de una realidad. Creo que ese enfoque más metafísico es muy atractivo. No es nuevo que la política y el mundo de las alianzas del poder vive modificando su discurso. Creo que es interesante el enfoque que le da Sartre porque esa mirada está echando luz sobre el gran abismo entre lo que el personaje cree de sí mismo, de sus posibilidades y lo que realmente ocurre en los términos fantásticos. Eso es muy actual. Esa permanente tensión que tenemos entre lo individual y lo social. Las ideas de justicia, de libertad. Esa mirada sobre nosotros mismos y la que nos devuelven los demás. Creo que hoy estamos viviendo un proceso que es un gran desafío inclusive para el artista. Alguien que inevitablemente es aliado del caos. Diría que es imposible trabajar sin esa posibilidad como se ve hoy, en el marco del discurso de la obediencia civil. Cómo manejar esa tensión.
-En una sociedad como la nuestra parecería muy difícil. Hay quienes dudan de que la emergencia sanitaria sea real y hasta lo expresan con mucha vehemencia.
-La libertad es bastante compleja y es individual y el artista no puede renunciar a esa idea ni tampoco creo que debamos asociar ese valor a un imbécil que quema un barbijo. Me parece que la posibilidad del interrogante, del debate, la discusión acerca de no poder ver en términos binarios la cuestión es importante. Y es parte del desafío. Incluso hasta para el teatrista. Sería interesante que así como en términos de género asoma esa apertura que propone salir de lo binario y ampliar el espectro, también se logre salir de lo binario en la cuestión que nos aqueja hace mucho tiempo que es esta grieta, esta mirada de unos y otros sobre buenos y malos, derecha e izquierda, fascismo y libertad. Me parece que ahí está el desafío de la cultura también.
-¿Te resulta difícil crear en las circunstancias actuales?
-No. Desde lo creativo el desafío es fabuloso, es bienvenido. Insisto, creo que lo inesperado es el material del artista. Poder renunciar a la seguridad. Es el lujo que se da el creador. El gran tema es el marco económico. Hoy creo que afecta mucho más a las personas que trabajaban en ficciones televisivas y en el teatro comercial. Donde había un sustento económico importante. Y obviamente complica a las personas que se han quedado sin sueldo y sin casa. Ese punto es mucho más grave. En definitiva, el teatro independiente hace tiempo que venía trabajando desde un panorama muy difícil desde lo económico y quizás esta es una oportunidad para poder resolver aquellos viejos temas, no los nuevos que se plantean en esta coyuntura y que en definitiva tienen que ver con el desafío creativo siempre.
-¿Cuáles serían esos viejos temas?
-En el teatro independiente en cuestiones de difusión hay mucho por resolver: la ausencia de créditos, la posibilidad del retorno de la cooperativa con producción, la posibilidad de tener productores más acordes que por otro lado justifiquen que una sala apueste a un espectáculo o que permitan tener más días de funciones semanales, que amortigüen la publicidad, la prensa. De hecho una encuesta que hizo Alternativa Teatral sobre quién es el público, decía que el público es básicamente de alto nivel adquisitivo, profesional y yo creo que, en definitiva, hay ahí una contradicción muy grande. Me parece que lo que llevó es a formatear el consumo de esa demanda y terminó perdiendo mucho espacio la experimentación. Incluso la propia necesidad de interrogarse sobre algunos temas. Empezó a aparecer un tipo de espectáculo, incluso en algunos casos, más parecido al teatro comercial. Creo que son temas del pasado precuarentena pero me parece que sería bueno empezar a discutirlos.
-¿El teatro oficial también influye en el crecimiento del teatro alternativo?
-Sí. Otro de los problemas del teatro independiente es la competencia desleal enorme con el teatro oficial. Por un lado desde los temas, desde la capacidad de oferta en búsqueda de ese público, en muchos casos termina perdiendo mucho riesgo. En la época gloriosa del teatro independiente no existía todo lo que hay hoy. Todos estos espacios financiados por el Estado que, a su vez, cobran entradas muy económicas y son realmente una competencia imposible. Si vamos a seguir debería haber una gran financiación para la actividad independiente ya que es imposible manejarse en los términos de competencia real. Pero bueno, son temas difíciles de hablar. Creo que tenemos algo atávico en nuestra sociedad que tiene que ver con una cultura asociada a un cristianismo muy primitivo para el cual el placer, el éxito económico, la búsqueda de vender entradas está asociado a un pecado empresarial. Estamos en este camino que a mi me resulta hasta divertido y esta es una gran ocasión para debatir, insisto. A mi me resulta muy extraño quienes son los que hacen el teatro, quienes son el público, cuáles son los temas. En general una de las envidias que siempre tengo con el periodista es que ellos tienen la licencia para preguntar. Yo vivo preguntando y la verdad es que me asombran las contradicciones que hay en esas figuras, entre las distintas puntas de esa geometría: la demanda, la oferta y el producto en sí.
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