Eugenio Barba: "Vivimos en un mundo en guerra, pero no nos damos cuenta"
El creador del Odin Teatret y la compañía danesa presentan una serie de workshops y la obra Las grandes ciudades bajo la luna
"Siempre digo que cometí un gran pecado al no morir joven. Al cabo de los años enfrenté diversas situaciones y logré superarlas. Eso me dio una especie de calma interior." La frase pertenece al reconocido maestro y director ítalo-danés Eugenio Barba, que llegó a Buenos Aires junto con su grupo Odin Teatret para realizar una serie de experiencias de trabajo junto con jóvenes alumnos argentinos.
Creador de una de las compañías más emblemáticas del mundo, lleva recorrido un largo camino en el que siempre han primado la investigación de técnicas de actuación, el trabajo sobre el espacio escénico y un profundo análisis de los contextos históricos en los cuales le ha tocado producir.
El Odin comenzó su labor en 1964. Desde entonces se mantiene activo, con la mayoría de su elenco original. En su sede de Holstebro, Dinamarca, forma nuevos discípulos y genera proyectos que se presentan anualmente en las más importantes capitales del mundo. Barba se ríe mientras cuenta que tienen 28 espectáculos en su repertorio. Algunos fueron creados cuando los intérpretes tenían 30 años. Hoy tienen 60 y los siguen representando. "Somos como el Teatro de Arte de Moscú", señala.
La Argentina tomó contacto con ellos, por primera vez, en 1986. La actriz Iben Naguel Rasmussen, junto con César Brié (entonces integrante del grupo), dio a conocer, en el Teatro San Martín, unas experiencias que conmovieron profundamente a los espectadores: Matrimonio con Dios, Luna y oscuridad y El país de Nod. Un año después toda la compañía se presentó en el Teatro Nacional Cervantes para mostrarEl evangelio de Oxyrhincus. La platea de la sala María Guerrero se levantó completamente para recrear el espacio que el espectáculo requería. Desde entonces sus encuentros con el público argentino se hicieron más frecuentes.
"Cuando llegamos por primera vez a la Argentina -dice Eugenio Barba-, la sensación fue que entrábamos en un espacio histórico que no nos pertenecía. Ustedes estaban saliendo de la dictadura militar, una experiencia que los europeos no habíamos vivido. Yo podía recordar los tiempos de la guerra civil en Italia, pero eso pertenecía a mi vivencia. Ahora, las diferencias entre las experiencias históricas no son tan alejadas entre nosotros. Nos entendemos de otra manera."
Al cabo de su historia, el Odin formó a distintas generaciones y siempre puso el acento en la tarea grupal. "En el 68 se produjo una gran explosión -explica el director-. Eso hizo que muchos grupos que buscaban algo diferente en materia teatral empezaran a mirarnos porque habíamos encontrado una serie de soluciones que los otros empezaron a aplicar, porque vivían en las mismas condiciones de pobreza física, económica, no estética, que nosotros."
-Aquella necesidad de agruparse para crear casi ha desaparecido. ¿Cómo analiza esta situación?
-Ahora, la tendencia es hacer proyectos. En los años 70, 80 y 90 la gente se juntaba, se ligaba a una ideología, a una visión del mundo que generaba una afinidad entre las personas. Podía ser una ideología teatral siguiendo los postulados de Jerzy Grotowski o Antonin Artaud. Eso falta hoy, aunque siempre hay una nueva generación que llega al teatro. Este arte ha perdido parte de su presencia en el campo del espectáculo. Se volvió minoritario. Para los jóvenes, el teatro representa una manera de socializar algo, a pesar de que lo que hacen no genera ondas expansivas. Ese temblor de tierra que nosotros vivimos la primera vez que vimos a Grotowski, Kazuo Ohno, Bob Wilson ha desaparecido de nuestro horizonte. Aunque las nuevas generaciones siguen creando.
-Esas expresiones respondían a un contexto de efervescencia creativa que ya no existe.
-Ésa fue la consecuencia del siglo XX que es lo que se llama la gran reforma, cuando Stanislavski, Meyerhold, Brecht, Artaud desarrollaron su trabajo. Hoy todo ese modelo único del teatro se desintegró y hay como islas. El teatro es un archipiélago. Lo importante es que todos esos maestros escribieron libros. Esos textos estimularon nuestra creación, aunque no hayamos visto sus espectáculos. Hoy no hay ningún director que lo haga.
-¿Y cómo ve a los jóvenes dentro de ese marco en el que algunas ausencias parecieran hacerse notar mucho?
-Tengo una gran suerte porque no estoy obligado a trabajar con ellos, no soy profesor en una universidad. Trabajo sólo con personas que hacen un largo camino hasta Dinamarca. Si tienen una verdadera motivación y la ponen a prueba, si aguantan el entrenamiento, después podemos llegar a firmar un contrato. No me preocupa la juventud porque ellos siempre saben encontrar soluciones. Nosotros fuimos jóvenes y las encontramos. Me resulta muy irritante cuando las generaciones mayores empiezan a decir: «Los jóvenes esto, los jóvenes aquello....». La primera exigencia es que les den posibilidades de trabajo, que puedan ganarse la vida con dignidad. En Europa, y supongo que aquí también, hay un gran desempleo y eso no ayuda a los jóvenes. Hay cambios tan importantes en nuestras sociedades que nosotros, al estar viviéndolos, no los vemos. Los robots, por ejemplo, están tomando cada vez más protagonismo. La clase media, dentro de veinte años, va a ser reemplazada por ellos. Hay transformaciones que van a cambiar la manera de vivir, de pensar y eso es algo que, confieso, lo observo, pero no logro darme cuenta de qué significa. También, porque no es mi problema.
-¿El teatro se está haciendo eco de esos cambios?
-Hay muchas compañías y teatros tradicionales que tocan temas relacionados con sus comunidades. Lo que es extraño es que vivimos en un mundo en guerra y no nos damos cuenta. Dinamarca envió soldados a Irak, por ejemplo. Algunos murieron, pero todo eso está escondido porque pasa afuera. Todo el tiempo la televisión, los periódicos hablan de esas guerras, pero no las vivimos. Aunque indirectamente recibimos las consecuencias, como en el caso de los refugiados. En algunos países disminuye el presupuesto para las escuelas porque hay que tener dinero para la guerra. Todo eso tiene una influencia directa, también, en nuestra manera de hacer teatro.
-¿Cuál es su proyecto de vida actualmente?
-Sé que me queda poco tiempo y pienso en cómo hacer para dejar una huella. Cuando era joven me acerqué a personas que eran leyenda. Eisenstein fue un gran guía para mí. Él había sido discípulo de Meyerhold. Cuando este último fue detenido por la policía, Eisenstein fue a su casa y rescató una serie de escritos, notas que había producido y los escondió. Eso para mí representa una leyenda. Eso me interesa. En el Odin hemos hecho un gran esfuerzo con un equipo de investigación para preservar nuestra experiencia. Hay materiales muy ricos. No sé quién va a verlos, tal vez dos o tres personas. Soy consciente de que mi deber es preservar todo eso para esa pequeña porción de profesionales que, en algún momento, busquen algo que vaya en contra del espíritu de su tiempo.
Las grandes ciudades bajo la luna
Dirección de Eugenio Barba
Teatro 25 de Mayo, Triunvirato 4444
Funciones, mañana y el jueves, a las 20; sábado, a las 18; domingo, a las 11