Estrenos de teatro. Querido Evan emociona y entretiene en la misma proporción
Un musical distinto que conmueve hasta las lágrimas con un nivel artístico inusual y un elenco sobresaliente en el que se destacan los trabajos de Máximo Meyer, Julia Zenko y Laura Conforte
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Libro: Steven Levenson. Letras y música: Benj Pasek y Justin Paul. Dirección general: Sebastián Irigo. Dirección musical: Tomás Mayer Wolf. Dirección vocal: Katie Viqueira. Intérpretes: Julia Zenko, Laura Conforte, Fabio Aste, Guido Balzaretti, Rocío Hernández, Mariel Percossi, Mariano Condolucci, Franco Valerga y Máximo Meyer. Músicos: Gaspar Scabuzzo, Gustavo Urkel, Ezequiel Giraldez, Andrés Rotmistrovsky, Fabián Piacquadio, David Mendoza, Eliseo Oreste y Juan Ferreras. Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez. Diseño audiovisual: Giselle Hauscarriaga. Iluminación: Gonzalo González. Vestuario: Gabriela Pietranera y Camila Pizarro. Sonido: Gastón Briski. Productor general: Pablo Del Campo. Teatro: Metropolitan Sura, Corrientes 1343. Funciones: jueves, a las 20.30; viernes, a las 20; sábados, a las 19.30 y a las 22.30; y domingos, a las 20. Duración: 140 minutos.
Hacía mucho tiempo que en Buenos Aires no se veía un musical donde todo, absolutamente todo, está bien. En Querido Evan la totalidad de los rubros, tanto artísticos (actuaciones y ejecución de instrumentos) como técnicos (sonido, luces, escenografía, vestuario, diseño audiovisual) es de excelencia y el resultado final no podría ser mejor. La versión local del famoso musical de Steven Levenson (libro) y Benj Pasek y Justin Paul (música y letras) no sólo alcanza el nivel del original de Broadway sino que lo supera en un ítem muy argentino: como generador de emociones. Lo que se ve sobre el escenario del Metropolitan durante 140 minutos (que se pasan volando) es de un compromiso y una factura inusual (tal vez comparable, pese a diferencias de estilo y temática, con lo alcanzado en Piaf, ese otro gran espectáculo musical que jerarquiza la cartelera porteña). En definitiva: además de entretener –misión primigenia de todo espectáculo–, la versión porteña de Dear Evan Hansen (tal el nombre original de la obra estrenada en los Estados Unidos, en 2015) hace pensar, conmociona y pone la vara muy alta para las producciones del género por venir.
Querido Evan se centra en la historia de Evan Hansen, un adolescente que sufre de un trastorno de ansiedad y que no consigue conectar ni con su madre, con quien convive, ni con sus compañeros de estudio, que lo excluyen y lo tratan de freak. El psicólogo que lo asiste con escucha y medicación le propone una tarea terapéutica al comenzar el último año de la secundaria: escribirse a sí mismo una carta de esperanza. Pero la carta, ya impresa, va a parar a las manos menos indicadas y su vida se transforma, de la noche a la mañana, en todo sentido; tanto para bien como para mal. Primero se convierte en el héroe del colegio, luego conoce el amor y después es prácticamente adoptado por la familia de su novia. No es cuestión de “spoilear” aquí lo que sucede después, pero se podría agregar que el argumento está inspirado en un hecho real: un incidente que tuvo lugar hace una década en un instituto de enseñanza media norteamericano, en el que un joven se inventa un papel importante en la tragedia familiar de un compañero…
Pese a su historia profunda y tan en conexión con lo que viven los adolescentes de hoy (que no sólo deben lidiar con la inseguridad propia de la edad sino también con la presión de las redes, que deciden quién está in o quién out con likes y no likes), Querido Evan no está planteado como una tragedia: podrá emocionar hasta las lágrimas, y está bien que así sea, pero también promueve la risa. A lo largo de un texto muy bien estructurado el humor campea en grandes dosis y ese es otro de los grandes méritos de la obra. De esta manera todo lo que se cuenta sobre el escenario, inclusive lo concerniente a un episodio de suicidio, resulta procesable y asimilable.
Uno de los puntos interesantes del espectáculo es cómo está utilizada la tecnología al servicio de la historia. A lo ancho y alto del gran escenario del Teatro Metropolitan aparecen y desaparecen paneles que dan soporte a las imágenes que se proyectan por la técnica del mapping (responsabilidad de Giselle Hauscarriaga), lo que provoca un efecto tan mágico como envolvente, que alcanza a buena parte de la platea y hace de Querido Evan una experiencia audiovisual impresionante. Otro ítem a destacar es el diseño de sonido (a cargo de Gastón Briski). A los actores se les entiende sin excepción cada palabra que dicen o cantan, algo que debería ser habitual pero que en las puestas locales de musicales foráneos es toda una rareza.
De todos modos, el alma y el corazón de esta puesta de Querido Evan es el elenco que da vida a los atribulados personajes de la trama. Lo de Máximo Meyer, a cargo del papel protagónico de Evan, es realmente consagratorio. Su actuación es sublime, logra emocionar y hacer reír al público en iguales proporciones, y cuando canta (afinadísimamente) los demandantes temas que le impone la partitura lo deja todo. No podría tener mejor compañera a su lado que Julia Zenko (un lujo para cualquier musical), como su madre. Juntos conforman una dupla ideal. La cantante/actriz le impone toda su ternura a Heidi, esa auxiliar de enfermería sobrecargada de trabajo, que debe hacer a la vez de madre y padre, y que se desespera por conectar con su hijo y rescatarlo del ostracismo. En el final, con un tema entre susurrado y a media voz, dedicado a su hijo, demuestra toda su calidad como intérprete y, sí, otra vez afloran las lágrimas entre los espectadores. Otra perla del elenco es Laura Conforte (la protagonista original de Casi normales, de los mismos productores de Querido Evan), quien interpreta a la madre de la novia de Evan, Cynthia Murphy. En esta ocasión el papel no le permite lucirse demasiado como cantante, pero sí como actriz y desde este rol vuelve a destacarse. El resto del elenco: Fabio Aste (el padre de la novia, Larry Murphy), Guido Balzaretti (el “amigo”, Connor Murphy), Rocío Hernández (la novia, Zoe Murphy), Mariel Percossi (la compañera, Alana) y Mariano Condoluci (el compañero, Jarred) se luce por igual y sería injusto destacar alguno por sobre los otros porque todos están excelentes. Mención aparte para el director Sebastián Irigo, quien logró amalgamar con ritmo y sensibilidad todas las piezas (las artísticas y las técnicas) de este complejo y maravilloso rompecabezas que constituye Querido Evan.
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