Estrenos de teatro. Potrillo Ben es una obra que requiere de un espectador atento para un texto elocuente
La pieza de Santiago Nader se acaba de estrenar en el Teatro Nacional Cervantes
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Autor y director: Santiago Nader. Intérpretes: Lucía Deca, Marcos Krivocapich y Federico Lehmann. Músicos en escena y diseño sonoro: Franco Calluso, Juliana Isas, Carola Zelaschi. Vestuario: Endi Ruiz. Movimiento y coreografía: Fioreya. Diseño audiovisual: Agustina Piñeiro. Iluminación y escenografía: Eli Sirlin. Asesoramiento y entrenamiento vocal: Verónica Gerez. Sala: Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Funciones: jueves a domingos, a las 21. Duración: 70 minutos.
Santiago Nader forma parte de una nueva generación de autores jóvenes, que viene proponiendo un estilo dramatúrgico muy atractivo en su forma de narrar aunque sumamente oscuro a la hora de mostrar aspectos de la sociedad de la que forma parte. Entre algunos de sus textos anteriores pueden citarse Garnett Kelly y el torso ganador y Hola casa de Aarón. Potrillo Ben (pieza con la que obtuvo el segundo premio en el XII Concurso Germán Rozenmacher de nueva dramaturgia, organizado por el FIBA y el Centro Cultural Ricardo Rojas) es un muy inquietante monólogo que da cuenta de la realidad de dos adolescentes homosexuales que al cabo de una jornada exponen con extrema crudeza el mundo asfixiante en el que viven y del que pocas posibilidades tienen de huir.
Eial comienza explicando que padece un problema de salud causado por haber consumido un producto de dudosa factura. Esto lo obliga a terminar en un hospital en el que no hay luz. Su recorrido hasta allí lo lleva a describir unas calles por las que transita, sucias, malolientes, en las que un policía lo detiene para revisar el contenido de su mochila con una actitud represora. “La ciudad es puro caballo enfermo”, aclara el personaje. Y mientras más avanza en su recorrido va dejando claro que cierta adicción a las drogas también viene dejando huellas en su cuerpo.
Después de su internación Eial se encuentra con Ben, otro adolescente con el que decide compartir un rato de su vida y pareciera abrirse allí una breve historia de amor que Potrillo Ben (así lo llama el protagonista) intenta manipular y que Eial acepta sin condicionamientos. Ben propone escapar del mundo, su nuevo amigo y amante afirma que él ya escapó. Dos seres extremadamente solos, tan pobres y tan tristes, vuelven a deambular por la ciudad pero un acto violento quiebra ese viaje de una manera inesperada.
En tanto director Nader decide que el relato sea compartido por tres intérpretes, Lucía Deca, Marcos Krivocapich y Federico Lehmann. Y al dar forma a ese juego algo de la historia de torna críptica para el espectador. Los actores resuelven con efectividad ciertas marcaciones físicas y hasta encuentran un ritmo exacto que va potenciando las relaciones entre ellos, pero no terminan de aportarle al texto esa profundidad conmovedora que posee. Con lo cual los acontecimientos parecerían desvanecerse una y otra vez.
Tres músicos (Franco Calluso, Juliana Isas, Carola Zelaschi) acompañan la acción de principio a fin y con mucha creatividad imponen un discurso intenso que hace que el espectáculo se transforme en una experiencia de una gran vitalidad.
Tanto la escenografía como la iluminación que propone Eli Sirlin resultan elementos muy contendores para esos personajes tan desangelados. Ese universo tan poético que desarrolla engrandece la historia. Ese cuento que reúne a estos adolescentes encuentra cierto espacio de brillantez que los hace trascender hasta desde un lugar ingenuo y muy entrañable.
Algo similar sucede con el diseño de vestuario de Endi Ruiz. Mientras los tres narradores visten ropas que parecen escapadas de un cuento infantil, los tres músicos poseen unos uniformes con muchas reminiscencias a aquellos que lucían ciertos militares rusos en tiempos pasados. Y esto último no hace más que reflejar ciertos costados opresivos que viven los personajes en su deambular por este mundo en el que les toca vivir. “El planeta es una madre reventada que trabaja y desfallece cuando no le reconocen sacrificios”, sintetiza Eial.
Potrillo Ben es un espectáculo que requiere de un espectador atento a la hora de seguir los pormenores de un texto muy elocuente, presentado con una notable calidad estética, pero que necesita que sus múltiples juegos de palabras lleguen a la platea de manera más convincente.
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