Estrenos de teatro. No te vayas con amor o sin él retrata las diferencias de clases en una puesta en escena débil
La pieza de Norman Briski pertenece al género del absurdo, pero la dirección de Romina Richi apuesta al realismo y ese camino no es el correcto.
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Autor: Norman Briski. Luces, escenografía y dirección: Romina Richi. Intérpretes: Leonora Balcarce, Lucila Mangone. Voz en off: Norman Briski. Vestuario: Julieta López Acosta. Sonido: Fernando Saldevilla. Asistentes de dirección: Juan Felice Astorga, Juan Manuel Cabrera. Sala: Paseo La Plaza, Corrientes 1660. Funciones: Viernes y Sábados, a las 19. Duración: 50 minutos.
En escena aparecen dos mujeres exaltadas. La patrona, discapacitada, desde su silla de ruedas realiza, sin sentido, algunas reflexiones sobre su espacio de poder y su mucama intenta desacreditarla, aunque sabe que poco conseguirá de esa ama que maneja un submundo corrupto que a ninguna de las dos le conviene develar.
Sus historias personales son muy distintas pero deben encontrar cierto equilibrio porque se necesitan. Una no es quien sin la otra. Mantienen una relación perversa que se retroalimenta continuamente porque cada una está muy satisfecha con lo que la otra aporta para que ese espacio que las contiene siga siendo el mismo. Hay hasta satisfacción en esa extraña manera de vincularse. La dueña de casa intenta imponer reglas, la empleada busca desafiar todas ellas y hace lo que cree que definirá su destino. Entre ambas no hay una comunicación verdadera, solo están ligadas por ciertos intereses personales que defienden con extrema pasión.
La pieza de Norman Briski posee una estructura algo caótica pero asoma en ella cierta influencia de Las criadas, de Jean Genet, o El arquitecto y el emperador de Asiria, de Fernando Arrabal. Un universo absurdista que sobresale por su provocación. Que exalta las diferencias de clase, que propone reflexionar sobre las conductas de unos seres que parecen escapados de la realidad.
La dirección de Romina Richi apuesta al realismo y ese camino no es el correcto. Se pierden en esa intención los valores fundamentales de cada personaje. Sus intérpretes no logran desplegar el verdadero sentido de sus actitudes frente al mundo que recrean y terminan apareciendo muy solas en escena. No construyen esa relación con la potencia necesaria.
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