Estrenos de teatro. Network, un espectáculo de alto impacto como hace mucho no se veía en la Argentina
Tecnología, muchos metros de pantalla, buenas actuaciones, en la milimétrica dirección de Corina Fiorillo
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Autor: Lee Hall (sobre un guión de Paddy Chayefsky). Versión local: Juan José Campanella. Dirección: Corina Fiorillo. Intérpretes: Florencia Peña, Coco Sily, Eduardo Blanco, César Bordón, Pablo Rago. Gaby Ferrero, Pablo Palavecino, Nacho De Santis, Charlie Nieto, Ana Padilla, Leo Bosio, Mercedes Torre, Santiago Lozano, Carlos Ledrag, Julián Marcove, Ángeles Clavijo, Pablo Covello, Juan Martín Calé, Tomás Claudio y Rocco Sáenz, entre otros. Escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Ariel del Mastro. Videos: Maxi Vecco. Sonido: Gastón Briski. Dirección de cámaras: Diego Suárez. Música: Federico Vilas. Vestuario: Mercedes Colombo. Teatro: Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125. Funciones: jueves y viernes, a las 20; sábados, a las 20.30; y domingos, a las 19.30. Duración: 120 minutos.
Network en cuanto film fue concebido como un drama intimista sobre el mundo de la televisión y la influencia que tienen sobre ella las corporaciones, con mucho de sátira y hasta de thriller. Network en cuanto obra de teatro es un espectáculo multimedia sobre ese drama, con mucho humor y parafernalia audiovisual. La versión argentina extrema la naturaleza original de la versión teatral y lleva la grandilocuencia hasta un nivel superlativo, con sus pro y sus contras.
La base de Network es muy buena: el guión original de Paddy Chayefsky, ganador del Oscar en 1977 (que se sumó a los otros tres que la película de Sidney Lumet obtuvo en esa temporada, todos en el rubro actuación). Sobre ese nivel de excelencia trabajó en el 2017 Lee Hall para concebir el libreto de la obra, que aquí fue adaptado por Juan José Campanella. Y como entre los diálogos del film y los de la pieza no existen grandes diferencias, el espectáculo estrenado esta semana en el Teatro Coliseo cuenta con un sostén único, en cuanto a inteligencia, agudeza e ingenio. Para colmo, todo lo que se escucha en el escenario, concebido de acuerdo a lo que sucedía en el seno de la sociedad norteamericana, en los años 70, resuena tan cercano y preciso que parece haber sido escrito para el entorno local, el mediático y el político.
Para quien no vio el histórico film de Sidney Lumet, protagonizado por Faye Dunaway, William Holden, Peter Finch y Robert Duvall , sin duda uno de los mejores de su época y de la historia del cine general, el argumento podría resumirse así: un día un veterano presentador de noticias de uno de los canales de mayor audiencia de los Estados Unidos, llamado Howard Beale, descubre que va a ser despedido. Lejos de aceptar la situación, primero amenaza con suicidarse al aire y luego –siempre en vivo, de cara a las cámaras- lanza una diatriba furiosa contra el stablishment que, para sorpresa de todos, resulta en un aumento explosivo del rating, y por eso es invitado a repetirla constantemente, programa tras programa. Esto le permite a la ambiciosa productora Diana Christensen desarrollar una programación escandalosa, basada en el sensacionalismo y en la falta de ética y escrúpulos. Luego, todo se descontrola cuando Beale apunta sus cañones contra la corporación dueña del canal y aún más allá.
En la versión local esta historia se desarrolla en el marco de una súper producción de un millón de dólares (obra y gracia de Diwan´s Entertainment Group y del mexicano Morris Gilbert). No se ha escatimado dinero para reproducir en el escenario un set de televisión y se nota. Paneles inmensos de pantallas led, distribuidos entre una planta alta y una baja, conviven con verdaderas cámaras de televisión, que lo registran todo y lo emiten en vivo, a veces ampliando detalles que desde la platea podrían perderse. Todo un hallazgo de puesta. Un detalle a rever, sin embargo, son las pantallas movibles, que dificultan la visión y comprensión de lo que allí se narra. Otro lujo es el sonido envolvente, que convierte a la sala en un estadio y a los espectadores en protagonistas principales de lo que acontece.
En ese marco tan tecnológico los intérpretes deben hacer lo suyo. Tarea nada fácil, por cierto. Primero porque el exceso tecnológico se presta a la dispersión y a los errores en escena, y porque, aunque no suceda ni una cosa ni la otra (como ocurrió en la función de prensa, donde todo se vio ajustadísimo), la tecnología siempre puede ser un motivo de competencia. No obstante, todos los actores –en mayor o menor medida- han sabido sortear el riesgo y salen airosos del desafío. Tanto los protagónicos –Florencia Peña, Coco Sily, Eduardo Blanco, César Bordón y Pablo Rago– como los de reparto –fundamentalmente Gaby Ferrero, Ana Padilla, Nacho De Santis, Charlie Nieto y Pablo Palavecino– ofrecen interpretaciones dotadas de mucha verdad y sentimiento, que trascienden la amplitud y la magnitud del ámbito. Sólo una escena pierde la batalla contra la grandilocuencia de la puesta: la de la separación del director del noticiero y su mujer, que en la película, y gracias a los primeros planos, resulta memorable. Mención aparte para Coco Sily, que, con muy poca experiencia previa en teatro de texto, se revela como un actor muy comprometido con su personaje, el atribulado Howard Beale, y lo lleva hasta las máximas alturas.
La factótum del proyecto y de que este barco tan ambicioso haya llegado a buen puerto es sin dudas la directora Corina Fiorillo, que supo conducir con maestría no sólo a los actores sino al equipo de 70 personas que hacen posible el espectáculo. A su lado contó con un verdadero dream team de profesionales, como hace años no reunía un emprendimiento local, entre ellos Jorge Ferrari (escenografía), Ariel del Mastro (iluminación), Maxi Vecco (videos), Gastón Briski (sonido), Diego Suárez (dirección de cámaras), Federico Vilas (música), Mercedes Colombo (vestuario) y Mecha Fernández (entrenamiento corporal). Entre todos logran un espectáculo de alto impacto, que seguramente con el correr de las funciones irán perfeccionando hasta alcanzar la excelencia.
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