Estrenos de teatro. Moconá, tierra de polacos expone de manera desgarradora una terrible realidad que se suele esconder
El texto de Valeria Baranchuk desnuda la venta de bebes en el norte argentino y la búsqueda de la identidad
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Dramaturgia: Valeria Baranchuk. Dirección: Carla Scatarelli. Intérpretes: Carlos Kaspar, Valeria Baranchuk, Agustín Daulte. Escenografía y diseño de luces: Pablo Calmet. Asistencia de dirección: Florencia Serra. Sala: El grito, Costa Rica 5459. Funciones: sábados, a las 20. Duración: 60 minutos.
Ubicada al noreste de la provincia de Misiones, la localidad de Moconá se encuentra en el límite con Brasil y no solo es conocida porque posee unos saltos de agua que provocan un fuerte interés turístico sino, además, por la elocuencia de su paisaje selvático. En ese marco la autora Valeria Baranchuk ubica la acción de su pieza caracterizada por un realismo descarnado que, no solo demuestra la hostilidad de ese paisaje sino, además, las cualidades de unos personajes que lo habitan y que parecerían vivir perdidos en un paraje en el que sobreviven en condiciones de extrema pobreza.
Un matrimonio atiende un almacén de ramos generales ubicado a la vera de una ruta mientras cría a un bebé recién nacido y esconde a otro hijo, que padece cierta malformación en su cuerpo, y eso los obliga a tenerlo escondido fuera de la casa. Un joven llega al lugar explicando que está interesado en comprar tierras en esa zona. Con la intención de conocer más de cerca ese territorio hace algunas preguntas que incomodan, sobre todo, al dueño de casa. Sus visitas comienzan a reiterarse y, poco a poco, el espectador irá descubriendo que el matrimonio vende a los hijos que va teniendo, a veces a través de un mediador que ayuda en la transacción. Los protagonistas viven esa situación de manera casi normal. Mientras la madre expone cierto dolor ante el acto de entrega de los niños, el hombre reconoce que el negocio les ayuda a vivir un poco mejor y que, por otro lado, para ellos resulta imposible criarlos dada la lamentable situación económica que padecen.
La historia de Baranchuk, aunque se desarrolla dentro de los marcos de una estructura pequeña, resulta extremadamente desgarradora. Y en ella conviven la triste realidad de estos pobladores con un tema no menor, como es la entrega de bebes a seres desconocidos suponiendo que con ellos tendrán, en el mejor de los casos, la posibilidad de llevar una vida mejor. Al menos eso se deja entrever a través de la personalidad de ese joven que llega de Buenos Aires y que, en verdad, no se acerca al lugar con la intención de adquirir tierras sino porque necesita conocer su propia identidad.
La dirección de Carla Scatarelli subraya con mucha intensidad las características de ese universo perverso en el que se han perdido los valores familiares y, claro está, también la dignidad personal de ese hombre y esa mujer que parecen haberse dejado encerrar en esa selva dispuesta a devorarse todo. Actoralmente los trabajos de Carlos Kaspar, Valeria Baranchuk y Agustín Daulte son muy elocuentes. Cada uno desarrolla con intensidad la conducta de esos personajes que plantan en escena con mucha seguridad y en un cruce de relaciones que aporta continuamente nuevas revelaciones acerca del accionar de cada uno y, sobre todo, ciertas contradicciones que asoman con fuerza en las personalidades de Baranchuk y Daulte. Ambos poseen unas enigmáticas figuras. La primera sufre el dolor de sus pérdidas escondiendo sus sentimientos y, a la vez, busca no contradecir la voluntad de su esposo. El joven intenta comprender algo de ese mundo del que lo han despojado y al que, en definitiva, decide no regresar.
Moconá, tierra de polacos es una experiencia extremadamente conmovedora que da cuenta de una realidad que poco se expone o preferentemente se esconde. Iluminar esta historia hace que el espectador, seguramente, se quede con muchas preguntas, a la vez que encontrará pocas respuestas.
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