Estrenos de teatro: Mi madre, mi novia y yo es una comedia costumbrista con un trío explosivo
Con el toque de Diego Reinhold en la dirección, Graciela Tenembaum, Sebastián Presta y Victoria Almeida se sacan chispas en esta lograda comedia sobre un joven que no puede elegir entre sus dos grandes amores
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Mi madre, mi novia y yo. Autora: Mechi Bove. Elenco: Sebastián Presta, Graciela Tenembaum y Victoria Almeida. Escenografía: Daniel Feijoo. Iluminación: Jorge Traferri. Vestuario: Marita Zarco. Música: Gastón Baremberg y Diego Olivero. Producción general: Luis Penna, Marcelo Giglio y Diego Djeredjian. Dirección: Diego Reinhold. Funciones: los jueves, a las 22; los viernes y los domingos, a las 19.30, y los sábados, a las 21.30, en el Paseo La Plaza, Corrientes 1660. Nuestra opinión: muy buena
Un trío amoroso. El más temible, el más apasionado. Dos mujeres opuestas y un hombre que no puede elegir. Podría ser dramático pero es una comedia con final feliz escrita por Mechi Bove y dirigida con la precisión y el humor que sabe dar Diego Reinhold a sus espectáculos.
Es Nochebuena y en la casa de barrio, Fernando, un soltero cuarentón, arma el arbolito. Está por llegar Leticia, su novia, ocasión aprovechada para presentarla a la mamá viuda. La historia romántica está presente: son dos enamorados que proyectan vivir juntos. En uno de los momentos más altos de la obra, cuentan cómo se conocieron con una canción mientras bailan, un ejemplo de síntesis teatral que el musical logra en pocos trazos. Gracias a esa escena, creemos en ese amor entre dos seres con pasados tan diferentes y también vemos a otro Fernando, la persona que es cuando se mueve fuera de la órbita materna.
Entre ambos, hay una madre sobreprotectora –’’me llamo Victoria, significa la que gana’', le dice a Leti– sentada sobre lo que considera propio por derecho natural, su único hijo que nunca se despegó de casa, que no cortó el lazo de hierro tendido por una mujer atada a mandatos que la hicieron muy infeliz. Acomplejado, Fernando soporta esa interminable noche la presión de dos realidades, la de la familia de origen con sus normas intransferibles, y la social, regida por otra tipo de mundanidad. Esa madre, un personaje de nuestro grotesco, al estilo Esperando la carroza, es la que tensa la cuerda sin dejar pasar ni una. Políticamente incorrecta, ‘’de otra generación’', no admite compartir a su bebé.
Gran elección del director darle este protagónico a Graciela Tenembaum: su Victoria es mordaz, irritante y continua generadora de incomodidades que solo se descomprimen con la risa. Es también mérito de la dirección que dos intérpretes con trayectorias tan diferentes como Vicky Almeida, vinculada a la formación teatral desde muy joven, y Sebastián Presta, humorista y comediante, se combinen sin fisuras. Los tres juegan el mismo juego, el de un espectáculo popular muy bien estructurado, con marcaciones claras y donde se nota que quienes lo hacen se divierten. El final, con fotos en la pantalla, es un cierre con la ternura que hacía falta después de la acidez.
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