Estrenos de teatro. Martín Bossi, de showman a hombre orquesta
Bossi Live Comedy es una nueva apuesta donde el humorista despliega su talento como actor, imitador, músico, cantante y bailarín
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Actuación, libro y dirección general: Martín Bossi. Dirección musical: Nelson Gesualdi. Dirección y puesta en escena: Pablo Fábregas. Luces: Roberto Traferri. Coreografía: Barby Majule. Escenografía: Lucila Rojo. Diseño de pantallas: Matías Otalora. Vestuario: Soledad Pini. Actriz/cantante invitada: Ana Paula Buljubasich. Músicos: Nelson Gesualdi, Francisco Cordima, Juan Cordima, Julián Santagada, Pablo Giménez, Naara Gómez. Teatro: Astral, Corrientes 1639. Funciones: jueves a domingos, a las 20.30; y sábados, a las 20.30 y 22.30. Duración: 120 minutos.
Ya lo había adelantado en una reciente entrevista con LA NACION. “Profundizaré la senda que emprendí hace unos años, la del showman, me despojaré de todas las máscaras y me mostraré más fiel a mí mismo que nunca, a lo que soy y a mis pensamientos”, dijo hace sólo unas semanas Martín Bossi. Con ese objetivo como guía, el artista da un paso más y en Bossi Live Comedy se revela como un hombre orquesta. Además de cantar, y de bailar frenéticamente, en el número de apertura de su nuevo espectáculo (que une la canción “Juego de seducción”, de Soda Stereo, con “Viejos vinagres”, de Sumo) toca el piano, el saxo y la guitarra eléctrica. Esto marca el tono de lo que sucederá a lo largo de las siguientes dos horas y sirve como registro de su notable crecimiento artístico post Kinky Boots (el musical que lo obligó a componer un personaje, vérselas con una partitura musical ambiciosa y seguir intrincadas coreografías).
Se podría decir que Bossi Live Comedy es primo hermano de su anterior show: Martín Bossi Comedy Tour, que estrenó con sumo éxito en la temporada marplatense de 2021-2022. Comparten una estructura similar, tanto artística como ideológica, pero el nuevo opus es más ambicioso. El diseño escenográfico de Lucila Rojo, que concibió un set de dos plantas para la banda de músicos acompañante (que ahora se amplió), y el de pantallas de Matías Otalora, que abarca distintos sectores del escenario, son impactantes. Y el libro del propio Bossi, a diferencia del anterior, que estaba impregnado del último coletazo de la pandemia, es menos melancólico (aunque sigue buceando en la historia cotidiana para rescatar aquellas costumbres que hacían felices a los argentinos, a riesgo de pretender que todo tiempo pasado fue mejor).
De todos modos, el punto fuerte del espectáculo es él mismo, haga lo que haga. Sus monólogos son incisivos y certeros, su modo de cantar es agradable y sus imitaciones (aunque las distribuya a cuentagotas) son insuperables. En algún momento dedicará una suerte de oda al romanticismo, en otro hará una reivindicación de la melodía en desmedro del actual reinado del ritmo. Y así, entre opinión y opinión (a la manera de un Lenny Bruce soft, aquel standapero norteamericano de los años 60 que inmortalizó Bob Fosse en su film Lenny), irá desgranando su artillería ideológica, que nunca es política (o al menos no partidaria). Antes, durante y después, interpreta fragmentos de una decena de temas variopintos (que siempre vienen a cuenta de lo que va dictando el libreto); entre ellos “Seguir viviendo sin tu amor”, de Luis Alberto Spinetta; “Tití me preguntó”, de Bad Bunny; “Prometo”, de Pablo Alborán; “Crímenes perfectos”, de Andrés Calamaro; “Felices los 4″, de Maluma; “Noelia”, de Nino Bravo; “Mabel”, de Pibes chorros; “Knocking on Heaven’s door”, de Guns N’Roses; “Y nos dieron las diez”, de Joaquín Sabina; y “La cobra”, de Jimena Barón.
El derrotero de temas le da pie para ejercer su poder de imitación, que, en honor a la verdad, es el recurso que provoca la reacción más inmediata y sostenida entre el público. Las mejores (aún sin máscaras ni ningún otro aditamento) son las que incluyen detalles críticos, como las de Bad Bunny y Maluma. Recién hacia el final de Bossi Live Comedy, el humorista se permite un trabajo de imitación más minucioso y completo. En el segmento dedicado a homenajear a Carlos Balá luce el famoso outfit de pantalón blanco y campera roja, que el ídolo de los grandes y niños usaba en la televisión, más una peluca que replica su famoso corte de pelo con flequillo, símil Beatles. No sólo se trata de un gran momento artístico (que incluye sus temas más recordados y todos sus latiguillos) sino del de mayor emoción de la noche (que remeda aquel tributo que Bossi, en compañía de Carna, le había hecho a Alberto Olmedo y Javier Portales en Bossi Master Show, en 2017). Después de este logrado segmento invita a la gente a rememorar cómo era aquello de bailar un lento, mirándose las caras. Por último insta a que todos que se abracen, en una suerte de cruzada contra la supremacía de los contactos virtuales y de campaña en favor de los lazos presenciales. Todos le hacen caso y él, cual pastor que acaba de evangelizar a sus feligreses, se despide feliz del escenario hasta el próximo encuentro.
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