Estrenos de teatro. Los últimos días de Lola Mora, según la mirada de Leandra Rodríguez
La prestigiosa diseñadora de luces volvió a su otra pasión, la dirección teatral; y aborda la vida de la reconocida escultora
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Muy reconocida por su labor dentro del campo del diseño lumínico, Leandra Rodríguez reparte su actividad, desde la década del 90, entre el teatro oficial, comercial y alternativo. Si bien esa labor le posibilita vivir de su trabajo y tomar contacto con múltiples proceso creativas de variada intensidad, hay un campo laboral que ha desarrollado con poca frecuencia, el de la dirección teatral.
Ella se formó en actuación y dirección en la Escuela Metropolitana de Teatro (EMAD) y egresó montando un proyecto ligado al universo de Samuel Beckett. Mientras cursaba trabajaba como boletera en el Teatro de la Campana cuyo operador de luces era Gonzalo Córdova. El creador en algún momento decidió renunciar a su trabajo y Leandra le propuso que le enseñara a operar porque de esa manera dejaba la boletería y tenía la posibilidad de ver los espectáculos que se montaban en la sala.
Y Córdova no solo aceptó la propuesta sino que, además, la instó a realizar un primer diseño lumínico. Se trató de una creación de la coreógrafa y bailarina Mabel Dai Chee Chang que se estrenó en el entonces Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), en 1994. Con ese primer trabajo ambas se presentaron en Berlín, Hamburgo, Fráncfort, Miami y Nueva York. “Tengo una crítica en The New York Times que habla de mis luces”, recuerda hoy sentada en el bar de la Galería del Viejo Hotel, ubicada en San Telmo, y donde alquila un pequeño local que utiliza para realizar diferentes investigaciones lumínicas.
Luego, de la mano de Oscar Barney Finn, empezó a trabajar en proyectos comerciales como Eva y Victoria y hasta integró el equipo que, por la misma década participó de la reinauguración del recuperado teatro Sarmiento.
La dirección teatral quedó relegada aunque en algún momento Ciro Zorzoli la conectó con un grupo de ex alumnas con las que montó, en La Carbonera, Que donde, de Samuel Beckett, un proyecto que estuvo varias temporadas en cartel. Volvió a las luces hasta que en 2018 dirigió junto a Virginia Innocenti su unipersonal Traducción de las noches en el Centro Cultural de la Cooperación y ahí decidió que debía retomar una tarea que estaba relegada pero que no tenía intención de abandonar.
“Ese espectáculo me reactivó mi intención de dirigir –cuenta Leandra Rodríguez– y a partir de ese momento empecé a considerar más conscientemente la posibilidad de dedicarme más tiempo, de cederle espacio en la agenda. Porque el problema es que cuando una profesión te alimenta te copa la agenda. Además de ser placentera y llevarme a los mejores lugares en general también me han tocado obras hermosas para iluminar. Es muy tentadora la iluminación pero conspira un poco contra mi pasión verdadera y cada vez que puedo dirigir lo hago”.
Es así que el próximo domingo, junto a los actores María Marchi, Hugo Cosiansi y Junior Pisanú abrirán la temporada del teatro Payró con la obra Lola Mora, un ángel audaz de Carlos Vittorello, un dramaturgo que comenzó a proyectarse en la escena porteña a mediados de la década del 80 y de quien poco se conoce su última producción. En esta pieza, que escribió durante la pandemia, busca develar algunos de los momentos más significativos en la vida de esta artista plástica nacida en Tucumán en 1866 y cuya obra estuvo por muchos años muy poco protegida y hasta está diseminada en diferentes ciudades del país.
El proyecto le llegó a Leandra Rodríguez a través de María Marchi quien en un comienzo la invitó a realizar el diseño lumínico del espectáculo. Por entonces no se sabía quien iba a dirigirlo. Leandra le dijo a la actriz, “teneme en cuenta” y es así que terminó involucrándose en el rol que tanto ansiaba.
Lamentablemente hoy no resulta tan sencillo conocer en profundidad la historia de Lola Mora. Sus biografías están agotadas y no es fácil seguir puntualmente el derrotero de esta intensa mujer que comenzó siendo dibujante muy joven, que consiguió una beca del Congreso de la Nación para viajar a Italia y formarse con destacados maestros de pintura y escultura y que descolló también en otras actividades ya no ligadas al arte. Llegó a realizar investigaciones en una mina en Salta con la intención de obtener combustible, participó del proyecto de construcción del hoy conocido Tren de las nubes en Salta, fue autora del proyecto del primer subterráneo de Buenos Aires y participó en el trazado de las calles de San Salvador de Jujuy, entre otras cosas Su fuerte personalidad la llevó a crearse numerosos enemigos pero nunca dejó de desarrollar su labor. Murió en Buenos Aires, en 1936.
Leandra Rodríguez explica que en un comienzo sintió “pánico” al abordar a este personaje. Y como no lograba dar con una biografía fiel, inició una investigación que la llevó a un libro de Catastro y otro de fotografías que dan cuenta de como era la ciudad de Buenos Aires en la época en que Lola Mora desarrolló su labor artística.
“La obra transcurre en las últimas horas de vida de Lola –cuenta la creadora–. Creo que un poco basada en esa fábula que no se sabe hasta dónde es real y que cuenta que ella deambulaba, en los últimos días de su existencia, queriendo abrigar a Las Nereidas los días de lluvia o tormenta. Un poco la obra tiene ese color, esa zona del final de Lola. Si nos imaginamos al personaje en esas circunstancias lo que pasa es que sentís que, delante tuyo, se van sucediendo imágenes. La obra nos permite recorrer un par de situaciones de la vida de la artista. Una de ella es cuando se casa. Un momento de amor. Conoce a un joven veinte años menor que ella con el que se va a Italia. Él es quien aporta en la pieza todas las cosas horribles que han dicho de ella y, como contrapartida, hay un personaje que también ella trae en estos momentos finales que es como un par, un amigo, su modisto según el autor, pero básicamente es un colega, es otro diseñador”.
–¿Cómo estaba su salud en esos momentos finales?
–Ella está mal, deteriorada. Está hemipléjica porque tuvo varios accidentes cerebrales. Entonces, aparte del anecdotario propio hay otros conflictos que son los de una señora de su edad, con ese temperamento, con ese historial. Se convirtió en una vieja y antes era desvalorizada porque no atendía un poco a las normas, porque no era hombre, porque encaminaba las cosas como si lo fuera. Y después es olvidada, se borra su identidad de artista. Me hizo acordar a muchas mujeres de mi familia que fueron envejeciendo y se han ido muriendo y han sido personas que en las infancias fueron muy importantes. Pero al final de la vida nadie pone en valor eso que han hecho. Con su deterioro se deteriora todo lo que nos dejan y Lola, al mismo tiempo, dejó una obra monumental que está completamente diseminada y desmembrada porque tallaba grupos escultóricos no esculturas.
–¿Qué cosas de su imaginario te provocan?
–Me alucina pensar cómo ella imaginaba sus productos. Yo hago diseño de luces, dibujo, voy y compro un filtrito. Esta señora imaginaba sobre una piedra del tamaño de una montaña qué sacaba y qué dejaba porque la obra que quedaba, sí o sí, era para que la mires con el cielo de fondo. Una mujer que nació en el norte, por suerte, en la cuna de la cultura, de la educación. Mucho más que la ciudad de Buenos Aires en aquel momento. Por eso ella tiene el impulso de salir a buscar financiamiento porque nace donde nace un poco nuestra historia de arte puro, no europeizado aunque ella después termina viajado a Italia para formarse. Me parece que tiene la fortuna de nacer en esa cuna de tierra roja que es Tucumán y en el centro del país. Tiene muchas dificultades. Queda huérfana de muy joven. Lo que yo leo hoy, con el paso del tiempo, en las biografías, es que ella no se preguntó si podía hacer determinadas cosas. Naturalmente se lanzó hacia ellas. Como la obra va a hablar de todas estas cosas que a ella le pasaron pretendo o me gustaría que sucediera que más allá de que la trataron mal en el teatro ella reciba algo de amor, algo de ternura, algo de lo que no le llegó en su momento.
–Para su época fue una mujer que escapaba a todos los marcos
–Fue una guerrera. Yo a veces me cuestiono sobre mi temperamento que es audaz. Qué injusticia porque si no sos así no llegás, no accedés, no te dan pelota. Tuvo un temperamento tal que le permitió acceder a cosas. Había otras esculturas en la época pero no sé si de ese tamaño de obra. Lo que le pasa a Lola es que más allá de las críticas sociales que recibía por doquier quedó como demodé porque ella entra en el nuevo siglo con una formación del siglo anterior. Imaginate que en ese momento Xul Solar ya estaba produciendo obra. Pero igual ella generó muchas innovaciones en las esculturas también.
–¿En tanto directora te cuesta no involucrarte con el diseño lumínico?
–No encuentro competencia entre una cosa y la otra. Hay espacio para todo. Me encanta que al director le toquen otras miradas y las tenga que incorporar. A veces yo me siento incómoda cuando un director quiere una luz que ya pensó. Me dan ganas de decirle, “y bueno hacela vos si ya la pensaste. A mí me pasa otra cosa”. Lo tenés que convencer. Tenés que convencerlo de que esto que traés no es de la nada. Lo viste leyendo este texto. Tengo formación y herramientas para crear esos diálogos. Para mí es interesante el intercambio y el choque. “Sin choque no hay chispa”, dice Mauricio Kartun en Terrenal. Lo interesante es sumar miradas sobre el mismo objeto. Ya en la platea habrá una cantidad de miradas inmanejables. Yo relaciono el diseño con el entorno del objeto que estamos mirando. A Lola Mora la entiendo más porque antes de tener la biografía vi las fotos de Buenos Aires, fui al catastro, tomé contacto con imágenes de la época, comprendí qué estaba pasando históricamente, políticamente. Después llegó el personaje. ¿Por qué necesitaba una biografía?, porque tenía que cotejar cuanto era ficción y cuanto no. Cuando agarrás un texto para dirigirlo desenvolvés cada zona del personaje y la potencias. ¿Hacia dónde en el caso de Lola Mora? Siempre lo vas a tener que potenciar hacia la biografía. Ella nació en 1866, cien años antes que yo. Me di cuenta que dos siglos antes son cinco minutos. No es nada. Vos mirá a tus ancestros para atrás y vivían en la misma época que Lola Mora. Es muy joven nuestro país, nuestra historia artística. Está tan lejos y tan cerca. También el conflicto de género. Nosotros llevamos 20 años luchando más abiertamente, más receptivamente por el entorno. Luchar se luchó siempre pero ahora hay más recepción de esa lucha. Cuando Lola tenía 20 ya estaban las mujeres anarquistas tirando bombas y le pegaron a ella más adelante porque hacia este tipo de obra. ¿A qué clase social se dedica esta obra? A la clase alta. Cuestionarla porque no era una artista popular. Si tallaba mármol de Carrara qué pretendían, ¿que fuera a juntar chatarra? No era Berni. Y todo eso fue ayer.
Para agendar
Lola Mora, un ángel audaz
Dirección: Leandra Rodríguez. Teatro Payró, San Martín 766. Domingos, a las 20.
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