Es una crítica despiadada a la televisión, basada en la famosa película de 1976; está protagonizada por Florencia Peña y Coco Sily y dirigida por Corina Fiorillo y tiene más de 40 metros de pantallas
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Primero fue una película, una de las más emblemáticas de los años 70, cuando el cine independiente y el comercial se daban la mano y Hollywood no le temía a los proyectos polémicos. Tuvo éxito de público y de crítica y se alzó con cuatro premios Oscar (de las 10 nominaciones que obtuvo originalmente) en la entrega de 1977. Semejante resultado se debió al guion de hierro de Paddy Chayefsky, a la dirección sin fisuras del gran Sidney Lumet y a los protagonistas –Faye Dunaway, William Holden, Peter Finch y Robert Duvall–, todos excelentes actores, que supieron exprimir sus personajes al máximo y dotar de absoluto realismo a la trama que desnudaba sin concesiones el mundo de la televisión. Porque Network es una sátira, sí, pero una donde el dramatismo tiene un peso muy importante y las carcajadas –si suceden– pasan a un segundo plano. Para quien no vio nunca aquel histórico film, su argumento podría sintetizarse así: un día un veterano presentador de noticias de uno de los canales de mayor audiencia de los Estados Unidos, llamado Howard Beale, descubre que va a ser despedido. Lejos de aceptar la situación, primero amenaza con suicidarse al aire y luego –siempre en vivo, de cara a las cámaras– lanza una diatriba furiosa contra el establishment que, para sorpresa de todos, resulta en un aumento explosivo del rating, y por eso es invitado a repetirla constantemente, envío tras envío. Esto le permite a la ambiciosa productora Diana Christensen desarrollar una programación escandalosa, basada en el sensacionalismo y en la falta de ética y escrúpulos.
En 2017 el dramaturgo Lee Hall realizó la adaptación teatral del guion de Chayefsky, y la misma tuvo su estreno en el West End de Londres con Bryan Cranston (el actor de Breaking Bad) en el papel de Howard Bale; y luego, con el mismo intérprete, fue trasladada al año siguiente a Broadway. Ahora la obra llega a Buenos Aires de la mano de la productora Diwan’s Entertainment Group, versionada por Juan José Campanella y dirigida por Corina Fiorillo. El elenco, integrado por 25 actores, está encabezado por Florencia Peña (como Diana Christensen), Coco Sily (en la piel de Howard Bale), Eduardo Blanco, César Bordón y Pablo Rago. Para conversar sobre las características del espectáculo, que se anticipa como “una superproducción visual y sensitiva sin precedente en Argentina”, y que desde hoy ocupará el escenario del Teatro Coliseo, LA NACION reunió a la pareja protagónica y a la directora.
–¿Cuáles son las diferencias sustanciales entre la película y la adaptación teatral?
Corina Fiorillo: –En el film las elipsis se cuentan sencillamente, en el teatro hay todo un ingenio creativo al respecto del que mucho no puedo adelantar, para poner en palabras los pasos del tiempo; ya que la historia está integrada por 40 escenas, en un formato propio de un gran clásico, pero tecnológico y mega actual. Las elipsis, esto sí lo puedo revelar, serán de tipo audiovisual inmersivo. Por eso digo que los espectadores van a ver algo que no vieron hasta ahora, ni siquiera en los grandes espectáculos musicales. Que esto suceda en una obra de texto es maravilloso. Por eso, insisto, esta propuesta no se puede comparar con nada que uno haya presenciado antes, lo más cercano sería una gran ópera moderna. Porque creo que el espectador no va a tener descansos en cuestiones de sorpresa y va a querer seguir siendo sorprendido.
–¿La puesta local es similar a las del West End de Londres y Broadway?
C.F: –No, no compramos el montaje original. La puesta es nuestra y, desde mi punto de vista, es superadora. Diwan apostó a algo superador en tecnología con respecto a lo que se vio en esas latitudes. Juan José Campanella, que se encargó de adaptar el texto, la vio en Broadway y dijo que nuestra puesta es mucho más “grossa”.
–¿En qué consiste el despliegue tecnológico de la obra, del que tanto se habla?
C.F: –Bueno, en principio la obra es un set televisivo en vivo. Tenemos 40 metros de pantallas LED, distribuidas entre una planta alta y una baja. También hay pantallas y escenarios giratorios y carros móviles que entran o salen de escena, con pantallas prendidas o apagadas. Hay una cabina de acrílico para la sala del control del estudio y seis camarógrafos que transmiten en vivo todo lo que suceda, haciendo foco en detalles que desde la platea se pueden perder. En cada área técnica tenemos verdaderos popes: a Jorge Ferrari (diseño de escenografía), Maxi Vecco (diseño audiovisual), Ariel del Mastro (diseño de luces), Gastón Briski (diseño de sonido), Mercedes Colombo (diseño de vestuario) y Federico Vila (música). El público, además, se encontrará en la sala con un sonido absorbente del que más no podemos contar, porque sería “spoilear” la sorpresa. En fin, se encontrarán con algo nunca visto en la Argentina.
–Por su envergadura parece un musical de Broadway. ¿A cuánto asciende la inversión en el espectáculo?
Coco Sily: –Casi un millón de dólares, con los derechos de autor incluidos.
C.F: –A eso hay que sumarle el costo diario, propio de la funciones, que es altísimo. Y a que, en total, somos más de 50 personas trabajando arriba y abajo del escenario, entre actores, camarógrafos, técnicos, vestuaristas y maquilladoras. Más toda la gente de producción, claro.
Florencia Peña: –Por eso pienso que lo de Diwan es una patriada. Recemos que le vaya bien.
–¿Cómo comprenden o definen a Network? ¿Cómo un sátira, un drama o una reflexión sobre el estado actual de la televisión y la influencia de las corporaciones sobre ella?
F.P: –Network es todo eso. Tiene humor, pero no es algo que esté buscado, es algo que surge por el patetismo de las situaciones. Las risas son una vía de escape de todo lo que se ve en escena. Mi personaje, que de alguna manera, es la creadora de este monstruo (en referencia a Howard Bale, el personaje que interpreta Sily), no tiene ningún escrúpulo, y eso puede causar cierta gracia. Ella, en un momento, quiere emitir al aire un programa con actos terroristas reales, con materiales audiovisuales proporcionados por ellos mismos; y quiere titularlo La hora del terror. No sé qué le pasará al público, pero cuando yo lo digo en los ensayos mis compañeros se mueren de risa. Y ni hablar de las cosas que dice Coco en sus monólogos y de cómo las dice. Aunque son muy serias causan gracia. Es que en la obra campea la falta de escrúpulos, eso que tiene el medio, de “a todo o nada” porque la televisión es a matar o morir, porque lo que importa es medir, los anunciantes y darle a la cadena una ganancia equis. Y sin adelantar nada podemos decir que Network culmina claramente como una sátira, metafóricamente. Aunque también encierra todo un drama, por supuesto.
–Claro, porque el argumento de la película estuvo basado en un caso real, el de la periodista Christine Chubbuck, de 29 años, de la cadena de noticias de Sacramento, que en 1974 se voló la tapa de los sesos con un revolver calibre 38, luego de pronunciar al aire: “ahora verán algo nunca visto en los informativos de la mañana”.
C.S: –Y desde aquel entonces, de 1975 para acá, hubo otros casos con situaciones televisivas con muertes en vivo. Pero aquí el tema es un disparador para hablar de los medios y de lo que ellos hacen con la gente. Mi personaje es quizás el más dramático de todos, es un pobre tipo al que la televisión lo fagocita y se vuelve loco.
C.F: –Hay algo maravilloso en Network que es el laburo actoral que se tiene que construir para que el cuentito se cuente, más allá del engranaje tecnológico al que me referí anteriormente, es enorme. Yo estoy muy feliz, tenemos un elenco secundario (integrado, entre otros, por Gaby Ferrero, Ana Padilla, Leo Bosio, Nacho De Santis, Julián Marcove, Carlos Ledrag, Santiago Lozano, Charly Nieto, Pablo Palavecino) que arma un colchón soñado y estos brutos protagonistas que creo que, con sus trabajos, van a marcar un antes y un después en sus carreras. Nadie va a poder creer lo que están haciendo estos monstruos arriba del escenario.
–Faye Dunaway dice en su autobiografía que todos le decían que no aceptara el papel de Diana Christensen, porque se trataba de una mujer sin alma, que por eso el público la odiaría y esto le generaría un gran problema en su carrera. Vos, Florencia, ¿tuviste algún tipo de reparo a la hora de aceptar el papel?
F.P: –Bueno… yo convivo con el odio constantemente (risas). Así que… Soy una experta en haters. Me parece alucinante componer este personaje porque siempre me tocan roles muy empáticos y carismáticos. Por eso esta propuesta me encantó, sobre todo, por tener que encontrarle su lógica y defenderla. Y lo logré hacer porque trabajo en la tele desde chiquita y conozco la lógica de la tele; y, es más, he sido víctima de esa lógica. Por eso hay algo de esa… no quiero decir maldad… sino de esa humanidad deshumanizada que la conozco muy bien. Yo he conocido a muchas Dianas a lo largo de mi carrera en la tele. Por eso pienso que las mujeres en el poder somos peores que los hombres. No todas, pero la mayoría somos jodidas o demasiado complejas. De todas maneras, y a diferencia de la Diana de la película, la mía tendrá varias capas, no será sólo una fría calculadora. La Diana que trabajamos tanto con Corina es una mujer que, cuando salgas del teatro, te va a dar pena, vas a sentir –si me sale bien, claro– su imposibilidad de ser buena.
–A propósito, Diana Christensen es competitiva, ambiciosa, invulnerable, masculina y anorgásmica. ¿Te costó encontrarle la vuelta?
F.P: –Mucho. Soy muy extrovertida en mis maneras, muy enérgica y dinámica; mientras que Diana es una persona muy ordenada, no sólo en su manera de pensar y hablar sino también con su cuerpo. No mueve las manos y no tiene ningún condicionamiento porque es absolutamente auténtica y sincera, pero, claro, en un aspecto horrible porque, de golpe, te dice cualquier cosa y te destruye. Así que sí, me costó mucho encontrarle la vuelta. En cada escena estoy todo el tiempo diciéndome: “Florencia, no pierdas el eje, sé Diana”. Porque naturalmente tiendo a convencer con mis artimañas. Es, sin dudas, un trabajo muy interesante para mi carrera. Más allá de que tengo mucho teatro encima, hay algo de esa energía y ese poder que tiene Diana que yo nunca lo experimenté en un escenario. Es una hija de puta.
–Y a vos Coco, ¿qué te sucedió cuando te llegó el ofrecimiento para encarnar a Howard Bale? No tenés antecedentes en la comedia dramática y, encima, en teatro, estás acostumbrado a trabajar solo. ¿Esto es para vos un salto al vacío, una prueba de fe o la gran oportunidad de tu carrera?
C.S: –Creo que mi elección fue totalmente disruptiva. Diwan me ofreció el papel tres veces y las tres dije que no, hasta que me encontré con Corina y, luego de una charla de dos horas, me convenció. Tenía mucho temor a no poder, a saltar al vacío sin red, a no estar entrenado para poder trabajar de igual a igual con otros compañeros. Tenía prejuicios de mí mismo. Hoy no me arrepiento, estoy viviendo un momento de plenitud como hacía años no me pasaba. Sueño con la obra, me despierto pensando en el personaje. Estoy todo el tiempo en función de Network. Es una experiencia personal muy fuerte. Actoralmente, cuento con algo a favor: que mi personaje hace monólogos y hace 12 años que vivo de hacerlos. Y que tengo una buena voz para desarrollarlos. Pero aquí mi intención no es sólo ser el tipo que tiene la voz y la experiencia en hacer monólogos. Yo quiero hacer otra cosa, algo más completo y por eso pienso que lo que me salvó fue el trabajo con la directora, en cuanto a la posibilidad de hacer un arco con el personaje y que no sea sólo Coco haciendo siete monólogos, unos más arriba y otros más abajo. Yo quería que aparezca el actor completo, algo que no había mostrado antes porque estaba en otro viaje. Ahora muestro a un tipo que empieza diciendo que se va a suicidar y que luego pasa por lo locura y el misticismo. Todo este recorrido me tiene loco de amor. No puedo creer lo que estoy logrando.
–Te toca encarnar al personaje más disruptivo, el más sacado, el más verborrágico y transgresor. ¿Cómo te llevás con todas esas características, que pueden ser vistas como cualidades o desventajas?
C.S: –Y… yo soy un tipo verborrágico, pero no disruptivo. Y tengo la potencia y la energía de un sacado. Lo admito. Pero no como mi personaje, el de Howard Bale, que sufre un brote mesiánico. Me ha pasado de todo en la vida, pero nunca hasta ahora he tenido un brote mesiánico. Tampoco digo que esté muy lejos de eso (risas).
–Tanto la película como la obra ofrecen una versión descarnada del mundo de la TV. Ustedes, que son parte de ella, y de hecho hoy están al frente dos programas (La puta ama y Noche de Mente). ¿Comparten esa visión?
F.P: –La obra habla de la tele y los medios de comunicación, sí, pero más de lo que pasa con las noticias. Hay una cosa que sí tiene que ver con nuestra profesión, que es esto de que quien te inventa también te destruye. Por eso tenés que estar con los pies sobre la tierra para entender, sobre todo en un país como el nuestro, que en realidad nunca estás en ningún lado, que todos los días debés revalidar los votos. Aquí la vida actoral es una sumatoria de experiencias y nada más. Yo he tenido un montón de éxitos en mi carrera y sin embargo, cada vez que termino uno, me pregunto: ¿y ahora, qué hago? Porque ya no estoy en ningún lado. Paralelamente he visto ascender y caer gente, y ver a quien los pone ahí bien arriba y luego, cuando ya no los necesita, los destruye. Esto es algo de lo que habla la obra. No me ha pasado a mí, pero también han intentado hacerlo conmigo. Es una manipulación constante. Por eso, comparto enteramente la visión de la obra sobre el mundo de la televisión, sobre lo que puede hacer con la gente y sobre la manipulación de las noticias, que sería la manipulación de la realidad. Hay que entender que las noticias están dentro de una empresa y que esas empresas tienen determinadas necesidades, entonces hay noticias que pueden dar sin problemas y otras, que, como se contraponen a sus intereses económicos, nunca harán públicas. Eso queda muy claro en Network.
C.S: –Lo maravilloso de esta obra es que no tiene una ideología, una ideología partidaria. Lo que deja al descubierto Network es que la única ideología que existe en la televisión es el negocio. Para las corporaciones que la manejan la única ideología es el negocio. Eso queda muy en claro en un monólogo maravilloso que le toca a Pablo Rago (quien compone al empresario Arthur Jensen).
F.P: –Está buena la aclaración, porque cuando empezamos los ensayos se insinuó que la obra respondía a una inclinación política, y nada que ver. Estoy yo, pero también está Juan José Campanella, por citar a sólo dos integrantes del staff, con diversas formas de pensar. Acá no hay nadie que se esté poniendo al hombro la obra para expresar sus opiniones partidarias.
–En aras de conseguir rating, los personajes de Network están dispuestos a todo. Ustedes, que, como ya está dicho, trabajan en televisión, ¿a qué están dispuestos y a qué no?
C.S: –A esta altura de mi vida… a casi nada. Por algo que yo no tenga ganas de hacer hoy no estoy dispuesto a nada. Odio casi todo de mi edad, pero una cosa que me gusta es el estar plantado en el deseo y sólo hacer lo que se me canta. Vengo de una clase media muy baja y cuando empecé a trabajar en la tele no te imaginás las forreadas que tuve que hacer sin ganas. Me han llegado a echar de una tira el mismo día en que mi mujer me dijo que estaba embarazada de gemelos, cuando yo ya tenía dos hijos que mantener. En aquel momento uno tenía que poner el lomo y agacharse. Hoy sólo hago lo que deseo y lo que creo que ideológicamente está bien.
F.P: –Mi respuesta es que me fui de Telefé a América. Para algunos me volví loca, no entienden que es exactamente lo contrario: me fui de un lugar seguro para saltar a otro sin red. Sí, pero en este nuevo lugar no se me pide que sea tan exitosa y se me permite experimentar. Ahora tengo ganas de hacer cosas que me hagan sentir contenta y que me contengan a mí, a la Florencia que soy hoy. No tengo ganas de encajar en ningún lado que no sea yo misma. Sé las resistencias que eso provoca, pero siempre me juego a una que no siempre se entiende. Después de 40 años de hacer lo que hago simplemente me merezco estar donde tengo ganas de estar. No hay ningún resultado final que me defina, a mí me define el camino. Ojalá que esta obra sea un éxito, pero para mí ya el proceso de ensayos y la experiencia completa del armado del espectáculo me ubicó en otro lugar como persona y artista. Eso es lo que yo reivindico: el camino, el proceso, el aprendizaje y no los resultados.
–Hacia el final, el otro personaje protagónico de Network, Max Schumacher (que encarna Eduardo Blanco), afirma: “La gente cree que este tubo es la revelación, pero la TV no es la verdad”. ¿Hoy ese lugar de veneración y de credibilidad absoluta estaría ocupado por las redes sociales?
F.P: –Claro que sí. Y ese lugar también es un sitio equivocado para buscar la verdad. Hoy las fake news se originan en las redes. Twitter te pone agenda y después resulta que todo lo que allí se da por cierto está equivocado. Hoy la televisión abierta dejó de tener el poder que tenía cuando yo era más joven. De todos modos, las redes tienen su costado positivo: te conectan con el mundo. Por ejemplo, yo pienso que si en los años 70 hubieran existido las redes, ni las Madres ni las Abuelas de Plaza de Mayo hubieran tenido razón de ser, porque lo que aquí sucedía habría sido un escándalo global con una condena inmediata.
C.S: –Por eso la estética de esta versión de Network no es televisiva sino de pantallas. Y eso me parece un acierto. Acá no hay televisores en escena sino simplemente pantallas. En 1975, cuando transcurre la acción, lo que pasaba en la tele era tomado realmente como verdad; hoy lo que impera son “las” pantallas, no sólo las de los televisores, sino también las de los teléfonos, las tablets y las computadoras. La obra habla de la televisión, sí, pero inmediatamente te viene a la cabeza todo este asunto actual de las redes y las pantallas.
–El peso de la película estuvo dado por lo que sucedía en la sociedad norteamericana a mediados de los años 70, cuando reinaba la crisis, existía la decepción política tras el escándalo de Watergate, pesaba la culpa por la Guerra de Vietnam y los precios se disparaban por el alza del petróleo y había recesión económica e inseguridad ciudadana. ¿Encuentran algún correlato entre lo que sucedía allí en aquel momento y lo que ocurre hoy en la Argentina?
F.P: –Todos los que se les ocurran. Es que no creo que ninguna sociedad esté fuera del relato de esta historia. Actualmente estoy viendo la serie Borgen y descubro que... ¡Dinamarca habla de crisis!, cuando se encuentra dentro de los mejores países –social y económicamente– del mundo. Sin embargo, denuncian la corrupción política. Creo que es algo intrínseco al ser humano. Si pusieras esta obra en el menemismo, funcionaría; si la pusieras en el delarruismo, también; y si fuera en la época de Perón funcionaría también. Y en la Argentina de hoy también funciona. Acá, con Network, no estamos hablando de nadie en particular sino de un sistema de creencias que involucra a la necesidad de poder que tiene el ser humano, y que va a tener siempre. Mientras que el hombre tenga necesidad de poder y las corporaciones manejen el mundo, esta obra va por seguir siendo vigente en todos lados.
C.S: –El autor del guión del film se basó indudablemente en lo que ocurría en ese contexto, mirando lo que sucedía en la sociedad norteamericana de aquel entonces, cuando además la televisión era casi un ser supremo y tenía un poder único, pero fue tan grosso lo que escribió que luego pasó a tener una connotación universal; que seguramente él no habrá percibido, como le habrá pasado a Shakespeare cuando concibió cualquiera de sus clásicos. La obra pudo haber sido escrita según ciertas circunstancias, pero como es tan buena atraviesa las épocas y funciona siempre.
C.F: –Network tiene la estructura de los grandes clásicos y está centrada en un gran tema: el poder. El poder en las relaciones de pareja, en las relaciones laborales y en los medios de comunicación. En fin, habla del poder en todas sus formas, de cómo se instrumenta y de lo que cada uno es capaz de hacer en pos de obtenerlo. Lo atractivo de Network es que a su estructura clásica se suma un marco visual muy moderno, en el que se mezclan todos los lenguajes. Y en el medio de todo eso, hay 30 intérpretes actuando brillantemente. Por eso creo que tanto para nosotros como para el público Network será una experiencia única.
PARA AGENDAR
Network. Autor: Lee Hall (sobre un guion original de Paddy Chayefsky). Versión: Juan José Campanella. Director: Corina Fiorillo. Elenco: Florencia Peña, Coco Sily, Eduardo Blanco, César Bordón, Pablo Rago y otros veinte intérpretes. Teatro: Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125. Funciones: jueves y viernes, a las 20; sábados, a las 20.30 y domingos, a las 19.30. Duración: 120 minutos. Entradas: por Ticketek.
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