Estrenos de teatro. Las manos sucias, un thriller político para degustar al mejor Sartre
La imponente puesta en escena de Eva Halac permite el lucimiento de Daniel Hendler y Florencia Torrente
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Autor: Jean-Paul Sartre. Adaptación y dirección: Eva Halac. Intérpretes: Daniel Hendler, Florencia Torrente, Guido Botto Fiora, María Zubiri. Ariel Pérez de María, Guillermo Aragonés, Nelson Rueda, Juan Pablo Galimberti y Ramiro Delgado. Escenografía y vestuario: Micaela Sleigh. Iluminación: Miguel Solowej. Música: Gustavo García Mendy. Sala: Casacuberta del Teatro San Martín, Corrientes 1530. Duración: 110 minutos. Funciones: miércoles a domingos, a las 20.
La lealtad y la traición a una ideología, las propias convicciones, o a un partido político, son temas que la directora y dramaturga Eva Halac abordó en su anterior pieza J. Timerman (2018) y vuelve a revisitar ahora en esta original puesta de Las manos sucias (París, 1948), de Jean Paul Sartre. Como en J.Timerman, Halac acomoda el texto de Sartre a un montaje escénico, que tiene mucho de instalación plástica. En la anterior, una pasarela y vallas de peligro, encendían la tensión dramática. Acá, sucede algo curioso y original. La escenografía de la pieza ilustra de manera prodigiosa el hall de ingreso a la sala Casacuberta, el que se muestra presidido por retratos de Sartre, Marx y Trotsky, como una síntesis de los valores e ideales que se cuestionan en el relato. Esta decisión escenográfica provoca asombro, pero no es antojadiza. La propuesta es establecer una constante interacción dialéctica con el que observa. El utilizar el concepto de un agora, de tribuna, asoma como una invitación al espectador a cuestionarse sus propias ideas, no importa su ideología. Claro que la amplitud del espacio escénico, tan abierto, tan `monumental`, por instantes, atenta contra el vigor dramático de este thriller político. La original transcurre en ámbitos más pequeños, lo que permite subrayar mejor la diversidad de tonalidades, entre irónicas, de intriga, suspenso, o hasta de sutil adulterio que impregnan estas situaciones de una pieza que parece no haber perdido vigencia.
La acción transcurre en un país ficticio de Europa, a poco tiempo del inicio de la Guerra Fría. El dúo que define la trama lo integran un burgués convertido en asesino, Hugo, y Hoederer, un pragmático, líder del Partido Proletario, el que debe decidir si “traicionar”, o no, los ideales partidarios, para formar parte de una alianza de gobierno. Un detalle valioso es que Eva Halac desde la dirección en ningún momento intenta disimular la teatralidad del texto, con telones que bajan y suben y modifican sutilmente el escenario, o efectos que subrayan situaciones. Del mismo modo que su puesta aclara el papel de la mujer en la política de la época, también deja traslucir el lúcido acercamiento entre Sartre y Pirandello, dando a entender que nada es lo que parece, o en todo caso no existe una única verdad, siempre es según como se la observe. Con textos que por instantes suenan demasiado discursivos, se destacan las interpretaciones de Daniel Hendler y Florencia Torrente, por su convicción en mostrar las contradicciones de personajes tan disímiles.
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