Estrenos de teatro. La verdad: aciertos y desaciertos de la reposición de un éxito probado, con un elenco más joven
Protagonizada por Agustín Sierra, Candela Vetrano, María del Cerro y Tomás Fonzi, la puesta de la obra de Florian Zeller cuenta con la dirección de Ciro Zorzoli
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La verdad. Autor: Florian Zeller. Director: Ciro Zorzoli. Elenco: Agustín Sierra, Candela Vetrano, María del Cerro y Tomás Fonzi. Escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Matías Sendón. Vestuario: Carla Mendez. Sala: Teatro Politeama, Paraná 353. Funciones: miércoles, jueves y viernes a las 20:30; sábados a las 20 y 22:00; y domingos a las 20:00. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: buena.
Después del tremendo éxito que tuvo en el 2019, La verdad volvió a la cartelera porteña la semana pasada con otro elenco y en otro teatro, el reconstruido Politeama. La puesta es la misma, obedece al mismo director, y hasta se recurrió a la misma escenografía, pero la adaptación y/o actualización del texto marca la diferencia (no siempre a favor), a tono con la juventud de los nuevos protagonistas (todos 15 años menores que los originales Juan Minujín, Jorgelina Aruzzi, Héctor Díaz y Valeria Lois). Esto es: ahora las constantes alusiones a las relaciones sexuales son bien directas y gráficas. No obstante, cuando los actores deben interpretar una escena de cama lo hacen vestidos. Una mayor congruencia entre lo que se dice y lo que se ve sería más beneficioso (y honesto) para la propuesta, si de modernizarla (y acercarla a otro público) se trata.
La efectividad de la comedia, empero, se mantiene intacta. La pieza de Florian Zeller –de tono diametralmente opuesto a su obra maestra, El padre, que aquí se conoció con Pepe Soriano en el rol principal y en el cine protagonizó Anthony Hopkins- es un reloj de ingeniería teatral que ofrece carcajadas de principio a fin, en todos sus segmentos. El tema de la infidelidad, aunque ya muy transitado en las últimas décadas, no deja de producir interés ni de alimentar distintas lecturas. De hecho, el mismo autor lo retomó (con similar suceso de público y crítica) en una obra posterior, Sin Filtro, que también supo de una versión local.
Martín (Agustín Sierra) es un mentiroso serial y envuelve con sus artimañas a todo su entorno: a su esposa, a su mejor amigo y a la esposa de éste. De todos modos, ninguno es una víctima, todos son portadores de algún secreto y se las traen. Sólo que él no lo sabe y en eso radica la gracia de la obra. Martín mantiene desde hace seis meses una relación clandestina con Ana (Candela Vetrano), la esposa de Lorenzo (Tomás Fonzi), un desocupado deprimido. A él lo tiene sin cuidado y a ella la llena de culpa. Su mujer, Julieta (María del Cerro), supuestamente no sabe nada, pero…. A través de este argumento, que a lo largo de 80 minutos va ofreciendo distintas sorpresas (que aquí no convienen revelar) el autor se (y nos) pregunta: ¿Siempre es mejor decir la verdad?, ¿Es lo mismo mentir que no decir la verdad?, ¿Es acaso mejor una verdad cruel que una mentira piadosa?; y, por último, si con la verdad se puede dañar al otro, ¿no sería mejor evitarlo y sostener la mentira?
A Sierra el rol protagónico de La verdad le queda un poco grande, se trata de un personaje muy exigente para su experiencia teatral y sus actuales recursos. Pero hay que reconocer que cumple a la perfección con el physique du rol del piola y chanta entrador, y que en escena lo entrega todo. En todo caso, su elección debe ser vista como una (buena) apuesta al futuro. Fonzi, en cambio, aquí se revela como un excelente comediante, que le saca partido a cada unas de sus líneas y latiguillos. Vetrano vuelve a confirmar que es una cómica en potencia, y de la mitad del espectáculo en adelante es pura acción y efectividad. Del Cerro, si bien comienza transitando el escenario como si se tratara de una pasarela, con paradas y poses propias de su etapa de modelo, al final sorprende por su autoridad actoral.
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