Estrenos de teatro. La Jenny, claro que sí, replica el fenómeno de humor que el personaje logra en las redes sociales
Wali Iturriaga desembarcó en Mar del Plata con un show a la medida de su público; las desavenencias matrimoniales logran divertir a los seguidores del humorista
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Autor: Wali Iturriaga. Dirección: Sebastián Irigo. Intérpretes: Wali Iturriaga y Mity Pérez. Producción general: Lucas Tamer. Sala: Neptuno, Santa Fe 1751, Mar del Plata. Funciones: jueves a lunes, a las 22. Duración: 80 minutos.
MAR DEL PLATA.– El espectáculo La Jenny, claro que sí amerita un análisis que excede la crítica como mero hecho teatral para ser entendido a partir del fenómeno de masas. Cuestión que puede ser, desde ya, pensada desde lo artístico, pero, sobre todo, a partir del análisis de los consumos de las audiencias.
Wali Iturriaga hace rato que viene ofreciendo su show en vivo, donde el público se encuentra con “La Jenny” y Juan Carlos, el matrimonio de ficción al que el actor le da vida y que cobró notoriedad federal a partir de la difusión de videos, pequeños sketches sobre las desavenencias conyugales, historias que Iturriaga sube a las redes sociales con rigurosa periodicidad. Tanto sus posteos virtuales como las presentaciones en vivo, en general realizadas en el litoral argentino, gozaron siempre de muy buena aceptación de público. Incluso, lo mismo sucedió cuando Iturriaga se adentró en las salas porteñas Premier, Ópera y El Nacional, con algunas funciones esporádicas.
Este verano, el actor fue por más y decidió realizar su primera temporada en Mar del Plata, ocupando el escenario del teatro Neptuno, una de las salas con mayor aforo de la ciudad. Se podría decir que, a partir de esta experiencia, comenzó a jugar en las grandes ligas del espectáculo, saliendo del público de nicho, al menos aspiracionalmente, para abrirle las puertas a una nueva masividad. ¿Se trata de la cosecha de un nuevo público o de un sesgo confirmatorio de audiencia?
La Jenny, claro que sí cuenta con todos los ingredientes que sus fanáticos esperan de los personajes, logrados y graciosos, y de ese humorista que genera la euforia propia que despiertan los ídolos. Desde que el público ingresa a la sala se percibe el clima festivo y la entrega total de la gente hacia la propuesta, aún antes de iniciarse. Podría decirse que Iturriaga no debe rendir ningún examen, ya cuenta con la aprobación antes de arrancar, tal como ocurre en un recital multitudinario donde todos saben qué canciones van a escuchar y lo celebran de antemano.
El espectáculo se realiza con funciones con localidades agotadas y va primero en el ranking medido por cantidad de espectadores. Lo que a más de un artista de renombre y fama le cuesta conseguir, Iturriaga lo logra noche a noche. Incluso, luego de la función, una multitud corta el tránsito de la calle Santa Fe para ovacionarlo en la vereda.
El espectáculo no busca riesgos y va tras lo seguro. Primero aparece Juan Carlos, ante un aplauso cerrado, y, minutos más tarde, lo hace su esposa “La Jenny”, ambos interpretados por Iturriaga. Cuando el personaje femenino pisa el escenario, la sala se viene abajo en una ovación.
El eje argumental replica lo que se ve en las redes, los celos enfermizos de “La Jenny” y su rol castrador en torno al vínculo con su marido; y un esposo que padece y asiente. Ella se autodefine como “tóxica, pero nada la hace volver tras sus pasos. En el medio, una psicóloga buscará resolver, con poca suerte, lo patológico de esa relación.
Desde ya, la disfuncionalidad está contada desde el humor y el desborde, que el público festeja al encontrar frases, actitudes y modos que, aunque exacerbados, no dejan de formar parte de cierta cotidianeidad reconocible. No faltan los “cachicalienta”, la forma en que “La Jenny” define a las mujeres que sospecha que le pueden robar a su marido, ni el peyorativo “estúpida” con el que las agrede. “Yo no soy así”, dirá para redimirse, con poca convicción y ante las situaciones que se van mostrando en escena.
Iturriga toma la guitarra y canta con actitud rocker, una pantalla de fondo permite la interacción con otros personajes secundarios y, casi como una regla autoimpuesta entre los humoristas, “La Jenny” hace subir a un caballero de la platea para quitarle algunas prendas y, ya con el torso desnudo de la “víctima”, jugar un paso de comedia.
Se puede decir que el actor no lo hace “de taquito”, sino que su entrega se percibe claramente, pero una de las debilidades de la propuesta reside en los guiones. Si Iturriaga quiere trascender al ámbito de las redes para desarrollar una carrera actoral, debe potenciar aquellas ideas que rinden en la virtualidad, pero que, en la escena, y a pesar de la aceptación del público, quedan un poco reducidas. Lo mismo sucede con el personaje de la psicóloga, interpretada por Mity Pérez, esposa de Iturriaga, rol que puede potenciarse aún más desde el libro y la dirección.
Más allá de sus falencias, La Jenny, claro que sí responde a lo que su público va a buscar y no lo defrauda, aunque el espectáculo se rinda ante el espíritu de una fiesta de amigos que se quieren divertir con códigos en común.
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