Estrenos de teatro. Extranjero es un interesante historia sobre un amor intentado
La obra que dirige Leonardo Kreimer es una adaptación de Retrato de mujer árabe que mira el mar, de Davide Carnevali
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Libro: Davide Carnevali. Adaptación y dirección: Leonardo Kreimer. Intérpretes: Flor Inchauspe, Nacho De Santis, Natalia Pelleritti, Muriel Sago. Diseño de iluminación: Sandro Massironi. Diseño de sonido: Fernando Margenet. Vestuario: Alfiler de Gancho. Sala: Dumont 4040. Funciones: Viernes, a las 20.30. Duración: 50 minutos.
“Extranjero” es un adjetivo. Una palabra que sirve para calificar. Lo verdaderamente interesante es que “ese decir que viene o que es de un lugar diferente” siempre se remite a aquél que habla. Se es extranjero de modo relativo, con respecto a alguien o con respecto a un sitio en particular. Esa característica pone al término (y a todos sus usos) en un lugar muy singular. Tan singular que, además, se usa como sustantivo. Extranjero hasta en su propia clasificación.
La propuesta de Leonardo Kreimer tiene, se podría decir, extranjería en su propio planteo ¿Por qué? Su inicio es profundamente poético: el trabajo con la iluminación, los desplazamientos en el espacio, el vestuario de las mujeres, las palabras potentes, reiteradas, constituyen una instancia de extrañamiento. Todo el procedimiento se pone en juego para desarticular el hilo de la historia.
La obra es una adaptación de Retrato de mujer árabe que mira el mar, de Davide Carnevali, un dramaturgo italiano, teórico, además, que plantea la necesidad de encontrar un nuevo modo de representación de lo real para nuestro mundo contemporáneo. Señala la descomposición del relato clásico y afirma que la organización tradicional ya no puede dar cuenta de nuestra época.
Ese planteo del texto, que funciona como punto de partida, está claramente representado en la escena. Se tiene una indicación breve, incompleta de una situación: un hombre en un sitio que le es ajeno, al que llega con un objetivo (aunque no llega a desarrollarlo con nitidez) se enamora de una mujer que está con otras mujeres de paseo casi nocturno para ver caer el sol al mar.
Esa información se recupera, inscripta de modo poético. Multiplicada en los cuerpos, en las voces, en las ropas de las mujeres que articulan como una especie de coro: “Mientras esperaban que el sol cayera en el mar” hay un hombre que las mira.
La propuesta conlleva algo de extranjería porque puede pensarse que está dividida en dos: el vínculo entre el hombre y la mujer parece jugarse en otro registro. El lenguaje verbal es un poco más llano; las posibilidades respecto de lo coreográfico y la dramaturgia de iluminación se reducen. En alguna medida parecen convivir dos relatos en el mismo escenario: uno ambiguo, poético, con múltiples lecturas, sostenido en una bellísima composición coreográfica, lumínica, coral, con un coro que conjuga un ritmo acompasado, todas las voces en una, las voces de cada una a la vez, un juego entre el decir y lo dicho, en fin, un universo poético que no responde a un relato que pueda convertirse en algo pasible de ser descripto.
La historia del amor intentado, con la complejidad de culturas diferentes e incluso antagónicas, responde a un planteo reflexivo, legible, esperable. Ahí las palabras avanzan, se comprende que no se entiendan (hablan, por supuesto, el mismo idioma para los espectadores) se intercambian los argumentos. Lo que dice uno y el otro rechaza, luego es asumido por la parte contraria. Nada que no pueda esperarse en un contexto de extranjería real, es decir, con un contexto concreto. Simplemente, una respuesta al enfrentamiento de culturas y lenguas diversas, también.
Hay reflexión sobre la traducción y sus dificultades, interrogación sobre las posibilidades de comprenderse a partir de algo mucho más profundo que el idioma. Pero la obra brilla y conmueve cuando lo que pone en foco son los otros lenguajes, sin duda, el diseño de iluminación de Sandro Massironi, es clave para esta muestra de la luz, la oscuridad y los claroscuros que también pueden dar cuenta de los momentos de encuentro, desencuentro, inestabilidad.
Leonardo Kreimer, además de ser el responsable de la adaptación, dirige con seguridad a sus intérpretes: Flor Inchauspe, Nacho de Santis, Natalia Pelleritti, Muriel Sago, y construye la simetría en sus desplazamientos y hace de los movimientos cotidianos una actividad estética.
En oscilación, tal vez, como la temática que se pone en juego; la balanza se acomoda y los espectadores deciden en qué lugar prefieren refugiarse.
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