Estrenos de teatro. Estado del tiempo, otra artesanía de Daniel Dalmaroni en la que cruza el humor con la tragedia
La directora Ana Alvarado guía muy bien a un elenco destacado en una historia sobre el peronismo de los años 70
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**** ESTADO DEL TIEMPO. Autor: Daniel Dalmaroni. Dirección: Ana Alvarado. Intérpretes: Irene Almus, Guillermo Aragonés, Marcela Ferradás. Escenografía y vestuario: Gabriella Gerdelics. Luces: Malena Miramontes Boim. Música: Juan Cristóbal Sleigh. Asistencia de dirección: Guillermo Echenique. Sala: Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543. Funciones: viernes, a las 20. Duración: 65 minutos.
Una de las últimas publicaciones del dramaturgo Daniel Dalmaroni se denomina Perón vive, cuatro obras. El volumen está integrado por las piezas Estado del tiempo, Juego de manos, La comunidad organizada y El secuestro de Isabelita. En estos textos el autor “juega” con diferentes circunstancias que debieron atravesar algunos militantes peronistas, no sólo a la hora de pelear por sus ideales sino, además, por mantener activo un movimiento con el que se encuentran fuertemente consustanciados.
En Estado del tiempo el autor presenta, en el patio de una casa ubicada en el barrio de Villa del Parque, a un trío de personajes muy singulares. Al comienzo aparece el matrimonio conformado por Roberto y Graciela que parecieran llevar una convivencia normal, hasta que él le comenta que acaba de recordar que antes de casarse con ella tuvo otra pareja, a la que abandonó con la extraña excusa de ir a comprar cigarrillos y nunca más volvió a verla.
Ese insólito punto de partida hace que Graciela comience a tratar de desentrañar esa historia en la que estuvo involucrado su marido, quien comienza a dar muestras de que su memoria ha comenzado a rescatar del pasado situaciones muy complejas por las que debió atravesar.
Graciela logra ubicar a Marcelita, la primera esposa de Roberto, y allí la obra posibilita al espectador ir completando la realidad de este hombre que sufrió persecución política con la caída del peronismo en 1955 y vuelve a enfrentar la misma situación en tiempos de la dictadura militar (la acción de la pieza se desarrolla entre 1975 y 1978).
Cuando antes decíamos que el autor “juega” con diversas circunstancias es porque a Dalmaroni le gusta mucho trabajar el absurdo, la ironía, posee otros textos en los que domina con fuerza el humor negro. Ahora crea una comedia en donde, poco a poco, irán perfilándose valores muy opuestos. Y es entonces cuando ingresa el grotesco. En algún momento los personajes ya no pueden mostrarse desde un costado risueño sino que forman parte de un entramado dramático que termina bordeando la tragedia.
La obra posee dos planos bien diferenciados. Por un lado, está el mundo cotidiano en el que se desenvuelven los tres personajes que, hasta tanto la memoria de Roberto no comienza a despertar, se desarrolla por unos carriles en los que solo el devenir diario parecería modificarlos. Por otro, cuando se hace presente el peso de la historia de ese hombre, que va de la mano de la historia del país, todo comienza a oscurecerse y, quien observa, tendrá que descubrir en qué momento el estado de un determinado tiempo político va haciendo mella en la conducta de ese sobreviviente de una época que termina modificándose nuevamente durante los años dictatoriales.
La dirección de Ana Alvarado concibe una experiencia en la que valoriza la realidad de cada uno de esos personajes en sus más íntimos sentimientos, muchas veces contradictorios porque el autor les impone atravesar un sendero en el que no faltarán las intrigas, las dudas, los miedos, porque ese trasfondo ideológico estará todo el tiempo activo, imponiéndose en la manera en que ellos se relacionan.
La acción se despliega a buen ritmo y Marcela Ferradas (Graciela), Irene Almus (Marcelita) y Guillermo Aragonés (Rodolfo Maldini en una época y Roberto Carrasco, en otra) darán vida a esos seres con mucha intensidad. Tanto que pueden mostrar sus costados más vulnerables y así permitir que el público vaya descubriendo, muy lentamente, como el pasado y el presente terminarán sacudiendo el clima de un núcleo familiar que terminará siendo destruido por los avatares de un universo político que parecería volver a repetirse, dejando unas secuelas muy dolorosas.
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