Estrenos de teatro: en Remedios, una mujer sin patria, la indomable esposa de San Martín cuenta su propia historia
Este unipersonal de Adriana Tursi muestra a esta fascinante protagonista de las Guerras de Independencia al borde de la muerte, a los 23 años, enferma de tuberculosis, abandonando Cuyo rumbo a Buenos Aires para reunirse con su marido
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Remedios, una mujer sin patria. Dramaturgia: Adriana Tursi. Actuación: Antonia Bengoechea. Música original y en vivo: Tomás Pol. Escenografía: Nicolás Pol. Vestuario: Guadalupe Borrajo. Luces: Ricardo Sica. Coreografía: Diego Bros. Dirección: Corina Fiorillo. Sala: Ítaca Complejo Teatral (Humahuaca 4027). Funciones: lunes, a las 21. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: buena
“Como me gustaría haber nacido patria. Mi hombre alzado celándome, buscando un tiempo y un lugar para la conquista”: poética síntesis de un deseo que no tuvo lugar al reclamo. ¿Cómo podían los sueños de una mujer niña, casada a los 14 años con José de San Martin, competir con la guerra de la Independencia? Adriana Tursi, autora del unipersonal Remedios, una mujer sin patria, puso el dedo en una llaga ignorada por el panteón nacional, el de la soledad de una joven esposa y mamá aprisionada en una misión que no era la suya.
Remedios de Escalada, a los 23 años, enferma de tuberculosis y con su pequeña hija, debe abandonar Cuyo en 1819, camino a Buenos Aires, con su propio ataúd atado al coche. Será la despedida y última vez que vea a su marido. Antes de esa partida, el público la escucha contar a su madre -que viajó para ayudarla- cómo ha llegado a la situación desolada en que se encuentra, un relato que no escatima detalles, no se frena ante el pudor ni se esconde detrás de hipocresías.
Una tras otra, saca a la luz su propia versión de los hechos, de la misma manera que se despoja de las prendas de su vestuario. Las capas de cortinados, como frías paredes hacia el fondo del escenario, también van cayendo a lo largo de la obra, arrancadas como velos por la mano de Remedios. La escenografía minimalista se completa con una gran carretilla que adopta distintas funciones, desde una cuna a la cama de los amantes.
Con mucha presencia escénica, sin titubeos en su primer unipersonal y con el peso de un personaje histórico del que todos ya tienen una idea previa, la actriz Antonia Bengoechea (El cuarto de Verónica, Moscú, Mucho ruido y pocas nueces, entre otras) interpreta a una Remedios apasionada, muy lejos de la imagen modosita que la vulgata difundió, consciente de sus incomodidades en el rol de cónyuge y con ganas de disfrutar lo que le estaba vedado. No es la primera vez que la ficción levanta el guante de esta joven mujer del siglo XIX: la novela Pasión y traición, de Florencia Canale, también construye a una Remedios cuestionadora del mandato de época.
A Bengoechea la acompaña, en un costado del escenario, el músico y compositor Tomás Pol, en vivo con un set híbrido que mezcla instrumentos electrónicos con acústicos como la guitarra y el cajón peruano, una excelente decisión de la directora Corina Fiorillo (con quien ya trabajó en Como una perra en un descampado y en Porno Brujas) porque sostiene el ritmo de la obra, crea climas y profundidades, sin tapar la voz de la protagonista sino, al contrario, otorgándole más color. Actuación y música, precisamente ensamblados, proponen un espectáculo de bella armonía que, a la vez, inocula el deseo de saber más sobre las mujeres ocultadas detrás del bronce.
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