Estrenos de teatro. El títere como actor y el recuerdo de los ventrílocuos en una comedia blanca
Cabecita de papel maché es una creación de dos maestros: Claudio Martínez Bel y Román Lamas, con la participación protagónica de una muñeca
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Ambos son dos creadores muy activos que comenzaron a desarrollarse en el campo teatral porteño durante la década del 90. Claudio Martínez Bel había formado parte del Grupo del teatrito (junto a intérpretes como Jorge Suárez, Alicia Muxo, Julia Calvo, Eduardo Gondell) y Román Lamas, integrante del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, inició un camino dentro del teatro alternativo con la compañía El Periférico de Objetos. Por aquel entonces no compartían ámbitos de trabajo. Pero, por diversas circunstancias creativas, sus caminos comenzaron a ligarse a través de ciertos proyectos.
En algún momento en el que Lamas decidió formarse como actor comenzó a tomar clases con María Esther Fernández y, a la par, decidió relacionarse con el mundo del clown y eligió como docente a Martínez Bel. De allí surgió una amistad que, después de varios años, los lleva a dar forma al espectáculo Cabecita de papel maché, sobre un texto de Gabriela Romeo. El trabajo está interpretado por Román Lamas y Mara Mantelli y la dirección es responsabilidad de Claudio Martínez Bel. Se presenta en la sala Beckett.
El proyecto nació en tiempos de pandemia. Lamas recibió una convocatoria para un casting que realizaba la autora Gabriela Romeo, algo que le pareció sumamente extraño dada la época de aislamiento en la que se vivía. El actor decidió responder a la propuesta pero la dramaturga le respondió que no lo veía para interpretar a determinado personaje y de inmediato le pasó otro texto.
“Con Mara, que es mi compañera –relata Román Lamas– empezamos a leerlo y era maravilloso. La historia está muy bien contada. El protagonista es una especie de titiritero ventrílocuo, medio trucho, que quiere ganarse la vida en teatros de varieté. Es muy poco talentoso. Él vive con su mujer que, para subsistir, hace empanadas. De inmediato sentí que Claudio debía dirigirlo por el nivel de comicidad y absurdo que debe manejarse en escena. La excusa también es que al ser yo titiritero tengo la posibilidad de estar manipulando un títere que es una mujer. Tony, mi personaje, está enamorado de esa muñeca. Entonces ahí se arma un triángulo muy interesante:”
Claudio Martínez Bel reconoce que en escena se produce un trabajo de desdoblamiento que resulta muy atractivo. Y en ese sentido vuelve, como lo hizo Lamas, a rescatar el universo de los ventrílocuos. Artistas que trabajaban en cabarets, boites, y que luego se fueron posicionando en la televisión, como fue el caso de Chasman y Chirolita. “Eso con los años se fue perdiendo –comenta Martínez Bel–. En este trabajo lo reemplazamos por un titiritero que manipula una muñeca. Quise llevar la historia hacia la década del 50 por que el tipo es un ‘busca’ de varieté. Él quiso ser mago y no le salió, quiso ser contador de chistes, no le salió y encontró una variante y por lo menos con esto lo contratan en los cabarets. No le va bien pero zafa. Lo que pasa es que está enamorado de su muñeca. En su matrimonio la títere es una tercera en discordia. Su mujer le reclama atención y él le dice: ‘yo estoy acá con mi creación’. La pieza posee una resolución sorprendente. Es una comedia blanca, para todo público. El dispositivo escénico es muy bonito también porque hemos construido una mini pista de circo. A mí me gustan mucho las comedias románticas con finales felices. Me encantan desde chico”.
“Tomando lo que dice Claudio, para mí es el lado B de El Periférico de Objetos –acota Román Lamas–. El grupo siempre fue denso en cuanto a lo conceptual y en la relación con el objeto o los títeres. Siempre jugó con el lado siniestro. Acá lo siniestro se filtra pero no es fundamental. Lo principal es la comedia blanca. También para mi es un desafío entrar en un código que hasta hora lo sentía como ajeno o creía que era para elegidos. Hacer comedia es muy complejo. Cómo entran los gags, como preparás el terreno para que esos gags funcionen, cómo empezás a desnudarte desde otro nivel”.
Esta experiencia le propone al intérprete recrear a dos personajes. Por un lado al titiritero y por otro a Luli, la muñeca. Lo que genera un juego en el que la inmediatez de diálogos es constante. Es más, durante los ensayos ambos creadores comentan que suelen hablar con esa muñeca y ella les responde como si en verdad tuviera una vida propia.
“Entonces las capas de esquizofrenia que se suman son maravillosas –acota Lamas–. Esto lo destaco porque es una técnica que se usa mucho actualmente, sobre todo en Europa. Hay referentes muy importantes como el brasileño Duda Paiva o el australiano Neville Tranter. Ellos son actores que siempre están en copresencia. Nunca están detrás de un retablo con el títere. Necesariamente tienen que generar un personaje en paralelo a otro personaje y en nuestro trabajo se suma un tercero, el de mi esposa. Hacemos una tríada muy interesante”.
Claudio Martínez Bel afirma que “el títere es como un payaso, como un clown”. A su vez, recuerda que, en tiempos en que era alumno del Conservatorio Nacional de Arte Dramático (durante la década del 80), formaba parte de una compañía de titiriteros que hacía funciones en el cine Los Ángeles para más de cien chicos. Uno de sus compañeros de entonces era Walter Barea (Batato). “Rescato esa experiencia –dice– porque había algo en ella que en mi resultó. En diversas oportunidades trabajé con Ana Alvarado y siempre le decía, ‘un día tenemos que hacer algo con objetos’. Tengo una relación de mucho juego con los objetos en general y, es más, muchos de los integrantes del Grupo de Titiriteros del San Martín pasaron por mis cursos de clown. Esto fue como la reconfirmación del placer que tengo de ver a alguien que está haciendo eso. Yo disfruto como un nene”.
Para Román Lamas el clown y el títere son como primos hermanos. Trabajan con un código que lleva a que los espectadores sientan que sus defensas bajan y esto obliga a que el público se pregunte, ‘qué me van a hacer’. Según confirma el creador, “cuando eso sucede las metáforas entran desde otro lado. En base a eso construimos muchas experiencias de El periférico de objetos”.
El destacado titiritero reconoce, además, que el títere evolucionó. “Tanto el teatro de títeres como el teatro de objetos –dice– posee una trayectoria muy grande aunque no siempre se la analizó en su verdadera dimensión. Y ahora está instalado. Incluso son solicitados para distintas disciplinas teatrales. Cada vez más no se ve al títere como algo secundario, relacionado con el vodevil o con un material de baja hechura. Desde hace tiempo está teniendo una categoría de teatralidad más importante. Hay mucho trabajo de investigación al respecto”.
Para agendar
Cabecita de papel maché
Dirección: Claudio Martínez Bel. Teatro Beckett, Guardia Vieja 3556. Los jueves, a las 21.
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