Estrenos de teatro. El cazador y el buen nazi es un contrapunto tan escalofriante como poético
Mario Diament presenta el encuentro entre el cazador de nazis Simon Wiesenthal y Albert Speer, ministro de armamentos de Adolf Hitler
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Autor: Mario Diament. Dirección: Daniel Marcove. Intérpretes: Jean Pierre Noher y Ernesto Claudio. Voz en off: Gabriela Licht. Vestuario: Daniela Taiana. Escenografía: Hector Calmet. Iluminación: Miguel Morales. Teatro: El Tinglado, Mario Bravo 948. Funciones: lunes, a las 20.30. Duración: 70 minutos.
La nueva pieza del periodista, dramaturgo y escritor Mario Diament, que presenta el encuentro, en mayo de 1975, entre el cazador de nazis Simon Wiesenthal y el arquitecto y ministro de armamentos de Hitler, Albert Speer, es una docuficción teatral de intenso impacto político, que pega con vehemencia en la platea. Diament tuvo varios encuentros, en su rol de periodista, con Wiesenthal y en ellos apoya este drama de vigoroso realismo estético, al que una platea atenta sigue paso a paso. Porque como le sucede a Jean Pierre Noher, que hace el papel de Wiesenthal y su abuelo murió en un campo de concentración, a varias de las personas sentadas en la platea, posiblemente les haya sucedido lo mismo. Es emocionante ver a abuelas y abuelos judíos que siguen sin pestañear el contundente feedback de estos protagonistas.
¿Por qué a Albert Speer se lo denominó el “buen nazi”, qué admiraba de Hitler ese hombre que en los juicios de Nüremberg declaró desconocer la existencia de los campos de concentración, cuándo en verdad sabía muy bien cuál era el gas que se utilizaba para matar a los judíos en los campos de exterminio? Hay instantes en que la pieza se vuelve escalofriante en datos, en anécdotas, hasta en acusaciones –porque en escena Wiesenthal y Speer se exponen a ser juzgado uno por el otro, como en un pequeño Nüremberg, íntimo–, pero a estas situaciones, Jean Pierre Noher y Ernesto Claudio le aportan su magistral oficio y logran que eso que dicen y hacen quede grabado para refrescar nuestra memoria.
¿Por qué Wiesenthal y Speer decidieron encontrarse? ¿Por qué el cumpleaños 54 de Hitler salvó a Wiesenthal de no ser fusilado? O ¿Lo que vierte Wiesenthal en su libro El girasol es real, o tiene mucho de fábula? Todas las respuestas están todas en este texto, que no sólo es drama, exhibe picardía intelectual y no pierde el hilo de una estructura coloquial, a la vez que el cuerpo y las acciones de los actores acusan buen recibo y saben sacarle provecho a cada una de esas situaciones, guiados por un gran conocedor del oficio teatral, como Daniel Marcove.
Marcove realizó una puesta en escena que parece esculpida para dar lugar a los hechos con matices de un realismo avasallante, poético y sacrílego al mismo tiempo. Consigue que sus intérpretes despierten recuerdos, sentimientos en los espectadores. ¿No olvidar permite o no repetir hechos del pasado una y otra vez? A veces sí, otras quizá no. Este equipo, autor, director, intérpretes, técnicos logran una vez más recordarnos que el teatro puede volverse tan necesario, como el aire que respiramos.
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