Estrenos de teatro. Dan Breitman, confiesa con histrionismo: “Yo quería un musical... ¿y qué?”
El nuevo music hall de este brillante artista integral es un biodrama que no le da respiro a las carcajadas
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Autores: Dan Breitman, Darío Jalfin y Virginia Magnano. Dirección: Diego Djeredjian y Verónica Vieyra. Intérprete: Dan Breitman. Músico en escena: Darío Jalfin. Sala: Pablo Neruda de La Plaza, Corrientes 1660. Funciones: jueves, a las 22.15. Duración: 70 minutos.
En su nuevo music hall Dan Breitman vuelve a demostrar sus valiosas cualidades interpretativas, de showman, bailarín, cantante, actor e imitador. Y deja salir esa faceta tan propia de hombre-niño que se ríe de sí mismo y lo hace con una actitud tan tierna, como irónica y traviesa, con la que conquista al público.
Breitman es uno de esos artistas que convierte el escenario en su hábitat. Se lo observa cómodo, divertido y sin dejar de estar pendiente de cómo hacer para que la platea no se distraiga. Y lo logra junto al talento de su músico Darío Jalfin. Con él miden los tiempos, hacen chistes, despliegan un mar de anécdotas que tanto hablan de la niñez de Breitman, como de fútbol, o hasta se atreven a cantar “La marcha de San Lorenzo”, con la impronta de un tema de jazz; porque Breitman en su niñez –se lo confiesa al público– soñaba con ser Judy Garland o Liza Minnelli. Y lo cierto es que algo de las improntas de esas inolvidables divas, transmite en escena. Uno desearía que su show continúe por el placer que provoca escucharlo y estar todo el tiempo provocándole una sonrisa al espectador.
Por su actitud, su histrionismo, su espontaneidad y esa forma de divertirse él mismo con lo que hace, recuerda un poco a la Nacha Guevara de los años 70, en su espectáculo Este es el año que es. Por otra parte, demuestra una vez más que guarda cierta herencia de esa magia que desplegaban los legendarios chansonniers, que con mínimos gestos, unos pasos de baile y una melodía despertaban las más cálidas emociones.
Mezcla de unipersonal, show de café concert y music hall, el espectáculo es de una estética minimalista. En el escenario sólo se ubican un perchero, una silla, con el nombre del artista en su respaldo, un pequeño bombín, un saco con lentejuelas y el piano de cola, que permite jugar hilarantes secuencias entre Darío Jalfin –en piano y actuación–, y Breitman, al recordar a su querida maestra de primaria, en la canción de María Esther; o a su psicóloga Silvia, con la que lleva más de una década haciendo terapia y a quien le reprocha todo el dinero que le ha abonado pero, a la vez, es tan neurótico dependiente que la consulta para todo.
Queda claro que Dan Breitman armó su propio biodrama y lo nutrió de un sinfín de facetas de su vida. Tanto de su infancia, como de adulto; los años escolares, en los que le hacían bullying, porque era un chico muy amanerado, algo gordito y a todo le encontraba un paso de baile. Como la hilarante secuencia con la que le demuestra al público la manera en que ubicaba su cuerpo cuando lo hacían participar de un partido de fútbol. O lo que sucedió después de que su querida abuela Sara, le insinuó a sus padres que el niño era gay y había que llevarlo a un psicólogo.
De todos modos, no sólo se trata de abordar instancias de su biografía, Dan Breitman también nutre su itinerario de un homenaje a Messi y la conquista de la Copa del Mundo, con la canción de Qatar 2022, con la que el público se engancha en un coro. A su vez, incluye jingles, con letras algo insólitas y divertidas, como la del aceite Marolio. Sin obviar anécdotas que aluden a la cultura judía, cuando se refiere a su admiración por el Ricudim (danzas folclóricas judías), o cuando canta junto al público “Tumba la laika”, una clásica canción de esa colectividad. A la vez que no obvia, sintéticamente, instantes difíciles de la Argentina y cuenta lo que significó para su familia, judíos de Villa Crespo, contar con un buen plan de medicina prepaga.
Dan Breitman tiene una vasta trayectoria. Se formó en el Conservatorio Nacional, en la escuela de Hugo Midón, en la de Julio Bocca y Ricky Pashkus y se lo pudo ver en La jaula de las locas, Casi normales, Mina che... cosa sei?; y también en Guapas, programa con el que obtuvo el Martín Fierro revelación en 2014, por su personaje del azafato Ignacio Lynch. Su nuevo show unipersonal es un muy meritorio compendio de trabajo en equipo, en el que Dan Breitman demuestra una vez más que es un intérprete de excepción.
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