Estrenos de teatro. Come From Away, un potente musical-documental sobre un hecho real
Desde Broadway, una jugada de jerarquía con un mensaje esperanzador en el circuito comercial porteño
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Libro, música y letras: Irene Sankoff y David Hein. Adaptación: Carla Calabrese y Marcelo Kotliar. Dirección: Carla Calabrese. Intérpretes: Gabriela Bevacqua, Carla Calabrese, Sebastián Holz, Melania Lenoir, Fernando Margenet, Argentino Molinuevo, Edgardo Moreira, Silvina Nieto, Marisol Otero, Agustín Pérez Costa, Pablo Sultani, Silvana Tomé, Manu Victoria, Lali Vidal, Patricio Witis, Luli Asad, Fátima Seidenari. Dirección musical: Santiago Rosso. Dirección vocal: Sebastián Mazzoni. Dirección coreográfica: Agustín Pérez Costa. Dirección de arte y escenografía: Tadeo Jones. Producción: The Stage Company. Dirección de producción: Sergio Albertoni. Vestuario: Silvana Morini. Sonido: Eugenio Mellano Lanfranco. Luces: Gonzalo González. Stage manager: Sebastián Salaberri. Músicos: Santiago Rosso, Santiago Molina, Maximiliano Cataldi, Natacha Tello, Mariano Sáenz Tejeira, Paula Solange Morales, Pablo Mengo, Luis Lattanzi. Funciones: De viernes a domingos. Teatro: Maipo. Duración: 105 minutos.
Apostar por un musical no tan conocido por estas latitudes, con un título en inglés, elenco sin figuras y un eje temático que podría considerarse ajeno, es un importante acto de fe, un “sueño a toda costa”. Y eso es más que plausible. Quienes conocíamos Come From Away de antemano y, de un breve vistazo, nos dábamos cuenta del dream team que lleva adelante esta propuesta, tuvimos la convicción de que el resultado iba a ser más que satisfactorio. Eso de que la trama, en apariencia distante, podría jugar en contra es un tópico errado si profundizamos. Esta magnífica obra tiene un argumento que gira en torno al episodio ocurrido luego del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, en 2001. En la remota localidad de Gander, en la isla Terranova (territorio canadiense), aterrizaron 38 aviones de pasajeros cuando los Estados Unidos cerró su espacio aéreo. Los 7000 tripulantes, provenientes de distintos lugares del mundo (además de perros, gatos y hasta dos chimpancés) convivieron durante cinco días con los locales, y su contacto cambió la vida de todos. Pero esa es sólo la línea argumental. El concepto central de la propuesta es la solidaridad, el pensar que un mundo mejor es posible, que los lazos afectivos pueden tomar mayor fuerza ante la adversidad, el temor y el terror.
Sus autores, Irene Sankoff y David Hein construyeron su dramaturgia en base a testimonios que fueron recopilando: una tarea periodística convertida en hecho teatral movilizador. Marcelo Kotliar (a estas alturas, un decano en la adaptación de musicales angloparlantes al castellano) y Carla Calabrese tomaron el desafío enorme de adaptar este complejo texto en cuanto a su estructura. Y en ese trabajo ganaron mucho al acercarlo a nuestra forma de hablar sin perder poesía, sin desechar aspectos fundamentales que caracterizan tanto a la historia como al contexto.
Carla Calabrese ya demostró su talento como directora en sus puestas de El curioso incidente del perro a medianoche y Shrek. En Come From Away logró un trabajo conjunto que se nota en todos los rubros. Todo funciona perfecto. En la disposición escénica y su despliegue –en una idea original sumamente compleja– se ve el trabajo unívoco de la directora y el coreógrafo Agustín Pérez Costa. Esa labor mancomunada es de una gran belleza visual que, a su vez, se nutre de la cromática paleta de Gonzalo González, en las luces, y la hermosa mirada ascética y funcional de Tadeo Jones, en la escenografía. El resultado en equipo es tan grande que cuando se ve a alguien del elenco intentar sobresalir o trabajar para sí mismo, se nota mucho.
Hacía tiempo que no se veía un grupo de intérpretes tan homogéneo en trabajos difíciles como tener que mutar de personaje en cuestión de minutos. Pero también sería injusto no señalar los sobresalientes trabajos de Edgardo Moreira (qué placer ver a tan buen actor en una obra del género), Gabriela Bevacqua (excelente, impactante, gran actriz y cantante), Melania Lenoir (nunca defrauda, es verdadera de comienzo a fin), Argentino Molinuevo (una interesante sorpresa para el género), Marisol Otero y Pablo Sultani (ambos en registros muy diferentes a los que se los ha visto ya). Silvana Tomé, Fernando Margenet, Silvina Nieto, Sebastián Holz y Manu Victoria, también tienen momentos muy destacados. Todos ellos pasan de la palabra hablada a la palabra cantada con la naturalidad que exige el nuevo musical, y dejan que sus cuerpos sean encarnados por esa vibrante banda de música celta que comanda el talentoso Santiago Rosso. La potencia que tiene el conjunto en general –intérpretes y músicos– cuando están todos en escena, en acción, es conmovedora, envolvente.
Otro detalle a destacar es el trabajo de Sebastián Mazzoni, el director vocal, quien sabe muy bien cómo trabajar con actores, sacar lo mejor de ellos y armonizar con las maravillosas voces que nutren al elenco.
Come From Away es un espectáculo desarrollado para ser trabajado en conjunto, sería imposible de realizar sin armonía, sin que todos sus componentes no hablaran el mismo idioma: el de la empatía, el de la generosidad escénica.
Si hay algún cabo suelto, ni merece señalarse porque la excelencia del resto de los componentes de esta obra pronto hará que todo suceda en un cien por cien. En medio de la falta de ingenio y el poco riesgo reinante en la calle Corrientes, uno como espectador, agradece estas jugadas de jerarquía.
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