Estrenos de teatro. Bosque adentro es un relato contemporáneo bello y conmovedor que cruza el vínculo entre una madre y una hija
Con destacadas actuaciones de Inés Estévez y Ornella D’Elía y una impecable dirección de Corina Fiorillo, el material se desmarca de lo previsible ahondando también en la violencia ejercida sobre el medio ambiente
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Autora: Carla Moure. Dirección: Corina Fiorillo. Intérpretes: Inés Estévez y Ornella D’Elía. Música original y ejecución en escena: Tomás Pol. Diseño de escenografía: Nicolás Pol. Diseño de iluminación: Ricardo Sica. Diseños de visuales y mapping: Moreno Pereyra. Diseño de vestuario: Carla Moure, Josefina Del Campo, Murilo Brito. Coordinación de producción: Federico Brunetti, Juan Manuel Caballé. Asesoramiento de producción: Pablo Culell. Asistente de dirección: Varinia Anzorena. Sala: Centro Cultural 25 de Mayo, Triunvirato 4444, Villa Urquiza. Funciones: martes, a las 20. Duración: 60 minutos.
Bosque adentro es una de las perlas de la actual temporada de los teatros oficiales de la ciudad de Buenos Aires. Acaso porque se ofrece en un barrio -Villa Urquiza- y sólo un día a la semana -los martes-, la propuesta corre por vías sobrias, sin estridencias, a pesar que la sala del Centro Cultural 25 de Mayo se llena de gente en cada función.
La obra es, valga la licencia, una suerte de road movie escénico, de una actualidad rápidamente perceptible. Un relato estrictamente contemporáneo y vincular que focaliza sobre una madre y una hija, pero también sobre esos hombres que están, por presencia o por ausencia, en sus vidas. Lo medular de la relación de estas mujeres aparece desde lo más amoroso a lo más descarnado. La dramaturga Carla Moure supo plasmar ese mundo inmenso, conflictivo y tensionante, pero también minado de amorosidad.
Acá la excusa es un viaje en coche hasta Bariloche, donde vive el padre de una y abuelo de la otra. La hija excomulga a su padre, dando datos sobre una relación infrecuente y conflictiva; mientras que la nieta brega por llegar a buen puerto y reencontrarse con esa parte de su sangre, de su historia. Las falencias emocionales de esa madre y de esa hija resultan conmovedoras. Acaso ambas transitando una adolescencia tardía y en carne viva. Adolecen y eso define parte de su ser.
En el medio de ese trip, donde pasa todo, desde el reproche al cigarrillo de marihuana compartido y del auto que no funciona al llanto; emerge la preocupación de la más joven por la crisis ambiental y esto sumerge a la pluma de Moure en tópicos vigentes, necesarios, pero infrecuentes en la dramaturgia nacional, aunque no dejan de atravesar la vida de cualquier mortal de este tiempo, todo un acierto de la autora. El teatro -en el mundo- no suele hablar con asiduidad sobre tal cuestión. Bosque adentro es la cuarta obra de Moure, que inició su vida pública como modelo y se especializó en la caracterización de personajes en productoras como Underground.
Inés Estévez, que también participa en Plagio, de José María Muscari, corporiza en cuerpo y alma a esa madre joven y bastante abatida que, sin tener una gran diferencia generacional con su hija, encuentra que su mundo no es el de ella. Y que las incomprensiones, aunque haya afecto, cavan una banquina insondable.
La actriz Ornella D’Elía tiene 20 años y su personaje cuenta con unos pocos menos. La joven actriz descolló en películas como Los sonámbulos, de Paula Hernández o La ira de Dios, dirigida por Sebastián Schindel. En televisión, formó parte de la tira Pequeña Victoria. D´Elía se planta cómoda en la escena. Le da vigor y fragilidad a su composición, construyendo con Estévez un tándem tan honesto como creíble.
La prolífica directora Corina Fiorillo, que suele tener más de un trabajo de dirección en simultáneo, llevó a buen puerto la construcción que sus actrices lograron de sus personajes. A Estévez y D´Elía se las ve disponibles, abiertas a ese juego descarnado propuesto por el libro y por la puntillosa marcación de la dirección. Fiorillo ahondó sin preámbulos en ese juego de dos donde la verdad, tantas veces dolorosa, va armando el rompecabezas.
Además, la directora convirtió a la escena teatral en una película, sin prescindir de la teatralidad, dotando a su puesta en escena de una contemporaneidad que se enlaza con lo que el texto plantea. La recreación simbólica de un automóvil y la naturaleza abrazándolo todo, conforman un mundo posible. El mapping, trabajo de Moreno Pereyra, juega su papel sin dotar a la escena de artificialidades, al igual que el poético diseño de luces de Ricardo Sica.
El músico Tomás Pol ejecuta en escena, acompañando la tensión, la inquietud y el amor diáfano que van emergiendo en una paleta emocional expandida.
Madre e hija y la naturaleza componiendo el cuadro, sumergen al espectador en un viaje del que nadie está exento. Bosque adentro permite pensar en los propios vínculos, más allá del género. Es una obra hecha desde y con verdad y con un ideario que pisa el hoy y también el mañana.
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