A 16 años de su estreno local, protagonizan una nueva versión, con final inédito, de la comedia El método Grönholm, sobre un grupo de profesionales que compiten desaforadamente por un cargo jerárquico en una multinacional
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A tono con una cartelera teatral comercial que apela a resonantes éxitos del pasado, se acaba de sumar a la avenida Corrientes una nueva versión de El método Grönholm, la comedia del catalán Jordi Galcerán que supo agotar entradas en 2006, cuando fue estrenada en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza por Gabriel Goity, Jorge Suárez, Martín Seefeld y Alejandra Flechner, con puesta de Daniel Veronese. Volverá al mismo espacio teatral, pero esta vez a otra sala, la Pablo Neruda, y con otro elenco y director. Ahora los cuatro candidatos a un alto puesto ejecutivo en una multinacional tecnológica –y en aras de eso dispuestos a todo en la competencia que se les plantea en una entrevista grupal–, serán Benjamín Vicuña, Laurita Fernández, Rafael Ferro y Julián Cabrera, guiados por Ciro Zorzoli. La obra podrá ser la misma, pero la campaña publicitaria es hoy mucho más agresiva y elocuente: “¡No buscamos un buen tipo que parezca un hijo de p*#@. Lo que necesitamos es un hijo de p*#@ que parezca un buen tipo!”.
¿La pieza seguirá siendo tan vigente como en aquel entonces, cuando la crisis de 2001 estaba tan cerca, y el público necesitaba exorcizar a través de la risa todos sus temores laborales? De esto y de la competencia entre los actores, entre otros temas, LA NACION habló con Benjamín Vicuña (recién liberado de la tira nocturna de Telefé, El primero de nosotros) y Laurita Fernández (actualmente conductora del envío televisivo vespertino Bienvenidos a bordo, por El Trece, y del programa radial matutino Decímetro, en Metro 95.1), dos de los protagonistas de la nueva versión de El método Grönholm que ya agota entradas y se encamina a repetir el fenómeno de la original.
–¿Habían visto la versión teatral local de 2006?
Laurita Fernández: –Yo no, y para mí fue mejor eso, no me parece bueno tener presente lo que hicieron otros, es muy condicionante. De todos modos, después me tenté y pedí videos de aquella versión. Pero me respondieron que no existen.
Benjamín Vicuña: –Yo tuve la suerte o la desgracia, aún no lo sé, de ver la versión española de 2020. Justo estaba en Madrid y ya estaba rondando este proyecto para volver a hacerla aquí. La verdad es que no me gustó del todo, fundamentalmente no me gustó la puesta. Pero supe reconocer que el texto es realmente bueno, potente y vigente. Como la obra tiene sus años temí que hubiese quedado desactualizado, pero no, nada que ver, el material es exquisito, sobre todo a la hora de actuar, ya que nos ofrece a los cuatro actores muchas posibilidades para divertirse arriba del escenario. Y esto es lo que yo estaba buscando.
L.F: –Lo que más me llamó la atención de la obra es que tiene un humor muy especial, un humor desde la contradicción. De golpe te terminás riendo de cosas de las que no deberías reírte. Eso es algo bien interesante. También existe una película catalana, hecha para la televisión, con los actores que venía protagonizando la obra.
B.V: –Así que algunos antecedentes teníamos, como para agarrarnos. Pero llegó el director, Ciro Zorzoli, que es muy particular y tiene un método muy especial y nos dijo: olvídense de todo lo que sepan o hayan visto, tomen a esta obra como a una hoja en blanco
–¿Y la cinematográfica, titulada El método, de 2005, que dirigió el argentino Marcelo Piñeyro (y que actualmente se puede ver por Netflix)?
B.V: –No me quiero meter en problemas (risas), pero la película tampoco me gustó, menos que la última versión teatral española. Espero que nadie se enoje conmigo por esta opinión, tampoco es que estoy cometiendo un delito, ¿no? La película tiene un tono casi dramático, es muy oscura y pone fundamentalmente el foco en crueldad del proceso de selección de personal, lo perverso que pueden ser los sistemas, y así pierde un poco la comedia pura y dura, el ritmo y la agilidad.
–A lo largo de las escenas, la obra pasa de la comedia a la comedia dramática o directamente al drama. Esta es tu primera pieza de este tipo, Laurita, ¿qué tal te resulta la experiencia?
L.F: –Sí, todo lo que hice hasta ahora en teatro era payasesco o picaresco. Por eso justamente acepté este proyecto, porque me representa hacer algo diferente, con otro tono. Y, además, porque mi personaje, precisamente, no es el que lleva el humor adelante sino más bien el drama. Y eso me parece muy atractivo.
–A propósito, ¿cómo son sus personajes?
B.V: –Esta obra tiene algo de Seis personajes en busca de autor (de Luigi Pirandello), algo del teatro absurdo y bastante de manipuladora, porque se atreve a jugar con el público. Y el público debe aceptar ser llevado por las narices hasta el final, cuando seguro todos dirán: “ah, pero mirá lo que nos han hecho estos malditos” (risas). Porque la obra tiene una trampa, por eso es tan importante no contar el final.
L.F: –No se debe contar, sobre todo, porque es la primera vez que se va a probar en teatro otro final.
–¿Cómo?
L.F: -Sí, quienes hayan visto la obra hace 16 años se encontrarán con una sorpresa: con otro final, que también escribió oportunamente el autor, pero que nunca fue utilizado.
–Volviendo a los papeles de cada uno…
B.V: –Mi personaje es Fernando, un tipo que viene buscando desde hace tiempo nuevos horizontes y que cree estar capacitado para este alto puesto ejecutivo en Bequia, que es una compañía internacional. Como considera que tiene todas las herramientas para quedarse con el cargo, es soberbio e intolerante y le perturba la gente ineficiente. Representa una manera de ver la vida, la de los tipos avasalladores y prepotentes que, a la hora de cumplir sus objetivos, ven a las personas como números. De todos modos, en un momento de la obra, también se ven sus miserias y miedos y se entiende por qué él es así, si es que en realidad es así, profundamente…
–En principio sería el personaje ideal para ser seleccionado según el método Grönholm, una técnica de selección de personal que se recomienda para posiciones de liderazgo y que consiste en una serie de pruebas grupales altamente competitivas.
B.V: –Exacto. Es el ideal porque cumple con todos los requisitos y, aparentemente, no tiene límites. Nosotros vemos la obra como una gran final de un reality, donde están los mejores en diferentes disciplinas y la competencia es tan desaforada que se originan diálogos muy inteligentes y ágiles, redundando en un espectáculo interesantísimo.
L.F: –De todos modos nuestros ejecutivos no son los típicos de traje grande con maletín o tailleur. Intentamos aggiornar al ejecutivo de hace 15 años a lo que pasa hoy en una empresa. Esa es otra de las novedades de esta puesta.
B.V: –Por eso mi personaje llega a la sección de personal en monopatín y con zapatillas. Es un tipo Silicon Valley.
–Y en tu caso, Laurita, ¿cómo es tu ejecutiva?
L.F: –Ella es la única mujer entre los aspirantes. Y sabe muy bien de qué viene la cosa porque siempre le sucede lo mismo: eso de luchar en un mundo de hombres por un puesto de alto rango. Ella sabe que siempre está en desventaja, que ellos tienen las fichas puestas simplemente por ser hombres, que ellos siempre tendrán más chances. Entonces arranca las pruebas de selección con una garra extra porque siente que debe superar muchas barreras.
B.V: –Ella viene con los tapones de punta.
–Si dejamos de lado a tu Torcuato Ferreyra de la tira Argentina, tierra de amor y venganza, Benjamín, siempre has interpretado personajes buenos y simpáticos. Lo mismo podría decirse de vos, Laurita. ¿Cómo se llevan hoy trabajando con criaturas más oscuras?
B.V: –La verdad es que en tiempos de tanta corrección política, de tanto temor a herir cualquier tipo de sensibilidad –lo que hace muy difícil continuar haciendo humor porque un solo comentario que hagas puede convertirse en tu condena, si sos una persona pública–, esta obra, con estos personajes tan impunes, es un regalo del cielo. El método Grönholm es una pieza políticamente incorrecta y a través de sus personajes tan oscuros te da la posibilidad de decir cosas salvajes. Mi personaje es absolutamente impune y la verdad es que lo disfruto.
L.F: –Es que a vos el galán te sale bien, pero el guacho mucho mejor (risas).
B.V: –Me siento muy cómodo largando toda la m..... que tenía adentro, y si encima causa gracia… Creo que este personaje es primo hermano de Torcuato Ferreyra, pero destila humor pese a sus zonas oscuras, sus miserias y sus dolores. El mío, como los otros personajes, son una metáfora de la sociedad actual, de cómo estamos viviendo hoy: en un principio todos nos manejamos correctamente, pero luego, a la hora de ganar un puesto de trabajo, los elementos de solidaridad corporativa se diluyen y podemos llegar a pisar cabezas. En ese sentido yo creo que todos los espectadores se van a sentir reflejados por lo que sucede en la obra ya que transcurre en una oficina, ¿y quién no tiene un jefe o un compañero hijo de p… en su ámbito de trabajo?
L.F: –A propósito, el otro consulté al aire en la radio si alguien tenía algún compañero medio “garca” en su trabajo, ¡y explotaron los teléfonos! Es que todo el mundo tiene cerca un chupamedias del jefe, alguien que te clava un cuchillo por la espalda o que te quiere sacar ventajas.
–¿Les tocó alguna vez pasar por una situación parecida a la que desarrolla la obra, de competencia despiadada por la obtención de un papel?
L.F: –Los castings pueden parecerse mucho a lo que sucede en la obra. A mí me ha pasado de ir a varios donde todos nos deseamos lo mejor, pero, claro, en el fondo, queremos quedarnos con el personaje. Yo no viví una situación tan cruel, como la que desarrolla la obra, por ejemplo nadie me empujó en ningún casting, pero podría llegar a pasar…
B.V: –Nuestro medio es más horizontal, más de cooperativas, de trabajo colectivo donde el director más que un jefe es un compañero, pero, claro, la competencia es parte de toda la condición humana y el diablo puede hacer de las suyas entre los actores. Nosotros también vivimos lo que se vive en El método Grönholm, pero en una versión menos extrema y más careta. El deseo de ganar un casting siempre está y la bronca y la envidia si eso no sucede, también.
–En algún trabajo, concretamente, ¿lo pasaron mal por el ambiente tóxico y competitivo?
L.F: –Sí. Más que nada porque yo vengo de bailar en un coro, de ahí surgí yo, bien de abajo. He pasado por situaciones en las que no podía confiarle nada a la que tenía al lado. Y luego, cuando tuve la suerte de ser elegida para destacarme por fuera del coro, muchas me dejaron de hablar. Después, cuando estuve en ShowMatch, hubo momentos en que lo pasé re mal porque no me gusta pelearme con nadie. Mi personaje acá, en cambio, es re filosa desde la palabra y de liquidarte con una sola mirada. Eso es algo que yo no tengo, me cuesta mucho la discusión, por eso le huyo. Tampoco puedo caretearla y si algo me hace daño tal vez me la banque en el momento pero luego, en cuanto llego a mi casa, me pongo a llorar.
B.V: –Yo también lo he pasado mal en algunos trabajos. En el teatro el riesgo se acota un poco porque los que lo hacemos compartimos la misma sensibilidad, pero en el caso de la televisión todo se complica porque cuando te llaman para un proyecto coincidimos actores que provenimos de distintas escuelas, con diferentes métodos de trabajo, y tenemos distintas trayectorias. Entonces es muchísimo más alta la posibilidad de tener un riesgo laboral, es decir, de que te toque un compañero que no te cope o te haga la vida imposible. Ni en el teatro ni en el cine me ha pasado algo así, pero en televisión sí. ¿Y cómo se resuelve? Es algo súper delicado. Yo entiendo que la única manera de brillar como actor es dialogar y potenciarse con los otros, como si fuéramos un equipo de fútbol. Pero no todos los actores lo entienden así, hay algunos que son grandes boicoteadores.
–¿Cuán competitivos se reconocen?
L.F: –Quiero ser honesta: hubo una época de mi vida en la que no quería perder ni a la bolita. Después fui creciendo y madurando y entendí que no me puedo frustrar si las cosas no suceden exactamente como quiero. En todo caso la competencia siempre fue a nivel personal, para conmigo, no con el otro. Al contrario, si miraba para el costado y veía que alguien hacía las cosas mejor que yo eso me motivaba para ponerme más las pilas, entrenar y lograr ese nivel.
B.V: –A mí me pasa que como tengo un lugar de privilegio en la profesión, luego de 25 años de trabajo, debo hacer un doble esfuerzo por ser más humilde. Y si de repente el director de una tira me trata de una manera especial, por encima del resto de mis compañeros secundarios, trato zafar de ese lugar y compartir y dialogar de igual a igual con todo el mundo. Así que, todo lo contrario, intento ser lo menos competitivo posible con mis colegas. Pero sí he vivido en carne propia esa situación, de alta competencia y discriminación, cuando he trabajado en otros mercados, como en España, México y Colombia, donde no era tan conocido, y por supuesto que me ha dado mucha bronca.
L.F: –Lo paradójico es que hoy trabajamos en una obra que habla de la competitividad e interpretamos a unos ejecutivos que pelean a muerte por un mismo puesto, cuando el grupo que armamos con Benja, Rafa Ferro y Julián Cabrera es exactamente lo contrario. Los cuatro estamos todo el tiempo tratando de darnos una mano y haciendo que cada uno se luzca. Esto no siempre sucede en un grupo de actores, pero cuando pasa es hermoso.
B.V: –Esto podría parecer naíf, pero es totalmente cierto. Hasta hemos resignado cada uno algunos gags a favor del lucimiento del compañero. En este grupo el método Grönholm no tiene cabida.
-Por último, ¿cuánto creen que ha cambiado el mundo laboral desde 2003, cuando se estrenó la obra en España? ¿Mejoró tras la pandemia o empeoró?
B.V: –La famosa “lección de la pandemia” finalmente no existió, volvimos a ser los mismos salvajes de antes. Así que creo que el mundo laboral no mejoró en nada, sobre todo en la Argentina, por eso la obra sigue siendo tan vigente. El otro día un colega me decía que se ha vuelto a instalar aquí el miedo a perder el trabajo, a que venga un CEO del exterior y despida a toda una planta o, lo que es peor, que esa planta quiebre. Esa incertidumbre, precisamente, es el alimento que tienen los personajes de El método Grönholm para avanzar, avasallar y pisar cabezas. Ellos podrán ser naturalmente ambiciosos, pero también son impulsados por un temor fundado. En conclusión: la obra tiene arraigo en la condición humana universal, pero el presente la torna más actual que nunca.
PARA AGENDAR:
El método Grönholm
Autor: Jordi Galcerán
Director: Ciro Zorzoli
Elenco: Benjamín Vicuña, Laurita Fernández, Rafael Ferro y Julián Cabrera
Sala Pablo Neruda, del Paseo La Plaza, Corrientes 1660.
Funciones: miércoles y jueves, a las 20.15; viernes, a las 21.30; sábados, a las 19.30 y 21.30; y domingos, a las 19.30. Entradas: por Plateanet
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