Estrenos de teatro: Afterglow, una trama atractiva sobre una pareja abierta en conflicto
Llevadero drama que recobra discusiones sobre los nuevos vínculos sexoafectivos; es destacable el planteo directo y honesto de sus explícitas escenas de sexo
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Afterglow. Autor: S. Asher Gelman. Traducción: Gustavo González. Director: Diego Ramos. Elenco: Adrián Lázare, Fernando Cuellar y Darío Grasso. Escenografía: Edgardo Sanjurjo. Iluminación: Diego Ramos. Sala: Teatro Dumont 4040 (Santos Dumont 4040). Funciones: los viernes, a las 20.30. Duración: 70 minutos. Espectáculo apto para mayores de 18 años. Nuestra opinión: buena.
La obra venía precedida por un éxito descomunal en el off Broadway y un derrotero por diversas plazas teatrales del mundo. Se resaltaba la osadía de su planteo y las extensas escenas con desnudos frontales que incluía. Visto y considerando la puesta local, de reciente estreno, ni una ni otra característica debería provocar semejante revuelo. Afterglow es una obra dramática con algunos toques de humor que, en pleno 2022 y en el mundo occidental, no tendría que escandalizar a nadie. Sí sorprende por su estilo honesto y directo y en eso radica su mayor logro.
La pieza del norteamericano S. Asher Gelman (escrita sobre su propia historia extramarital) se centra en un matrimonio gay, bien constituido y a punto de ser padres por subrogación de vientre, que tienen una pareja abierta. Habitualmente invitan a un tercero para complementar la relación sin grandes sobresaltos, hasta que aparece un hombre específico que pone en tela de juicio el compromiso del vínculo y lo que podía ser visto como un acto de modernidad lo enturbia todo. Alex es químico y trabaja en un laboratorio y es el más estructurado; Josh es director de teatro y es a quien más le gusta experimentar. El convidado de la ocasión es Darius, un masajista bastante más joven que ellos, que deambula entre la seducción de uno y otro, generando finalmente el conflicto. Aunque, claro, en este tipo de asuntos, nunca hay un solo culpable (si es que este sería el adjetivo indicado para señalar la conducta de alguien en cuestiones de sexo y amor).
Tal vez el desarrollo de Afterglow no sea muy interesante, ni original (aunque sí es fluido y llevadero), pero sirve como plataforma de discusión sobre temas que hoy rondan en todos los ambientes, y no solo en el gay. Es que a lo largo de los 70 minutos que dura la obra se habla de “amor líquido”, “relaciones efímeras”, “falta de compromiso”, “la rapidez de los levantes por aplicaciones de moda”, “poliamor”. Y si bien la obra no llega a ninguna conclusión –de hecho su final es absolutamente abierto– cumple con dejar instalados todos estos temas en una platea ávida de planteos actuales, que viernes tras viernes colma las instalaciones del Dumont 4040. Solo uno de los protagonistas arriesgará una reflexión que podría servir como conclusión final: “El amor es fácil, pero las relaciones son un trabajo”.
A diferencias de las puestas de Nueva York y Londres, aquí se ha optado por una escenografía minimalista, demarcando la habitación y la terraza de un departamento del East Village –donde transcurre la mayor parte de las escenas- simplemente con unas estructuras metálicas. Lo que se mantiene es la ducha, elemento icónico de todas las puestas, donde los actores van rotando de a dos para protagonizar los escarceos sexuales que dominan la obra. El diseño de luces acompaña muy bien esos momentos sin recurrir a la penumbra mojigata a la que a veces se recurre en este tipo de espectáculos. Las diversas escenas están separadas por instancias musicales (muy a lo Muscari), con temas de Abba, Dua Lipa y tangos instrumentales, de acuerdo al tenor de cada momento.
Con un texto que plantea interrogantes pero adolece de riqueza dramática, los actores hacen lo que pueden (bien capitaneados por el director Diego Ramos). Adrián Lázare (Alex), Darío Grasso (Josh) y Fernando Cuellar (Darius) están correctos y le ponen literalmente el cuerpo a personajes un tanto unidimensionales. Es de destacar, sobre todo, el riesgo que asumen al protagonizar escenas íntimas tan cerca del público y sin el resguardo de la división escenario-platea.
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