Estrenos de teatro. 600 caballos de fuerza es un vigoroso alimento para la imaginación
El texto de Traczuk es una rara avis en el mapa teatral porteño, ya que centra la acción dramática en los caminos y las rutas, un espacio que parece ser absorbido de manera exclusiva por el cine en un género mismo que lo contiene
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Autora: Paola Traczuk. Directora: Monina Bonelli. Intérpretes: Ana Celentano, Ariel Pérez De María, Aldana Illán, Víctor Labra, Emiliano Figueredo, Gervasio Usaj. Música: Santiago Villalba. Iluminación: Gonzalo Córdova. Escenografía: Lula Rojo, Gustavo Bujan. Vestuario: Ana Volonté. Sala: El Cultural San Martín, Sarmiento 1551. Funciones: viernes, a las 21. Duración: 60 minutos.
Escribió Peter Brook, reconocido director inglés, sobre el vacío en el teatro: “La imaginación es la que llena los huecos. Paradójicamente, cuanto menos se le da, más feliz se siente, porque es un músculo que disfruta jugando”. El espacio escénico puede ser cualquier cosa: un castillo, el desierto, un hospital, el pensamiento psicótico de un personaje. A diferencia de la pantalla de cine que representa el todo; en el teatro sus límites para abarcar la totalidad se vuelven su mayor virtud.
La idea sirve para explicar lo que sucede en 600 caballos de fuerza, obra de teatro escrita por Paola Traczuk y dirigida por Monina Bonelli, que se presenta en el Cultural San Martín. Una road movie, pero en el teatro, que se centra en la vida de dos hermanas camioneras que recorren las rutas de la Triple Frontera guiadas por el fantasma de su padre, mientras escapan luego de robar una obra de arte.
Ana Celentano y Aldana Illán, las actrices que interpretan a estas hermanas fuertes, valientes, cargadas de experiencias, recorren en su devenir dramático las rutas, un parador en medio del camino, un galpón de objetos robados y hasta una mansión excéntrica. ¿La fórmula para lograr ver todos esos espacios? La capacidad interpretativa, la fuerza de un relato bien escrito y la potencia metonímica del teatro.
El texto de Traczuk es una rara avis en el mapa teatral porteño, ya que centra la acción dramática en los caminos y las rutas, un espacio que parece ser absorbido de manera exclusiva por el cine en un género mismo que lo contiene. Pero en el teatro, la historia de dos hermanas que se acompañan, que tienen proyectos y que cargan con un hilo generacional que las define, mientras manejan un camión, llena de singularidad y potencia todo el universo. En el medio de ellas, el fantasma de su padre, interpretado por Ariel Pérez De María, quien una vez más demuestra en escena su talento para hacer convivir lo trágico y lo cómico y su elocuencia para dirigirse al público, con una voz narradora, que divierte y es muy poética al mismo tiempo.
Así, entre narración y diálogo, la aventura de estas dos hermanas avanza en todos los sentidos. Ellas, en movimiento, manejando un camión, mientras el espectador comienza a conocerlas: cargan con una identidad rutera, un vínculo profundo con un padre ladrón y una necesidad concreta de cambiar de vida, pero sin un recorte melancólico. Estas mujeres hermosas y empoderadas van para adelante, hasta el final.
Las líneas argumentales de 600 caballos de fuerza no sólo transitan la aventura y el género policial, sino que también implica una lectura sobre el estatuto de la obra de arte y el concepto de copia y original. Un poco más forzado que el planteo principal, ya que los análisis que se desarrollan sobre la idea de copia son pasajeros, pero sí hay una relación potente con la idea de padres e hijos. ¿Son los hijos una copia de los padres? ¿Se pueden borrar esas huellas identitarias? ¿Estamos condenados a repetir los errores de nuestros progenitores? Estas preguntas recorren la obra y tienen una potencia más vital, que el objeto artístico en cuestión, que de alguna manera está en el centro de la escena.
Desde la dirección, Bonelli trabaja con el concepto mencionado de Brook. Alejada del realismo, se vale de la fuerza metafórica del teatro para apelar a todos los universos que remite el texto. Además, se permite jugar con un enfoque bien contemporáneo: un personaje ingresa en patines, escenas que se congelan como si se pudiera ponerle una pausa al tiempo, una iluminación a la vista, expositiva, algunas veces manipulada por los propios personajes, incrementa un color gótico que tiene la obra y que espesa todo el universo.
Todos recursos que alimentan la imaginación, que dejan a la vista la representación y, al mismo tiempo, cargan todo el hecho teatral de verdad. Víctor Labra, Emiliano Figueredo y Gervasio Usaj terminan de completar el ambiente de 600 caballos de fuerza, en muchos casos le suman el componente trash que tiene la obra y son responsables del devenir trágico de estas dos camioneras, que en su deseo de sobrevivir sucumben al destino.
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