Estreno teatral. María Ucedo creó un espectáculo a partir de una historia de amor oculta de su propia madre
El rayo es una historia emotiva que se devela cincuenta años después y está protagonizada por esta actriz-bailarina que fue fundadora de El Descueve y trabaja muchísimo en el cine nacional
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No es la primera vez que la actriz y bailarina María Ucedo se anima a concretar una experiencia unipersonal. Hace aproximadamente diez años estrenó Brasil, bajo la dirección de Ana Frenkel, en la sala No Avestruz, un trabajo que tuvo muy buena repercusión y que ella decidió en algún momento abandonar para integrarse a experiencias teatrales grupales o trabajar en cine. El mundo audiovisual la tiene bastante atrapada desde hace tiempo y goza notablemente de formar parte de él.
Artísticamente nació y creció a finales de la década del 80, en plena expansión del movimiento underground en Buenos Aires. Hoy recuerda que su primer trabajo como coreógrafa lo dio a conocer en el Parakultural. Pocos años después creó El Descueve –junto a Ana Frenkel, Mayra Bonard, Gabriela Barreiro y Carlos Casella–, un grupo emblemático en los años 90 que sobresalía por sus creaciones de teatro danza. Con diversos espectáculos participaron de numerosos festivales internacionales.
Actualmente Ucedo está presentando El rayo, en El Portón de Sánchez, un nuevo unipersonal que narra una amorosa historia de pareja y que ha decidido llevarla a escena como una manera de homenajear a sus protagonistas. “La pulsión de este trabajo –cuenta– aparece cuando mi madre da a conocer algo que había mantenido en silencio durante muchos años. Desde mi adolescencia yo sospechaba que en la relación entre mi madre y mi tía Naia (así la llamábamos aunque no era nuestra tía) había algo más que una relación de amigas. Y cuando Naia murió, mamá develó esa sospecha y empezó a contar todo lo que antes no había compartido. En el programa de la función yo escribo: “A veces tenemos una pregunta por mucho tiempo, tanto que olvidamos que la teníamos y la respuesta llega en el momento menos pensado”. Algo así es lo que condensa bastante la obra. Mi tía Naia muere a los 92 años, mi madre entonces tenía 82. En ese momento de duelo tan profundo, empieza a compartir todo lo que había mantenido oculto durante tantos años. Ellas habían mantenido una relación amorosa desde que yo tenía tres años. Lo particular es cómo ella comienza a contarlo, de qué manera. Mi madre es un personaje adorable, muy simpática y desde ese lugar empezó a hablar y hasta buscaba excusas para hacerlo, para que alguien le pregunte. Lo que intento con este espectáculo es poner en escena este relato familiar que es muy tierno porque es una historia de amor de 50 años.
–¿En el espectáculo sólo trabajás corporalmente o utilizás otros recursos?
–Represento de una manera corporal y poética, porque quería hacer un homenaje a ese amor y, además, porque comienza en una época muy difícil. Estamos hablando de 1972. Podían haber llegado a ir presas, esa relación no estaba bien vista, todo era clandestino. Ambas, además, estaban casadas. Todo esto lo cuento en la obra, sitúo un poco la época. Hay algo de mucha valentía en esas dos mujeres. Después mi mamá se separó, mi tía Naia quedó viuda. Y ese vínculo seguramente se fortaleció.
–¿Te sorprendió el relato de tu mamá, te conmocionó?
–Sabía que ahí había un amor incondicional pero no tenía la certeza de que fueran una pareja. No se mostraban como tal delante nuestro. Por ahí algunos amigos lo sabían o lo daban por sentado. Cuando mi madre me contó de una forma tan simpática la historia, me empezaron a aparecer un montón de imágenes. Pienso en hacer una película, comienzo a acopiar materiales. Hasta grabé una entrevista con ella. Pero llegó la pandemia y comencé a darme cuenta de que una película me iba a llevar tiempo porque debía escribir el guion, conseguir financiación y yo tenía la urgencia de hacerlo ahora porque, además, mi mamá está presente. Quería hacer un homenaje. Ahí decidí que lo voy a hacer con el lenguaje teatral. Así nació El rayo, de la necesidad de querer compartir esta historia que es muy amorosa y tierna.
–¿Por qué se titula El rayo?
–En una de las primeras charlas que tuve con mi made ella dijo: “y bueno, fue algo que yo sentí como un rayo, algo que se imponía, que me llevaba para adelante. Yo no me cuestionaba nada”. Comencé a hacerle muchas preguntas: “¿pero qué te pasó a vos?”, “¿estabas incómoda?”, “¿qué sentiste al darte cuenta que te gustaba una mujer?”, “¿ya te había pasado antes?”. Me salían las preguntas por todos lados, no me daba la boca y ella decía: “sentí como un rayo”. Cuando el amor arrasa de esa manera, no hay miedos, no hay límites.
–¿El proceso de creación comenzó en la pandemia?
–Sí. En ese momento yo estaba con muchas ganas de bailar. Durante el encierro me dieron ganas de hacer otras cosas y ya había empezado a trabajar algo con el cuerpo, a moverme, con la bailarina Andrea Fernández, sin saber todavía que iba a hacer este espectáculo. Luego la llamé a Valeria Correa para que me ayudara a construir la dramaturgia, a limpiar y seleccionar los textos. Tenía que encontrar la forma adecuada de llevarlos a escena. Hacer ese trabajo fino para armar una estructura. Y también necesitaba una mirada de afuera y como con Andrea venía trabajando el lenguaje corporal, todo se ensambló.
–Desde tus inicios siempre participaste en experiencias caracterizadas por la mezcla de lenguajes.
–Con El Descueve siempre hicimos un trabajo de movimiento pero con un lenguaje bastante teatral. Buscando imágenes con el movimiento para no usar tanto la palabra. Después la fuimos introduciendo. Yo siempre metí la palabra en El Descueve o fui de las chicas la que más actuaba en los comienzos. Al principio hacíamos más hincapié en el movimiento puro y después se introdujo lo teatral y también incorporamos a actores como Juan Minujín. Creo que uno va usando todos los lenguajes que tiene o con los que se nutrió y va armando lo que quiere contar con esos lenguajes. Nunca me pregunto demasiado. Siento que esa forma de crear es muy natural en mí, usando un poco el texto también. Y cuando puedo encontrar esa síntesis o esa poética es lo que más me gusta investigar. Ensamblar el movimiento, el texto, la música, el sonido, la imagen, las luces. En esta obra aparece mucho todo eso. Después que dejamos de trabajar con El Descueve me dediqué más a actuar, a desarrollar trabajos dentro del campo audiovisual. También doy clases de movimiento, de Ashtanga Yoga.
–Tu formación es muy ecléctica también. Aparece como una necesidad de atravesar diferentes experiencias creativas.
–De chica siempre estudié actuación. Tuve una formación muy variada, después entrené con diferentes maestros. Siempre me seguí formando. Creo que la primera película importante que hice fue la de Ariel Rotter que se llama El otro, con Julio Chávez. Esa fue una experiencia muy interesante para mí en cine o la que más que me encantó. Y a partir de ahí no dejé de filmar. Mezclado con el teatro y, después, un taller literario con Hebe Huart. Estudié con Mauricio Kartun e hice entrenamiento con Claudio Tolcachir. Muchos años atrás lo había hecho con Guillermo Angelelli. La primera coreografía la presenté en el Parakultural y creo que tenía 17 años. Siempre digo que mi escuela estuvo mucho ahí, en los finales de los 80, ser una adolescente cuando empezaba la democracia en 1983 y recién en 1984 empezar a salir y descubrir todo ese mundo creativo que había y que me producía mucha fascinación. Eran tiempos donde veía a La Organización Negra, las Gambas al Ajillo. Era muy inspirador. Estaba esa necesidad de “decir” después de tantos años de represión. Había mucho para beber, más si estabas metida en una escuela de danza, en composición, que era lo que me interesaba. Nunca me importó tanto ser una bailarina ligada al clásico o al contemporáneo. Me interesaba la investigación del movimiento. Tuve buenos maestros en la escuela de Margarita Balli y Susana Tambutti. Yo soy todo ese combo. Trabajo el texto, escribo, me muevo. Cuando estoy en otros campos también está el cuerpo porque el cuerpo es el que habla todo el tiempo. El cuerpo es todo, es lo único que realmente nos pertenece, es la expresión. Más allá de que uno tenga mucha capacidad o lenguaje corporal para moverse o no tenga nada, siempre el cuerpo habla.
Para agendar
El rayo
Creación de María Ucedo
En El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034, los viernes, a las 21.
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