Estreno. Luciano Cáceres y Gonzalo Demaría vuelven a trabajar juntos, en una obra que trae a Eugene O’Neill a Buenos Aires
Se dice que, en 1910, vivió nueve meses en la capital argentina, cuando llegó como marinero, y esa historia es recreada en Elsa Tiro, pieza que se estrenó en el teatro Regio
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El fascinante universo del dramaturgo norteamericano Eugene O’Neill, quien vivió en Buenos Aires durante nueve meses en 1910, es rescatado por el autor Gonzalo Demaría para dar forma a su nueva pieza teatral, Elsa Tiro. La obra, que se estrenó en el teatro Regio –sala perteneciente al Complejo Teatral de Buenos Aires– cuenta con dirección de Luciano Cáceres y está interpretado por el creador junto a las actrices Alejandra Radano y Josefina Scaglione, las bailarinas Federica Wankiewicz y Rosina Heldner y la pianista Gabriela Bernasconi.
Durante su estadía en la Argentina el autor de El deseo bajo los olmos, El gran dios Brown y Viaje de un largo día hacia la noche, entre tantas otras obras que le posibilitaron obtener varios premios Pulitzer y el Premio Nobel de literatura en 1936, residió en el barrio de La Boca y estuvo muy en contacto con marineros y prostitutas. Ese submundo es el que lo llevó a convertirse primero en poeta y luego en dramaturgo. En Elsa Tiro se va desgranando la historia de este hombre que, con sus propuestas, no solo renovó el teatro norteamericano sino que, también, marcó el devenir de nuestra escena.
Luciano Cáceres y Gonzalo Demaría son muy buenos amigos. Se conocieron a través de la directora Helena Tritek. Ella los convocó en 2000 para formar parte de la producción de El pobre hombre, pieza de José González Castillo que puso en escena en el teatro San Martín. Demaría compuso la música del espectáculo y Cáceres formó parte del elenco. Al cabo de los años montaron juntos espectáculos como Pequeño circo casero de los hermanos Suárez, El acto gratuito, El cordero de ojos azules y 40 días y 40 noches.
La admiración entre ambos es mucha y eso se refleja cuando cada uno habla de las virtudes del otro. “Gonzalo para mi es un referente en la vida, también –explica Luciano Cáceres–. Es amigo y maestro. Aprendo mucho charlando con él. Es uno de los pocos autores que tiene una esencia única. Siento que su obra es universal. Lo siento yo y también muchos directores, por eso lo estrenan en otros países. En sus piezas, él va sugiriendo una música a través de las oraciones, las pausas, los tiempos. Y a veces sus obras tienen pocas indicaciones, el mapa está en el texto. Él describe muy bien la forma de hablar de los seres que crea y después me encanta como mezcla la realidad con la ficción. Juega con hechos reales, históricos y los combina con personajes que conoce”.
A la hora de definir a su compañero, Demaría hace hincapié en su inteligencia y su velocidad mental. “Tanto dirigiendo como actuando –afirma–. Eso es muy sorprendente para mí que tardo más en razonar, en asociar. La velocidad que él tiene, combinada con su talento, me sorprenden mucho. Y luego la libertad creativa, porque lógicamente cuando escribo lo hago en soledad, imaginando mi propio mundo y él, casi siempre, lo lleva hacia un lado totalmente distinto de mi imaginario, cosa que lejos de asustarme o preocuparme, me estimula. Cuando veo por primera vez un ensayo de una obra que escribí, con la que conviví meses en el papel, me sorprendo, la veo y tengo una impresión de extrañeza positiva que me hace entender cosas de la escritura”.
Luciano Cáceres es un profundo admirador de Eugene O’Neill tanto que reconoce que el personaje Edmund de la obra Viaje de un largo día hacia la noche lo moviliza notablemente. Y Elsa Tiro fue escrita especialmente para que él la protagonizara y dirigiera.
–¿Gonzalo cómo develás el paso de O’Neill por Buenos Aires?
Gonzalo Demaría: –Por lo que estuve investigando, esos nueve meses que O’Neill estuvo en esta ciudad son como una nebulosa. Nueve meses, son un parto. Algo se puede reconstruir a través de pocas referencias autobiográficas que hay en El largo viaje de un día hacia la noche, su última obra, y a través del monólogo de Edmund. Pero hay reportajes, entrevistas, donde él nombra a Buenos Aires y recuerda los olores de las castañas asadas, de los cornalitos fritos, el humo espeso de los cabarets de La Boca, de Barracas. Yo creo que vivió acá una especie de descenso a los infiernos. Creo que no lo pasó del todo bien en Buenos Aires. Por la misma razón, por lo intenso que eso fue y por lo perdido que estuvo, él ahí se parió a sí mismo como autor. Lo más antiguo que se conserva de él entiendo que es un largo poema fragmentario con un hermoso título, Ceniza de orquídeas, escrito en esta ciudad.
–En Elsa Tiro la acción comienza cuando un O’Neill muy joven se relaciona con La Renguita, una prostituta. Ella aporta ciertas reminiscencias a la primera obra del autor, Anna Christie.
G.D: –Mi teoría personal, y lo trata la obra un poco, es que Anna Christie, la pieza que lo hizo famoso, está concebida en Buenos Aires. Él la publica en 1920, diez años después. Pero si uno se detiene en la didascalia inicial del texto dice que la acción transcurre en 1910, el año en el que vivió aquí. Además Christi es abreviatura de Christensen, una empresa naviera de Buenos Aires. Hay dos guiños poderosos en Anna Christi. Si bien sitúa la acción de la obra en Nueva York, para mí es Buenos Aires. Él lo extrapoló quizá para quitarle exotismo, quizá para acercarlo al costumbrismo que lo hizo famoso, el naturalismo, etcétera. Pero para mí la obra habla de su relación con marineros y prostitutas en Buenos Aires y no en Nueva York. Anna Christi sería la prostituta de la que se enamora en nuestro puerto.
–No es común en estos tiempos que un autor escriba una pieza para un actor. ¿Cómo vivís Luciano esta experiencia?
Luciano Cáceres: –Es un gran regalo. Tengo la doble misión de dirigir, actuar y compartir el escenario con dos actrices con quienes tenía muchas ganas de trabajar. La obra posee un registro muy interesante. Está atravesada por una estructura similar a la del musical pero no lo es, está muy lejos de eso y aparece una combinación casi forzosa de relacionarla con la película porno más antigua de la historia que es argentina, con Anna Christie y también se cita a Greta Garbo. Desde la puesta también se dialoga con el cine y con la llegada del realismo. Mucho para poner en escena y hacer de esto una experiencia a puro teatro homenajeando al cine también.
–En el texto el personaje sufre una regresión luego de una operación de apendicitis y esto lleva a reconocerlo muy íntimamente. Hasta aparece su tercera esposa, Carlotta Monterey.
L.C: –El protagonista está drogado por una operación de apendicitis y eso se usa como excusa para hacerlo viajar en el tiempo y él entra en ese juego. Hay mucha información y muy precisa. Quien conozca el mundo de O’Neill se hará una “panzada” y el que no, va a conocerlo de una manera más lúdica. Creo que hay algo que tiene toda la obra de Gonzalo: es muy salvaje. Puede ir de los más bajos fondos a lo elevado de la poética con una naturalidad muy fuerte y eso me divierte mucho. Creo también que es muy interesante lo que Gonzalo genera con el vínculo de ese matrimonio que, en su momento, era titular de los diarios por la violencia y los maltratos que se hacían mutuamente. Salían en los diarios por trompearse, por quebrarse las piernas. Carlotta Monterrey que fue su mujer, era actriz, y en la obra juega a manipular a este hombre.
–En algún momento de la pieza se proyecta un fragmento de la película pornográfica que citaba Luciano. ¿Por qué asoma esa decisión?
G.D: –O’Neill llega escapando de su padre que era un actor muy afecto al melodrama. Era todo lo que él odiaba. Vino a parar a Buenos Aires y se encontró, no con el realismo, sino con el hiperrealismo de estos mundos tremebundos; y ahí nació él como autor. El viejo melodrama contra esta búsqueda del realismo que puede llegar hasta lo pornográfico. La película tiene guión y es como una porno mitológica, eso es muy exótico porque muestra a un fauno, un sátiro, como dice el título. Unas ninfas del bosque corren desnudas en Isla Maciel, donde se supone que se filmó en 1907 y este hombre tiene sexo con una de ellas. Es muy explícita. Un día me crucé con ese dato y me pareció super exótico y muy elocuente. No es la primera porno de la historia pero es la más antigua que se conserva y hace sentido cuando uno piensa que el tráfico de este cine clandestino se daba en los grandes puertos como Marsella, Buenos Aires o Liverpool. Y el público estaba integrado por marineros y prostitutas. La película se denomina El satorio o El satario. Esto es porque creemos que quien encontró la película, que se conserva en un museo de los Estados Unidos, obviamente no hablaba español y leyó El sátiro sin entender lo que leía y transcribió El satorio.
Además de participar de este proyecto teatral Gonzalo Demaría y Luciano Cáceres acaban de presentar en la Casa de América de Madrid, en carácter de pre estreno, la película Nene revancha cuyo guión y dirección es responsabilidad del primero. El film está interpretado por José Giménez Zapiola, Brenda Gandini, Eliam Pico y Cáceres. “A partir del cruce casual entre dos internos de una colonia penitenciaria juvenil se desata una madeja que conducirá a un doble desenlace: una venganza masticada durante siete años y la libertad”, destacó la información brindada en España. Gonzalo Demaría, quien por primera vez desarrolla un proyecto cinematográfico, aclara que con esta producción su ambición “es recuperar el cine de trama que ya no se hace, en mi opinión, o que se hace muy poco. Es una película de trama y ahí estaba puesta la exigencia para todos, incluso para los actores”.
Para agendar
Elsa Tiro
De Gonzalo Demaría, dirigida por Luciano Cáceres.
Teatro Regio, Córdoba 6056
De jueves a domingos, a las 20.
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