Estreno de teatro. La Pathétique, una propuesta que cuestiona todo lo que siempre se ha aceptado como verdadero
Alejandra Radano, una atleta del arte con pensamiento propio, en uno de sus mejores trabajos interpretativos
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Autores: Fabián Luca y Alejandra Radano. Dirección: Fabián Luca. Intérprete: Alejandra Radano. Piano: Diego Vila. Iluminación: Paula Fraga. Vestuario: Yohji Yamamoto, Maison Margiela y Miu-Miu. Videos: Ignacio Masllorens. Sala: El Cultural San Martín, Sarmiento 1551. Funciones: jueves y viernes, a las 20. Duración: 70 minutos.
De Alejandra Radano se podrían decir muchas cosas; en principio que es una artista absolutamente singular y con múltiples facetas. Está la actriz de musicales de Broadway (que supo ser protagonista de las versiones locales de Chicago y Cabaret), la de pedigrí internacional (gracias a su asociación con Alfredo Arias, quien la dirigió múltiples veces en Francia) y también la independiente u outsider. Su nuevo espectáculo, La Pathétique, se inscribe en esta última categoría, y se suma a los otros que a lo largo de los años concibió junto a Fabián Luca y Diego Vila, sus hermanos creativos: La inhumana, Delirio gaucho y Tres dramas para orquesta.
No obstante, en este ¿music hall? va por más y expone su opinión sobre tópicos tales como el cambio climático, la violencia física ciudadana, el consumo irresponsable, el poder del dinero, la tecnología como nuevo rey supremo (“y las pantallas de los monitores y los teléfonos inteligentes como espejos de nuestras vidas”) y los virus y sus consecuencias. Para ello abreva en la historia, la filosofía, la medicina, la psicología y hasta en las matemáticas. Radano parte de un repertorio musical tan ecléctico como rico –que va del cantautor austríaco Georg Kreisler (de humor tan negro como poético) y la cantante, actriz y compositora francesa Catherine Ringer (adscripta a la New Wave) a la banda inglesa de rock alternativo Radiohead y al camaleónico David Bowie– para expresar abiertamente su ideología (que es política pero no partidaria), sin miedo a incomodar o pecar de vintage en una época de pensamientos líquidos. En La Pathétique cuestiona todo lo que siempre se ha aceptado como verdadero. Asegura que dos más dos es igual a cinco y que ella es en realidad el Papa. No lo hace tomada por un delirio místico sino para demostrar (con teorías tan peligrosas como inteligentes) que todos podemos ser fácilmente manipulados, y es allí cuando los caminos de la realidad y la fantasía encuentran un equilibrio poético en su propuesta. El resultado es contundente, exquisito e hipnótico. Un placer total para el pensamiento y los sentidos. A completar el marco audiovisual que sostiene su discurso ayudan el diseño de iluminación de Fabián Luca y los videos y animaciones de Ignacio Masllorens y Gastón Viñas. Y si de detalles se trata, ni siquiera el ingreso de los espectadores a la sala quedó librado al azar. Son acompañados a sus asientos al son de “Música para aeropuertos”, de Brian Eno, que anticipa el arribo a “un no lugar”, o a uno –por lo original- no identificable y, por ende, misterioso.
La Pathétique abre con un graph de fondo con las diferentes definiciones del adjetivo patética: “que denota gran angustia o padecimiento moral, capaz de conmover profundamente y agitar el ánimo con violencia. Algo que es despreciable por sus cualidades negativas. También es sinónimo de algo conmovedor, emocionante, sentimental o tierno. Asimismo, algo que resulta ridículo”. Y la verdad es que el espectáculo responde a todas estas variaciones. Dividido en segmentos como “Patético”, “Desconfianza”, “El silencio”, “La palabra”, “La música” y “Las ciencias exactas”, va tomando forma de a poco sin confirmar claramente hacia dónde se dirige. Eso, que podría ser su talón de Aquiles, es justamente uno de sus mayores logros: genera perplejidad y expectativa. Luego, a falta de un final, cuenta con tres: una superlativa rendición de “Life on Mars”, de David Bowie (con el advenimiento de un esperanzador nuevo sistema de vida que las imágenes de Marte proyectadas en una enorme pantalla de fondo anticipan); el extensísimo y dificilísimo “Los finales diferentes a los demás”, de Georg Kreisler, que pareciera ser un homenaje a la rebelde e iconoclasta Nacha Guevara de finales de los años 60; y “Rendez-Vous”, de Catherine Ringer, que cierra melancólicamente el repertorio de la noche, antes de que Radano se despida empujando un piano a lo largo del escenario (tal como había empezado su tour de force setenta minutos antes), demostrando que más que una cantactriz es una atleta del arte.
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