Estampas sensiblesde una vida intensa
Ay amor divino / Libro y actuación: Mercedes Morán / Escenografía e iluminación: Tito Egurza / Vestuario: Mónica Toschi / Dirección de arte: Fidel Sclavo / Asistencia de dirección y dramaturgia: Cinthia Guerra / Coordinación musical y efectos sonoros: Pablo Palavecino / Producción artística: Lino Patalano / Dirección: Claudio Tolcachir / Funciones: viernes, a las 21; sábados, a las 20.30; domingos, a las 19.30 / Duración: 60 minutos / Nuestra opinión: muy buena
¿De qué se trata la obra?", preguntó este cronista. "Mercedes Morán cuenta su historia", respondió el interlocutor. La duda se hizo presente de inmediato. No se trata de una actriz cuyo ego sea desbordante como para plantarse en el escenario del Maipo a hablar de sí misma. Habría que comprobarlo.
La intuición de quien esto escribe no estaba errada. Sí, es verdad, Mercedes Morán habla de su vida. Pero no se instala con soberbia y egocentrismo a hablar de lo grandiosa que es. Precisamente, no es una diva insoportable enamorada de sí misma. Con absoluta poesía, la actriz recorre momentos de su existencia a través de relatos interesantes y sensibles. Es un puñado de esas historias que algún familiar carismático puede contarnos en alguna reunión una y otra vez sin cansarnos de escucharlo. Sólo que acá no es una charla informal. Es una comunión íntima que establece la actriz, bajo la sensible mirada del director (Claudio Tolcachir) y una dirección de arte bellísima. Conoceremos episodios de la niñez de Mercedes, en su pueblo; sabremos cómo era esa nena de marcada personalidad; el carácter de dos padres muy diferentes entre sí; los personajes del pueblo, las estampas de una juventud militante y cómo la historia los salpica; los amores, su amor, el sexo, la menopausia... Algo de su carrera como actriz estará presente, pero es absolutamente secundario. Lo importante son las postales en las que el público se verá inmerso casi sin darse cuenta. Mercedes Morán toma de la mano a cada espectador y lo invita a pasar por su vida un ratito. Y no para que la acaricien, sino para acariciar. Construyó una dramaturgia perfecta en estos relatos encadenados y es capaz de encarnar a las diferentes criaturas a las que se refiere, con oficio.
Ay amor divino es una propuesta hermosa, donde tal vez las mujeres disfruten un poco más que los hombres, pero sólo por complicidad. Es humana, real y, sobre todo, emotiva.
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