Esperando al zurdo: asamblea y denuncia social
Libro: Clifford Odets / Elenco: Fernando Álvarez, Hugo Álvarez, Jorge Arjona, Emiliano Boidi, Gustavo Bonfigli, Pablo Faletti, Héctor La Porta, Pablo Lyonnet, Luis Marangón, Miriam Nova, Leonardo Odierna, Tina Ottaviano y Julio Pallero / Dirección: Hugo Álvarez / Sala: Corrientes Azul (Corrientes 5965) / Funciones: sábado, a las 21 / Duración: 80 minutos / Nuestra opinión: buena
Una obra de 1935, pegada a la encrucijada de la gran depresión en Nueva York, escrita para la tribuna contemporánea, una denuncia social convertida en hecho artístico, un acto de empatía para tocar el corazón del público. Todo eso es Esperando al Zurdo, del estadounidense Clifford Odets, autor de obras de gran compromiso político con los explotados.
El director Hugo Álvarez, fundador del grupo Mascarazul y de la sala Corrientes Azul, presenta desde 2017 su adaptación. Desde el ingreso, los espectadores son recibidos por los actores como parte de la asamblea del sindicato de choferes de taxi. El voto de la mayoría decidirá la declaración de huelga, pero hay retraso porque no llega el Zurdo Costello, líder e impulsor de la acción. Quien sí aparece, escoltado por su guardaespaldas, es el secretario general, Harry Fatt (un apellido para chiste local), disuasivo ante el reclamo de los trabajadores. Cada uno de los oradores habla al público mirándolo a los ojos. Entre esos asientos, se ubican actores que responden a la arenga. Todos son parte de la espera. Pero no se trata de una demora godotiana, sino de estirar el suspenso para colar fragmentos del pasado de los choferes.
Al comienzo un coro de evangelistas da una sospechosa bienvenida al público a la puerta del gremio, con un villancico de amor y paz. Lo musical reaparece en otras dos intervenciones de Miriam Nova, que interpreta las canciones compuestas por el director y el músico Julio Scalise: no cumplen una función narrativa, sino que acompañan las emociones de los personajes y aportan color y calor a la obra. Las bocinas y los ruidos de la calle son el separador de los distintos momentos. Elogiable el vestuario de época y el aprovechamiento del espacio para crear las escenas, tanto la del presente de la asamblea como las de los flashbacks.
Las actuaciones son desparejas (se destaca Leonardo Odierna), pero el conjunto funciona y la acción avanza firme. Trece personas en un elenco (incluido el director), en el off y en medio de tantos unipersonales, ya es un dato para resaltar. La obra va por su tercer año gracias al de boca en boca. A más de ocho décadas de su estreno, quizá su denuncia continúe fresca allí donde, todavía y en cualquier parte, la injusticia requiera de la épica.
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