Ese bow window no es americano: un recorrido en auto que se transforma en mucho más que un viaje de madre e hija
Mariana Obersztern construye un espectáculo sumamente sensible sobre un texto de Samantha Schweblin, potenciando un relato cargado de intrigas, que se sostiene con tres interpretaciones muy sobresalientes
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Autora: Samanta Schweblin. Adaptación y dirección: Mariana Obersztern. Intérpretes: Mirta Busnelli, María Merlino, Vanesa Maja. Vestuario: Betiana Temkin. Escenografía: Mariana Obersztern. Iluminación: Gonzalo Córdova. Música: Ulises Conti. Video: R. Moreno. Sala: Dumont 4040, Santos Dumont 4040. Funciones: sábados a las 20, domingos a las 18. Duración: 65 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Así como la obra literaria de la escritora argentina y radicada en Francia Ariana Harcwicz comenzó a adaptarse al teatro promoviendo espectáculos muy atractivos, como Matate, amor; Precoz, La débil mental; parte de la producción narrativa de Samanta Schweblin (también argentina pero residente en Alemania) está provocando interés entre los teatristas locales.
En 2015 se estrenó, en la sala Elkafka de Buenos Aires, Un hombre sin suerte en versión de Osmar Nuñez, y en 2023, Marcos Franciosi y Walter Jakob dieron forma al libreto de la ópera Felicidad (basado en el cuento Mujeres desesperadas), que se presentó en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. La novela de Schweblin, Distancia de rescate tuvo una versión cinematográfica que, bajo la dirección de la peruana Claudia Llosa, actualmente puede verse en Netflix.
Mariana Obersztern adapta ahora para la escena el cuento Nada de todo esto, que forma parte del libro Siete casas vacías (2015). Una propuesta en la que no se aparta del texto original y que desarrolla en un amplio espacio de la sala Dumont 4040. Su nueva creación combina el relato con unos juegos escénicos, por momentos muy inquietantes, y algunas breves pero efectivas proyecciones.
Una madre ya mayor y su hija cumplen, desde hace años, con la rutina de salir en un viejo auto a pasear por distintos barrios con la intención de ver casas, valorizar o desestimar esas construcciones, también los parques que las rodean. No hay un motivo claro que las impulse a realizar dichos paseos. La única clave, el marido de esta mujer, cuando se fue de la casa, dejó las llaves del auto sobre un grupo de revistas sobre decoración que la esposa consumía con interés.
Quien relata es la hija. Se detiene en una tarde particular, en la que ambas quedan varadas en un barrio residencial con calles de tierra. La fuerte lluvia de la noche anterior hace que el coche en el que viajan quede atascado en el barro, dando comienzo a una historia en la que la autora mostrará ciertas cualidades de la relación que mantienen estas mujeres. En la historia también interviene la dueña de la casa en la que terminaron detenidas, estropeando el césped y donde la madre, después de ingresar a ese hogar con la escusa de sentir cierto malestar físico, cumplirá una especie de ritual sanador. El espectador descubre aquí que una cuestión que la perturba debe ser enterrada.
En esta puesta la línea de la acción la lleva María Merlino (la hija). La actriz pone su imaginario al servicio de la narración y es tan potente que quien observa no dejará nunca de escapar a esas situaciones que va describiendo y que hacen referencia no solo a la relación con su madre desde la infancia, sino a ese derrotero en la que la acompaña en una práctica que se torna imposible de comprender y que la expone como un ser con una personalidad totalmente dependiente e indefensa.
Mirta Busnelli (la madre) no necesita demostrar su autoritarismo con muchas palabras. Simplemente con sus gestos, unas intenciones en la voz o unas actitudes improcedentes da las pautas suficientes para reconocer su interior obsesivo, convulsionado y hasta cargado de maldad, a veces.
Aunque Vanesa Maja posee un personaje con menos desarrollo en la pieza, la actriz impone una presencia muy fuerte en escena y una actitud que deja muy claro que, en tanto dueña de la propiedad que invaden madre e hija, sabe resguardar su patrimonio y, sobre todo, poner límites a la hora de permitir que su mundo privado se vea afectado por seres hostiles que parecen escapados de la realidad.
Mariana Obersztern construye un espectáculo sumamente sensible, potenciando no solo los recursos de un relato cargado de intrigas sino, sobre todo, que sostiene con tres interpretaciones muy sobresalientes y un equipo técnico que ayuda a develar las aristas más significativas de las protagonistas.
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