Nacido y criado en un ambiente de ceguera, Facundo Bogarín se convirtió en director artístico de Teatro Ciego y por estos días presenta No hace falta verte campeón, una pieza inspirada en su pasión por la pelota y el capitán de la selección argentina
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Facundo Bogarín es ciego, y aunque no es ciego de nacimiento, se crió en un entorno de ceguera. Su mamá es ciega, su padre, su hermano y hasta el perro de su familia era ciego. Hoy tiene 36 años y es director de la compañía porteña Teatro Ciego.
La gran noticia es que en junio acaba de estrenar No hace falta verte campeón, una pieza teatral de Martín Bondone que se desarrolla en completa oscuridad y convida al espectador la posibilidad de vivir la pasión del fútbol a través de los ojos de alguien que nunca ha visto un partido. Entre relatos inspirados en la historia personal de Bogarín, extractos de documentales y la radio, la obra transmite su conexión con el fútbol haciendo foco en la figura de Lionel Messi y la selección Argentina campeona en 2022, pero sobre todo es un testimonio acerca de la superación. Resume la idea de que no hace falta ver para sentir la emoción y la pasión del fútbol, y refleja cómo se vive desde otro lugar.
Para aquellos que no la conocen, Teatro Ciego es una compañía de teatro experta en contar historias en absoluta oscuridad, una oscuridad que juega un rol fundamental en sus puestas, ya que potencia al límite la percepción de los demás sentidos. En sus elencos trabajan personas ciegas o con disminución visual, habituados a orientarse y desplazarse en la penumbra.
“Podría decirse que la obra está inspirada en hechos reales. Con Martín [Bondone] veníamos hablando de cosas vinculadas al fútbol. Hemos visto partidos juntos, él me relataba las jugadas que en la tele me perdía. Entonces le conté de un amigo que particularmente hacía los mejores relatos o descripciones de las jugadas. La obra cuenta justamente la historia de estos dos amigos”, explica Facundo, que además de ser actor y dirigir en Teatro Ciego, se desempeña como actor más allá de la oscuridad. En 2022 participó como actor en la serie División Palermo (Netflix), que por estos días prepara su segunda temporada, y también trabajó en la película Amor sin sentido.
De chico, a Facundo le gustaba mucho nadar, dibujar y andar en skate. Hasta que a los 15 años se quedó ciego. Le diagnosticaron desprendimientos de retina. La ceguera había dejado de ser una cuestión de su familia y su entorno para transformarse en una cuestión personal. “No volví al oculista nunca más. Soy consciente que hoy en día la ciencia y la tecnología avanzan muy rápido y probablemente en algún momento haya algo para revertir esta situación, pero no es algo que me quite el sueño, porque por suerte pude acomodar mi vida y estoy bastante a gusto”, asegura.
-¿Cómo recordás ese momento en que perdiste la vista?
-La verdad es que me costó. Todo se complica en la adolescencia, ¡imaginate quedarse ciego! Fue difícil. Me enojé con el mundo, porque todo aquello que me gustaba hacer se me dificultaba. Tenía que aprender a manejar mi vida de una forma distinta. Tenía que aprender a manejarme en la calle. Pasaba mucho tiempo encerrado en mi casa, y claramente, no podía dibujar, obvio, y andar en skate, menos. Hubo un lapso en el que no sabía cómo encausar ese tiempo libre que tenía, no sabía cómo ocuparlo. Entonces empecé a escuchar música, me refugié en el rock, empecé a tocar una guitarra que había en el placard y con el tiempo empecé a soñar. Soñaba tener una banda de rock con mis amigos y vivir de gira por todos lados. Así que tuve que aceptar mi ceguera y salir a la calle, salir a la vida”.
Salir a la calle llenó a Facundo de muy buenos amigos, empezó a juntarse con un grupo de “pseudo punks” del barrio. Y como en el grupo eran muchos Facundo, hubo que buscarle un apodo: “El ciego”. “Por ahí la gente me pregunta: ‘¿No te molesta que te digan ciego, que se refieran a vos como “El ciego”'. Y no. No sé por qué tendría que molestarme. Molesto es por ahí que te digan no vidente, invidente, cieguito. Igualmente, las palabras son palabras, lo que vale es la intención, pero entiendo que la colectividad de ciegos prefiere que se diga ciegos. Entonces cada vez que tengo la chance de llegar a alguien, trato de usar la palabra ciego, porque creo que al llamarte no vidente te están definiendo por la negativa, entonces… No te fijes en lo que no puedo, fijate en todo el resto. Porque a una persona sorda se le dice sorda, no se le dice no escuchante. La palabra ciego me es más familiar”, asegura.
-¿Cómo nació tu vocación por la actuación?
-Por un lado me enteré de que había un Teatro Ciego, que no sabía de que se trataba, y a la vez me enteré de que puede haber actores ciegos. Si bien no era actor, y nunca había pensado en actuar, sí era ciego. Y como estaban haciendo un casting de actores ciegos fui, y de hecho quedé. Inmediatamente empecé a trabajar, por suerte me gané la confianza de mis directores, de mis compañeros, hice muchos amigos y así descubrí el maravilloso oficio del actor.
¿Cómo fue ese debut?
Al comienzo fui de a poco, bastante bien acompañado, porque eran mis primeras funciones. Empecé como un personaje chiquito en una obra de época que se llamaba Luces de libertad, con mucho entusiasmo, con mucho nerviosismo y también con mucho compañerismo, que hizo todo mucho más fácil. Cuando me quise formar como actor en muchos lugares no me quisieron tomar, porque decían que un ciego no puede estudiar teatro. Por suerte Raúl Serrano me abrió las puertas de la escuela, y ahí pude completar mi formación y adquirir muchas más herramientas para este trabajo.
“Una constante en mi vida”
Así las cosas, en 2010 Bogarín comenzó su formación actoral con el maestro Raúl Serrano, mientras continuaba su carrera como actor de Teatro Ciego y participaba en piezas como Odd Man Out (en Argentina y en los Estados Unidos), Mi amiga la oscuridad o A ciegas gourmet, entre muchas otras de la compañía.
¿Llevar al público al terreno de la oscuridad es invertir un poco los roles de la vida cotidiana?
Sí, la gente que ingresa al Teatro Ciego automáticamente se convierte en ciega, pero no tienen toda la experiencia de una persona ciega, sino que son recientemente ciegos y ahí cambia el código de comunicación, la forma del lenguaje. Yo comprendo el mundo sin ver, hay una puesta de teatro ciego constante en mi vida y como pasa en la vida, se traslada a la sala mucho más fácilmente. De todas maneras, si bien en Teatro Ciego la oscuridad es como una plataforma para desarrollar cuestiones escénicas, el trabajo del actor, al menos en mi caso, trasciende la oscuridad, porque a la vez soy actor en general.
¿Cómo ves a la ciudad de Buenos Aires respecto de la inclusión con la ceguera?
Si bien hay mucho por avanzar y por seguir creciendo, creo que es una ciudad más amigable con las personas ciegas que cualquiera de las otras capitales de Sudamérica. Es cierto que tenés un montón de obstáculos y de cosas que no están resueltas y te complican para transitar, pero me parece que, en comparación, no está tan mal. Las ciudades del interior del país también son muy diferentes en ese sentido. Ahí me parece que, por un lado desde el Estado abría que aportar un planeamiento urbano para hacer más fácil el tránsito de las personas ciegas o con cualquier dificultad para que sea menos estresante. Por otro, la gente debería tomar más consciencia respecto de algunas cuestiones. Si vas a estacionar la moto en la vereda, no la dejes contra la pared.
-¿Cómo encarás la actuación sin la vista como aliada?
-En realidad, no sé cómo encaro la actuación sin ver. Toda mi vida la encaro de la misma forma, con el mismo ímpetu, y no podría hacer una comparación, porque es más el tiempo de mi vida que no vi que el que vi.
-Igualmente, como director de Teatro Ciego utilizás muchos recursos y herramientas que van más allá de la visión, que apelan a los olores, a los sonidos, al contacto.
-Desde la dirección tengo que estar bastante atento a las cuestiones no visuales, porque esa información que le brinde al espectador va a incidir en todos sus sentidos. Entonces, para cada obra tengo que trabajar muy fino la ambientación sonora, pensar muy bien que aroma se le puede poner, o si hay alguna sensación táctil, pensar como estimularla. Si bien no es un espectáculo interactivo, Teatro Ciego es una experiencia bastante activa para el espectador, en el sentido que tiene que poner de él para imaginarse aquello que no está viendo, generar imágenes visuales.
-¿Qué mensaje darías a aquellas personas que tal vez atraviesan una situación difícil, como cuando vos quedaste ciego a los 15 años?
-No me gusta ponerme como ejemplo, porque por más que dos personas queden ciegas, a cada una le va a pegar distinto. Yo lo resolví como pude, con las herramientas que tuve y puedo decir que lo hice gracias al entorno, a la familia, a los amigos. Creo que es bueno apoyarse en quienes lo quieren a uno, y a su vez, que el entorno brinde a la persona todas las herramientas posibles para que sea libre, para que sea fuerte y para que vuelva a tener sueños.
Para agendar
No hace falta verte, campeón. Funciones: sábados, 21 hs. Sede Teatro Ciego Villa Crespo (Susini 2280)
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