Beya durmiente (Dj Beya): entre la fragilidad y la furia con desenfreno
Beya durmiente (Dj Beya) / Basado en:Le viste la cara a Dios, de Gabriela Cabezón Cámara / Intérprete y DJ: Carla Crespo / Dirección: Victoria Roland / Teatro: Margarita Xirgu, Chacabuco 875 / Funciones: domingos, a las 18 / Duración: 80 minutos / Nuestra opinión: muy buena
Carla Crespo es una de esas actrices enormemente singulares de nuestra escena independiente. Desde hace ya unos cuantos años conjuga dos de sus pasiones: la música y la actuación. Y lo hace fusionando a la actriz y la DJ en propuestas de lo más variadas. En 2017 lo demostró con su participación en Sr. Woman en Lady Ray Van Ring, la delirante propuesta escrita y dirigida por Marianella Portillo del Rayo, indescriptible en el plano teatral y musical, pero atravesada por una energía arrolladora. Y lo hace ahora en un espectáculo que con un tono absolutamente opuesto nos sumerge en las penumbras de una de las novelas más geniales que haya producido la literatura argentina contemporánea. Gabriela Cabezón Cámara escribe este texto homónimo de enorme dureza argumental, pero con una belleza literaria y una claridad estructural apabullante. Y allí estaba probablemente el mayor desafío de la adaptación a lo escénico: no tanto en cómo contar una historia de este nivel de violencia -que por cierto se ha contado en otras ocasiones-, sino en cómo hacerlo transponiendo parte de su estructura y de sus tratamientos estilísticos.
La dupla creativa Crespo-Roland lo logra a partir de un trabajo tan sutil como bien realizado: escinden un cuerpo que atraviesa el horror con la belleza de una actriz que, sonrisa mediante, nos conduce por ese viaje performático musical; lo hace sumergiéndonos en el inframundo mientras la artista disfruta enormemente del despliegue musical que realiza, y lo hace -ya en un plano formal absolutamente meritorio- escindiendo un cuerpo que tiene que responder a un andamiaje tecnológico que logre en vivo los efectos requeridos y una actriz que tiene que lograr transmitir al espectador aquello que está contando sin perder, por su concentración en lo meramente técnico, la capacidad de producir un vínculo empático.
Beya durmiente es un espectáculo performático musical incómodo, fundamentalmente por su belleza; por la belleza de un dispositivo escenográfico muy sobrio pero eficaz, por un trabajo sobre el vestuario y el cuerpo de la performer que la va transformando entre la fragilidad y una furia desenfrenada y casi necesaria que anticipa un final en el que la liturgia aflora para terminar de subrayar cada una de las contradicciones y tensiones a las que fuimos invitados a participar como si de una misa sacrificial se tratara.